A un año del incendio, el curso de la naturaleza ha sido modificado. No hay plantas que retengan el agua para que se filtre al subsuelo y recupere mantos freáticos. Se desequilibran las cadenas alimenticias.
- 28 marzo 2022
Troncos carbonizados, piedras ahumadas y vegetación achicharrada.
Más de 3 mil hectáreas de hortalizas muertas, equivalentes a 2 mil 777 campos de futbol. Casas sin techos y paredes tatemadas. Animales de rancho con cicatrices, caminos cerrados, deslaves y una enorme huella de barbarie humana cubre de cenizas la Sierra de Arteaga.
Trescientos sesenta y cinco días después del incendio ya no arde la tierra, ya no hay calor, ni fuego, ni brigadistas; ni luces de sirenas, militares, ni aviones tiñendo de rosa los bosques desde el cielo.
Luego de que las llamas invadieron la zona, el panorama es aún más desolador. Los habitantes aún respiran el olor de la tierra herida por el fuego. Contemplan 11 lotes carbonizados de 50 hectáreas cada uno en San Rafael cada mañana.
Sienten miedo de ver una fumarola o escuchar las hojas quebrarse pensando que puede arrasar un incendio de nuevo ante la imprudencia de sus visitantes.
Las brasas permanecen en su memoria. Sueñan con el huir de las aves. Lo caliente del aire y las flamas acechando su espalda, el crujir de los árboles chamuscados, de las plantas.
El costo de aquel incendio que consumió más de 2 mil hectáreas durante sus primeras 8 horas, no sólo le arrancó los verdes prados, oyameles y encinos a la Sierra del Pueblo Mágico, sino también su porvenir.
Cuando aquella tarde del 16 de marzo un espiral de humo, cenizas y hojas quemadas se alzaron sobre la punta de los pinos mientras el chasquido de árboles adultos y matorrales orquestaron un incendio que permaneció 18 días vivo, pocos se percataron del desastre ecológico que iniciaba.
La mayoría de los pobladores pensaron que se trataba de un siniestro más en el bosque asediado por las chispas de cigarrillos, fogatas y asadores de turistas, pero aún quienes se dieron cuenta de la tragedia de inmediato, pudieron lograr poco.
Sin agua suficiente, ni mangueras o equipo, todos los esfuerzos por salvar sus cabañas, corrales y manzanos fueron inútiles. Dejando sin hogar a alrededor de 150 ejidatarios en La Pinalosa, San Rafael y sus alrededores.
Quienes aún viven en medio de los restos del incendio, en medio de un gris constante y permanente. Un cementerio de naturaleza con lápidas de troncos muertos. Saben que el verdadero infierno es distinto al fuego. Es negro. Tras un año, el incendio de La Pinalosa deja en claro que las pérdidas no han cesado.
Biodiversidad desmoronada
El recorrido sobre la carretera a 8 kilómetros del ejido Los Lirios parecía un túnel de follaje en diferentes tonos de verde con destino a decenas de montañas cubiertas con cientos de pinos.
Tras el incendio, este túnel se convirtió en la boca de un lobo, el sendero de un cuento tenebroso. Las ramas carbonizadas son como manos pidiendo auxilio y al fondo del camino sólo hay una sierra pelona.
Más cerca de la zona del incendio, gran parte de los magueyes están carbonizados, los cedros, tristes, y los encinos, marchitos. Dejaron de lado su labor de detener la lluvia y la fuerza del agua tardía en la zona, desmoronó los caminos.
Sobre el asfalto, los vehículos reducen su velocidad para no volcarse. Las curvas pronunciadas de la zona están resquebrajadas y carcomidas.
Después del fuego, llegó el diluvio y con ello el deterioro del pavimento que dejó por semanas incomunicados a los ejidos de San Lorenzo y San Rafael de la cabecera municipal, hasta que los propios pobladores despejaron los caminos.
Durante los días más lluviosos no hubo agua o luz, las corrientes afectaron el sistema eléctrico. Los deslaves se repiten durante el camino al menos una docena de veces. Nunca antes se vio correr agua de esa manera, ante la falta de la cubierta vegetal, aseguran los ejidatarios.
El paisaje comienza a cambiar, no se sabe cuál es la zona más afectada, el fuego arrasó con todo. A lo lejos hay anchos caminos sobre las montañas, son las brechas aradas por 146 brigadistas en el ataque directo al incendio con ayuda de 6 máquinas bulldozer.
