Saltillo: doña Irma y su ‘Refugio de los necesitados’, 40 años ayudando a miles de personas
Por la cocina de Doña Irma han pasado empresarios, profesionistas, periodistas y hasta un coronel que ante las vicisitudes de la vida quedaron en situación de calle y en el Refugio de los Necesitados encontraron un hogar.
“Empezamos con alimentación porque encontrábamos a personas que sacaban comida de los contenedores de basura, sobre todo en el centro de la ciudad, y eso, pues, era una situación muy dolorosa para las personas que llegaron a eso”, platicó en entrevista para VANGUARDIA.
Hace más de 40 años, Doña Irma se encontraba en la Ciudad de México y mientras observaba como se izaba la bandera en el centro capitalino nació la inquietud de hacer algo por su país.
Hoy, sentada en una esquina de la mesa de la cocina, hace un intento por recordar: “Yo era muy joven, un día estaba en el Zócalo y sentí un impacto muy fuerte en mi corazón y entonces yo le decía a Dios ‘yo quiero servir a mi patria, quiero servir a México’, pero desde mis posibilidades”
Pasaron los años y junto con otras seis personas crearon el comedor.
TE PUEDE INTERESAR: Zona Metropolitana de Saltillo recibe ozono de Monterrey; Ramos, el más afectado
El refugio ha pasado por 16 casas en el centro de la ciudad. Estuvieron ubicados en propiedades en las calles de General Cepeda, Mina, callejón de Peña, Miguel Hidalgo y la lista continúa.
¿A qué se debía tanto cambio?, se le cuestionó.
“En aquellos años los renteros nos decían ‘necesitamos la casa...’”, respondió.
En algunos lados las condiciones de la propiedad hacían imposible su permanencia, en otros más subían la renta y era insostenible. Hasta que dieron con la casa ubicada en la calle Melchor Muzquiz número 472 y ahí han permanecido más de 20 años.
Al entrar es imposible permanecer indiferente, todos saludan y dan la bienvenida. La casa se encuentra limpia, bien pintada. Los cuartos cuentan con literas y cobijas.
TE PUEDE INTERESAR: Saltillo: junto a Tupy, detectan niveles de plomo y zinc ‘mayores a los de CDMX’
Para doña Irma no basta con ofrecer un plato de comida, le gusta que se sienta el calor de hogar. Cada mesa cuenta con manteles individuales, platos, vasos y cubiertos no desechables. Si no fuera por la manta que cuelga en la entrada, por la pared interior con el eslogan, y los stickers de la ONU Migración, sería fácil no confundirlo con un restaurante tradicional de la zona centro de Saltillo.
“Nosotros tratamos de arreglar las casas, que se vieran monas, coquetas, porque una de las ideas era que las personas de situación de calle o con gran necesidad encontrarán un ambiente amable, una casa arregladita. A la hora de la comida les ponemos su platito de comida con mantel, y pues así fue que empezamos y seguimos”, platicó.
Cuando Doña Irma ve a personas en situación de calle, le es imposible no imaginarse a una madre, la ilusión con que se recibe a un hijo y el contraste con una vida adulta en la indigencia.
Pero por el refugio han pasado familias de migrantes, profesionistas y hasta ex empresarios.
“Han sido empresarios que los familiares les quitaron la empresa y se quedaban en situación de calle”, platicó.
TE PUEDE INTERESAR: ¡Apelan y les va peor! Duplican sentencia a acusados por caso de abuso en kínder de Saltillo
Aunque el comedor fue fundado por un grupo de más de 10 personas, Doña Irma es la única que sobrevive. Reconoce que la edad ya le pesa y es complicado mantener el lugar. Al ser una mujer de fe todos los días ora y pide a Dios para que la comunidad no se olvide de ella.
Se podría deducir que sus plegarias han dado resultado, los menos devotos podrán decir que se debe a la fama que ha generado el comedor a lo largo de 40 años, y otros más dirán que la generosidad de Doña Irma ha derivado en una cadena de favores. En los hechos, lo que podemos documentar es que la ayuda no para de llegar.
Empresas de conveniencia y supermercados la han buscado para ofrecerle integrar al programa de redondeo y con ello garantizar por muchos meses los alimentos y el equipamiento de la cocina.
Irma Aguiñaga empezó con su sueño de ayudar a los desafortunados y hoy sigue soñando.
“Lo que yo le digo a la gente es que no deje de soñar. Yo creo que el mundo sería mejor si no perdiéramos el candor y sobre todo la fe y el amor a Dios, y no dejar de soñar, aunque estemos viejitas”.