Con la vida cuesta arriba Zaira aún no deja de soñar; espera un milagro de navidad
El 21 de diciembre es el cumpleaños número ocho de Zaira, una niña que vive en las faldas de un cerro erizado de casas y espinos, en la colonia Héroes de Nacozari.
Sandra Karina Morúa, de 31 años, había quedado con su hija en hacerle una fiesta con pastel, guiso, refrescos y bolo, pero de repente se quedó sin trabajo y sin dinero.
La abuela Julia Martínez, que es quien le cuida a Zaira y a Estrella, su otra hija de seis años, se cayó y Karina tuvo que dejar la compañía de limpieza donde laboraba para hacerse cargo de ella, y se quedó sin trabajo y sin un peso para el festejo de Zaira.
Que no podía cumplir su promesa de la fiesta, le dijo acongojada.
La abuela tiene 84 años, está enferma y Karina ya no puede salir a trabajar para conseguir dinero y dejarla sola con las niñas.
A Julia le sube mucho y seguido la presión y ya van dos veces que a las niñas se les cae mientras están solas con ella.
SOLO SOBRESALTOS
La última vez que Karina llegó del trabajo las encontró muy asustadas, que su abuelita se había caído y entonces Karina tomó la decisión de ya no ir a trabajar para verla.
Entonces a Zaira, inteligente como es, se le ocurrió que podría conseguir unos padrinos para su fiesta.
Alguien que de buen corazón le regalara un pastel, un refresco, una ensalada, un guiso sencillo, algunos dulces y un regalito para que ella y su hermana Estrella no pasen la Navidad tan tristes.
Una muñeca, algo de ropa, lo que sea es bienvenido.
Su ilusión es que ese día, el de su cumpleaños, sus amigos del cerro, con los que suele jugar, vengan a su casa para merendar con ella.
SUS DÍAS DE ESCUELA
Zaira es alumna de segundo grado de la primaria Leona Vicario, que está por el rumbo y con una risa que tiene un dejo como de travesura jura que tiene buenas notas.
Aunque recién ha perdido días de clase.
Eso porque tuvo un tropezón una tarde que andaba jugando con su primo por el cerro, se fue de cabeza, pero tuvo la fortuna de alcanzar a meter el brazo izquierdo y el infortunio de quebrárselo.
Todavía hace dos meses que la operaron y estaba con clavos y yeso.
Aun así no dejaba de hacer las tareas que la maestra le mandaba a casa.
A la escuela no podía ir, no fuera a ser que sus compañeritos de salón sin querer la lastimaran y por eso la maestra sugirió que no se presentara a clases.
Hoy hace una tarde fresca pero soleada en el cerro de la Héroes de Nacozari. A las afueras de la casa de Zaira, Karina, la madre se ocupa en menear un arroz para la comida que se cuece dentro de una cacerola sobre un fogón.
Zaira, su hermana y Lupita, vecina y amiga de ambas, bajan corriendo del cerro a una barranca donde yace un pirul grandote y colgada del pirul, a modo de columpio, una soga donde Zaira, Estrella y Lupita juegan a columpiarse todos los días.
La inocencia balanceándose al viento, mientras espera que a alguien se le mueva el corazón...