‘Huck’, el artista saltillense que plasma su respeto y amor por la vida en un mural urbano
Técnico de profesión, panadero por vocación, y muralista por puro amor al arte; Édgar Eduardo comparte su mensaje con trazos y colores
Es como un remanso para la vista en la vorágine de las cinco de la tarde toparse con este mural, la postal urbana de un nuevo ser emergiendo al mundo en medio del ajetreo cotidiano de nuestro Saltillo.
En el bulevar Otilio González, en la barda de una asociación civil, Édgar Eduardo Velázquez Mendoza, “Huck”, el autor del mural, dice que al verlo hasta una señora lloró.
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“Dijo ‘cuando llegué a mi casa me agarré a llorar porque yo no puedo tener un niño, un bebé’ y dijo ‘cuando vi el mural Dios me removió todo por dentro y me hizo pedirle a Él un milagro’”, revela el muralista.
Era una mujer que dijo no podía hijos, vio el mural, le llegó y lloró.
Otras mujeres que habían perdido sus bebés le compartieron a “Huck” sus historias, “nos dieron su experiencia al ver este mural”, comenta.
Édgar, 33 años, es muralista de toda la vida, y se podría decir que un muralista nato, desde chico le gusta el dibujo, el grafiti, pero así, con un sentido puramente artístico.
Y desde niño ya le gustaba dibujar, pintar, plasmar, sus sentires en la bardas del barrio, Édgar es del corazón de la colonia Alfredo V. Bonfil, al poniente de la metrópoli.
Empezó en las calles, mirando a los artistas callejeros.
“Huck” es de profesión técnico en máquinas y herramientas y panadero por vocación, pero en sus ratos libres de le da un rato al arte.
“Tenemos el don y le echamos las ganas”, suelta.
El mural del niño saliendo del vientre, de las entrañas de su madre, el amor y la vida, fue pintado para un concurso de murales organizado por una asociación civil que Édgar no ganó, pero del que las redes sociales lo coronaron campeón.
“A la gente le gustó. El tema era amor por la vida, entonces quisimos hacer algo que con verlo la gente se identificara“, y vaya que se identificó.
Una semana le llevó a Édgar poner en esta barda la imagen del bebé venido al mundo, asido a un corazón, el cordón umbilical naciendo de una planta, que a su vez nace de la tierra, que a su vez nace de las manos de Dios.
“Es un bebé que quiere aferrarse a la vida, seguir en esta vida, salir avante. Es el fruto de la madre, del padre y de Dios. Venimos de la tierra y alguna vez volveremos a ser tierra.
“Las manos significan el amor de Dios que aún está ahí para protegernos, Él es el que nos creó y nos dio el fruto”, explica Édgar.
Pero más allá del mural hay un mensaje: el amor a la vida, “Huck”, es un amante y un respetuoso de la vida, en una época en la que la vida se ama y se respeta cada vez menos.
“Es una vida que vale, tenemos la responsabilidad de dar a nacer, no es una casualidad que Dios haya mandado una concepción, desde que se creó el ser, desde el primer día viene con un plan y un propósito y no es justo que se los quitemos”, señaló.
Un descanso para la vista en este gris bulevar, agobiado por el ruido estridente de los frenazos y el pesado rugido de los motores.
No solo es rayar por rayar, los de “Huck” son murales de un intenso mensaje social.
“Hemos trabajado con gente con drogadicción, les hemos dado cursos de pintura, de dibujo. Con las pandillas más peligrosas de la Guayulera, La Minita, por allá hemos estado”, comenta.
Édgar aprovecha este espacio para pedir el apoyo de la comunidad, de algún patrocinador que le ayude a seguirse perpetuando en el arte del grafiti y del muralismo urbano, o que le presten bardas para seguir llevando su mensaje por toda la ciudad.
“Nomás con que nos patrocinen la pintura o la barda, pero que nos dejaran hacer más murales”, es lo que pide este apasionado del arte y la vida.
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