La siniestra ‘clave de la muerte’: Cómo la complicidad policial sembró terror en Coahuila
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Entre 2003 y 2012, circular por las carreteras de Coahuila con placas de otros estados se convirtió en un pasaporte directo hacia la desaparición forzada
Monclova, Coahuila.- En el marco de la conmemoración del Día Internacional de las Personas Víctimas de Desaparición Forzada el pasado 30 de agosto, la ciudad de Monclova volvió a abrir las heridas de una época oscura que se extendió entre 2003 y 2012.
Y es que durante estos años, circular por las carreteras de Coahuila con placas de otros estados se convirtió en un pasaporte directo hacia la desaparición forzada. Todo esto, gracias a una macabra contraseña conocida como la “clave de la muerte”.
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La “clave de la muerte” (el código “92 Sierra”), era una clave de radio que utilizaban las fuerzas policiales en complicidad con bandas del crimen organizado. Esta clave era empleada para determinar si detenían o no a personas a bordo de vehículos sospechosos, principalmente aquellos con placas de otros estados, de acuerdo con la madre de Mario Alberto Torres Juárez, quien desapareció en 2012 a los 24 años, en una entrevista que comparte el diario local La Voz.
Según el Tomo 1 del expediente 109/2014 que se encuentra en el Poder Judicial del Estado de Coahuila, cinco ex policías municipales de Monclova reconocieron su participación en detenciones arbitrarias de decenas de personas. Muchas de estas personas fueron entregadas posteriormente a la delincuencia para su liberación o, en casos aún más siniestros, su desaparición forzada.
La revelación más perturbadora es que la propia policía municipal y sus directivos estaban en la nómina de los delincuentes. Patrullaban con la consigna de detener a todos los vehículos con placas foráneas o a automóviles en los que viajaran dos o más hombres que no pudieran demostrar su residencia en el estado.
El código “92 Sierra”, que en la actualidad se traduce como “orden superior”, resonaba en las frecuencias de radio. Se utilizaba para detener a personas por infracciones menores, solo para entregarlas en el camino a los delincuentes. Estos últimos decidían si liberar a las víctimas o desaparecerlas después de un interrogatorio.
En medio de este horror, las voces de las familias afectadas continúan clamando por justicia y respuestas. “A los que se llevaron a mi hijo, yo ya los perdoné, no quiero nada contra ellos, solo que me digan donde lo dejaron”, dice la madre de Mario Alberto Torres Juárez, quien desapareció en 2012.
Ella comparte su dolor y su proceso de resignación, pero también la incesante angustia que siente como madre. “Dios te va dando una fortaleza, la resignación, pero jamás lo olvidas, cuando comes te acuerdas de él, en cada momento, en cada segundo, es un dolor muy grande que solo las personas que hemos vivido lo entendemos”, relata.
Esta madre valiente tiene identificada a una de las personas que participó en la desaparición forzada de su hijo, alguien conocido como “El camarón”. Ella no busca venganza, solo una respuesta: “No quiero nada contra él, solo que me diga donde me lo dejaron, recuperarlo vivo o sus restos”.
El testimonio de los familiares de Jonathan Martín Guía Hernández, otro desaparecido, también revela una realidad desgarradora. Jonathan fue levantado en el Bulevard San José. Era un “halcón” y tenía dos quincenas sin cobrar. Su madre explica: “Yo lo saqué de ese oficio y le dije que no se presentara más a cobrar, pero el 15 de septiembre se dejó ver y se lo llevaron, espero siga vivo ya que según dicen se los llevan y a los 8 años los dejan regresar con su familia”.
Estas historias escalofriantes ilustran la importancia de recordar el pasado y buscar justicia para las víctimas de desaparición forzada en Coahuila. Mientras las familias continúan su búsqueda incansable de respuestas, esta siniestra “clave de la muerte” se convierte en un recordatorio de la urgente necesidad de erradicar la complicidad policial y garantizar la seguridad y los derechos humanos de todos los ciudadanos.