Hay montañas que parecen zonas de guerra, no hay forma de salir sin la nariz y las manos tiznadas una vez que caminas poco después del lugar donde se instaló el campamento con elementos de Protección Civil del Estado, la Guardia Nacional y el Ejército Mexicano.
El fuego expulsó de la sierra de Arteaga a venados, osos, serpientes y otras especies terrestres que habitaban en la Sierra y consumió aves refugiadas en la copa de los árboles, dónde también los alcanzaron las llamas.
Cadáveres de aves posaban sobre la hierba carbonizada y animales de granja que huyeron al ver el fuego continúan perdidos, quizá muertos.
Aunque por mucho tiempo no se tuvo presencia de reptiles, anfibios y aves, poco a poco comenzaron a llegar este marzo, según amantes de la naturaleza que arriban a la Sierra cada domingo y organizaciones como Protección de la Fauna Mexicana A.C.
Sin embargo, después de un año no se puede esperar mucho, no toda la Sierra se quemó con la misma intensidad, hay partes de la Sierra más dañadas que otras, algunas en condiciones mejores, comentó Sergio Marines, director de Profauna.
Explicó que un incendio forestal trae consigo más afectaciones de las que se perciben a simple vista, pues hay otros daños que son difíciles de cuantificar.
“Plantas y árboles quedan más desprotegidos ante las plagas y enfermedades, además de que se daña su capacidad de crecimiento. Los suelos expuestos y susceptibles a la erosión.
“No hay plantas que retengan el agua para que se filtre al subsuelo y forme o recupere mantos freáticos y desaparece el hábitat de la fauna silvestre”, describe el ambientalista.
Se desequilibran las cadenas alimenticias y muchos procesos de la vida se ven truncados; por ejemplo, la destrucción de hongos, bacterias y protozoarios cuya función es desintegrar la materia orgánica.
Además, el clima se ve alterado con menos plantas que generen oxígeno, se incrementa el efecto invernadero en la atmósfera terrestre y el humo, asegura, producto de la combustión, contiene carbono y otros elementos que, en grandes cantidades, son nocivos al medio ambiente.
Especies como la cotorra serrana podrían cambiar el curso de su paso por el norte de México, pues al igual que en ese momento, ahora no existe el mismo sitio visitado cada año, ni alimento para mantenerse los días posteriores de su llegada.
“El desastre ecológico va mucho más allá de lo incendiado, de lo muerto, existe una modificación importante al curso de la naturaleza. Como no hay árboles ni semillas no hay alimento para la fauna que arriba a la zona o que vivía en estas áreas.
“Esto provoca que migren hacia otros estados y se vacíe la riqueza natural y biodiversidad que antes del incendio la Sierra de Arteaga poseía”, expresó Marines.
“Si no sabes cuidar el bosque no eres bienvenido”, se lee al menos cada 5 kilómetros de la carretera en pancartas que además prohíben encender fogatas o usar carbón, fumar cigarrillos, tirar colillas a la orilla de la carretera y arrojar basura a los bosques y en las zonas de las cabañas turísticas.
Pese a esto muchos visitantes sólo alcanzan a ver que la Sierra se levantó en llamaradas, pero pocos lo catastrófico que continúa siendo el “ecocidio”.
Sobrevivientes
Sobre los caminos de cenizas caminan caballos con la piel pegada a las costillas. El viento sopla y azota las puertas de los corrales vacíos. Los animales fueron vendidos a “precios de carne de perro” y las tierras se devaluaron.
Hay hambre y pena. Dolor y frustración. El marido de Eulalia Carrillo Presas murió cinco meses después del incendio tras un infarto que lo llevó a ser hospitalizado la tarde en que vio volar sobre los pinos bolas de fuego.
“A mi marido lo mató el fuego, el susto de ver tanta lumbre alrededor, la desesperación y el miedo, le dio un infarto y murió”, expresa su viuda.
“Él insistía en que viviéramos en el rancho porque era originario de aquí, y ese día el fuego nos agarró con las patas descalzas”, relata la ejidataria, quien pasa las tardes reconstruyendo un cuarto luego de perder por completo su hogar.
Con material donado, bloques de adobe, láminas que remataron de las casas chamuscadas y con lo poco que dio la gente, agrega, volvió a levantar una casa con apenas dos cuartos en medio de la Sierra.
