Don Raymundo, el globero de Saltillo que por más 30 años infló globos con sus pulmones y por COVID-19, ya no puede
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Hasta hace poco su pecho era el motor de su empleo, antes de que el COVID-19 le robara uno de las virtudes que un globero guarda bajo los pectorales
Los pulmones de don Raymundo siempre fueron sanos, creció en una familia de globeros y encontró en el arte de dar forma al vacío con un soplo, una forma honrada de vivir.
Hasta hace poco su pecho era el motor de su empleo, antes de que el COVID-19 le robara uno de las virtudes que un globero guarda bajo los pectorales.
Lo trató como una gripa con catarro, le volvió guangos los brazos, apaciguó el ritmo de su caminado, y tras recuperarse con té de hojas de guayabo y canela; guardarse en su casa y sobarse el pecho con ungüentos, volvió a recorrer las calles.
Esta vez echando mano de una bomba de aire o de gas butano porque aunque el COVID casi lo mata, su pasión por llevar una nube de globos sobre su cabeza para repartir sonrisas con cada esfera de aire cubiertas de colores, nunca morirá.
Por más de 30 años, infló globos con el aire de sus pulmones, pero desde el COVID, ya no puede, le faltan fuerzas, se queda sin aire, respira por la boca, le burbujean los pulmones. El globero resiste, se niega a abandonar su oficio.
“Mientras haya vida, hay que seguirle, echándole ganas, saliendo adelante”, expresa don Raymundo, jalando aire para terminar la frase, respirando hondo.
A sus 53 años carga en su hombro un ramillete de globos rojos, verdes y amarillos; también lleva el cuerpo de elefantes, vacas y ponys flotando con hilos.
Camina sobre la calle Victoria. Recorre la Alameda, las plazas y los parques ofreciendo a los niños con los ojos llenos de ilusión, uno de los globos para llevar como su sombra.
“Aunque cada vez es más difícil que los niños se entretengan con un globo”, admite sacudiendo las bolsas de su pantalón solo con tostones y monedas que dejaron las pocas ventas de una mañana sin niños.
“A lo mejor licenciado o carpintero, me gustaba eso de hacer figuras de madera, pero yo nací en una familia de globeros, le aprendí al oficio, me puse a vender globos”, comenta don Ray.