“Nos dieron despensa y cobijas, pero dónde me tapo con ellas, o cómo, si no tengo casa, no hay techos, no hay luz, agua ni donde dormir”, protesta.
Otras habitantes aseguran sus propias vecinas quedaron trastornadas.
Doña Lola dice que salen brujas, que las brujas lo quemaron todo, que en la noche las bolas de fuego vienen a amenazarla, es como si quisiera apagar el fuego que ya no existe con lágrimas de impotencia, relatan.
“Sale en la noche a decir que todos se salven, que se está quemando todo y pues claro, nos alarma, pero ya sabemos que es ella, ya no nos asusta, mejor rezamos, le rezamos para que descanse y duerma sin temor”, comenta Eulalia.
Ejidatarios como Felipe de Jesús y José, aún conservan algunas de las chamarras y monturas que ese día usaron para acarrear vacas, marranos y bueyes a la orilla de la carretera para evitar que murieran.
Sobreviven con pensiones del gobierno y criando de nuevo algunos animales de rancho; todos empezaron de cero, hoy levantan las casas que por mucho tiempo y con mucho esfuerzo construyeron, y perdieron “en menos de lo que canta un gallo”.
“Seguimos sin apoyos de los Gobiernos para solucionar la puesta de los gaviones que contendrían la tierra vegetal y escombros de este incendio”, comentaron los ejidatarios.
Respecto a la ayuda, aseguran, se desviaron muchos de estos apoyos beneficiando a ciertas familias; además las herramientas, muebles, cobijas, vajillas, camas, colchones y totes, no se repartieron de forma pareja a los afectados, dijeron.
“Hubo 16 casas dañadas de las cuales el Gobierno Estatal sólo construyó 2, de dos cuartos y en pésimas condiciones para dos familias, sólo la Asociación Amigos por la Sierra se ha esforzado para la construcción de 8 viviendas y nosotros junto con ellos”.
Pero es lamentable ver cómo desvían los apoyos, ya que contamos con evidencia de la cantidad de recursos que mandó la comunidad y muchos de estos desaparecieron, aseguran los ejidatarios.
En un recorrido por la zona afectada, se contabilizaron las 8 viviendas en construcción enumeradas con la leyenda “Unidos por la Sierra” y dos más que habrían sido restauradas por las autoridades, ninguna de ellas terminadas.
Mientras que las cabañas de familias que sólo arriban los fines de semana a la Sierra también están abandonadas. Sus alrededores fueron consumidos por el fuego y las cercas derribadas por los tractores que abrían paso para evitar que el fuego se propagara.
Para Abel Montalvo Saucedo, el Juez de San Rafael, las promesas también se evaporaron, el gobierno levantó casas “malechotas”, pero reconoce que la unión del pueblo se sintió como hace mucho tiempo no se sentía.
Incluso la fe alcanzó para impulsar un centro comunitario entre los ejidatarios en caso de emergencias, donde además colocarán un altar para levantar una pequeña iglesia en medio de la Sierra para agradecer al “Señor del Saucito”.
Pero el hambre es canija, advierte, hubo gente que con tal de no morirse de hambre vendió terrenos de 2 mil metros cuadrados con un precio de 200 mil pesos, en 70 mil, afirma.
Mientras que, a los hierberos, se les cayó el negocio; ya no hay yerbaniz, laurel, cola de caballo y otras plantas medicinales que vendían a la orilla de la carretera.
Después de todo, fue la bondad lo que nos hizo sobrevivir, coincide Montalvo con Don Chuy Quiñones, quien acogió durante dos semanas a familias con 8 integrantes cada una en una casa de Los Lirios.
“Les dimos hospedaje a unas dos familias, todos desconocidos, pero en medio del incendio a todos nos desalojaron, nosotros corrimos pal rancho de los Lirios, pero gente sin ningún sitio a donde llegar buscó asilo”, comenta Don Chuy.
Traían niños chiquitos en pañales, se les ofreció café y tantita comida, pero ahí humildemente nos ayudamos unos a otros, agregó el guardabosques, les convidamos pan y frijolitos.
“Ahí ábreles los cuartos, porque a nosotros no nos fue peor”, le dije a mi hijo.
“Lo que agradecemos es que no hubo pérdidas humanas, ojalá algún día la población haga conciencia de no tirar basura al visitar este tipo de lugares y de cuidar el bosque estas vacaciones”, expresan los ejidatarios mirando la parte de la Sierra perdida.
Hoy, don Gerardo levanta una casa de block y cemento en el lugar donde los troncos de árboles con techos de tejado daban forma a la casa de su padre.
Las familias en San Rafael y El Baratillo colocan, como hace más de 30 años cuando llegaron al ejido, la primera piedra de lo que hasta hace un año fue su hogar.
Una habitación rústica con las tazas colgando de la oreja en un horno-chimenea. Un refrigerador antiguo y un comedor de troncos.
Cobijas de lana y pisos de mosaico resquebrajado. Ruedas de carreta como ventanas y balcones sobre los árboles que sostenían las cabañas, todo eso ahora es cenizo.
Aún con el fuego que enfrentaron de cerca y la muerte a su lado al inicio del incendio, los habitantes dan gracias a Dios.
“Hubo pérdidas y ni modo, hay que empezar de nuevo, pero no hay desgracias humanas y eso es lo que hay que agradecer”, agrega el ejidatario.
Valorar la tierra, reproducir las crías y luchar porque sus nietos vean la sierra verde y no un paisaje gris carbonizado, es el propósito de don Gerardo, a sus 63 años.
“San Rafael se levantará de ésta, aunque tengan que pasar mil años”, aseguró, dando la espalda con camino hacia la sierra.
SEMA realiza banco de semillas para reforestación
Por su parte, la Secretaría del Medio Ambiente considera que, por ahora, es imposible restaurar, reforestar y rehabilitar la zona afectada por el incendio.
“Serán décadas para que el bosque vuelva a ser el mismo, porque era un bosque de crecimiento antiguo, sería además uno distinto al de su composición original”, expresa su titular, Eglantina Canales.
Todas las acciones que se realicen para su rehabilitación y para tratar de retener el suelo, o evitar más pérdida de biodiversidad es positivo, aunque por ahora no se han realizado acciones como tal por parte de la Secretaría, admite.
“No se ha hecho nada porque es un bosque complejo, un bosque de altura y su composición tiene muchos árboles que la mayoría, sino es que casi todo, no existen en viveros, pues sólo se dan en esas circunstancias de altura”, asegura.
Lo primero que se hace es un banco de semillas y a partir de ahí producir, no se puede llevar cualquier árbol, no se pueden plantar árboles ajenos a la zona porque no tiene caso, no sobreviven, explica.
Se han hecho intentos por particulares y grupos ecologistas, destacó, pero no todos son los adecuados, pues se requieren de técnicas apropiadas que además sean garantizadas por SEMARNAT, para hacer rehabilitaciones también se requiere permisos, agrega.
Sin fecha para continuar proceso legal en contra de responsables
Mientras los habitantes aún viven los estragos que dejó el fatal e histórico incendio donde el área afectada sumó 3 mil 630 hectáreas de arbolado adulto de oyamel, pino-encino, matorral submontano y pastizal, “no se ha cobrado justicia”.
La Fiscalía General del Estado dio a conocer que se encuentra a la espera de que el Poder Judicial otorgue una nueva fecha para avanzar en el procedimiento penal que se ha desarrollado en torno al incendio forestal en La Pinalosa.
Aunque Adrián “N” fue vinculado a proceso luego de que la Fiscalía recopiló una serie de datos de prueba en su contra, y desde ahí, la investigación ha ido tomando plazo hasta este momento.
Sería poco después del día 20 de este mes, cuando concluya el plazo de los últimos 2 meses que los agentes de la Fiscalía solicitaron ampliar al Poder Judicial para alimentar los datos de prueba necesarios; sin embargo, la Delegación Sureste dijo que será dicha autoridad judicial quien fije la fecha exacta.
El imputado ha enfrentado su procedimiento bajo la medida cautelar de presentación periódica y en libertad, así como ha desarrollado algunas de sus audiencias en línea.
Hasta hoy, la Fiscalía se encuentra todavía determinando cómo sería la reparación del daño que tendría que otorgarse por parte de Adrián “N”; sin embargo, el Fiscal General del Estado, Gerardo Márquez Guevara, afirma que es incuantificable por la cantidad de hectáreas de bosque que fue consumida por el fuego.
De acuerdo con el Reporte de incidencia delictiva del fuero federal del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, Coahuila sumó 9 casos en la categoría de delitos Contra el Ambiente y la Gestión Ambiental y ninguno en lo que va del 2022.