logo semanario
Durante casi dos décadas, el Semanario de Vanguardia se ha enfocado en generar periodismo de investigación, abordando temas locales, regionales y nacionales con enfoque en malversación de fondos, transparencia, corrupción, irregularidades financieras, salud, crímenes y ciencia. Buscamos cada oportunidad para contar las historias más increíbles de Coahuila.

Ofelia, la primera cardenchera que sube al escenario

Ofelia Elizalde García es la primera mujer de su linaje y comunidad en ser invitada a participar en una agrupación de cardenche, género de música oral tanto mítico como original de la Comarca Lagunera

  • 05 septiembre 2022

La primera mujer: la quinta de ocho hijos, la consentida, la “machetona” —como le decían sus hermanas—, la que montaba a caballo para llevarle de comer a su papá al trabajo. La que juntaba leña con su mamá en un burro por la ribera del río Nazas. La que sabe andar en bicicleta y aún la usa de vez en cuando para ir al rancho. La que aprendió corte y confección y trabajó por años diseñando vestidos y uniformes para habitantes de rancherías cercanas. La que toca un poco de guitarra. Ofelia es una mujer con arraigo al campo, le gusta sembrar, estar en la labor con su esposo, ayudarlo en la cosecha.

Siempre ha vivido en Sapioriz, donde nació.

“Ya estoy grande”, dice cuando empieza a presentarse.

En su voz pesa la herencia centenaria de abuelos, padres y hermanos. Es una mujer alta, delgada, morena, de cabello corto y lacio. Ofelia Elizalde García, tiene 69 años y desde mayo de 2019 comenzó su historia como integrante de los Cardencheros de Sapioriz. La primera mujer de su linaje y comunidad en ser invitada a participar como una de las voces —la contralta— de la agrupación.

Su semblante tranquilo contrasta con el tono de su conversación que es cálido y risueño. Ofelia Elizalde es casada, tiene dos hijos y seis nietos. Inició con los Cardencheros a falta de otro elemento, Antonio Valles, quien se enfermó y no pudo seguir yendo a las presentaciones. Su hermano Fidel, fallecido el 3 de junio de 2022, le pidió que los ayudara.

Cuenta que, a pesar de que en la comunidad hay más hombres que saben cantar —como familiares y otros habitantes— no quieren hacerlo.

“Mi hijo sabe cantar, pero vive en Estados Unidos. Mi nieto también canta pero otros géneros, no les ha dado por el cardenche limpio, lo combinan con otras cosas”.

Sus padres ya murieron. Ofelia recuerda a su papá, Eduardo Elizalde, como uno de los Cardencheros originales. Cuando habla de él, su voz cambia y se hace un poco más suave.

“Teníamos un papá de oro, era tan bueno y lindo con nosotros. Mi hermana no puede cantar ni escuchar la canción cardenche porque se acuerda de él y le entran ganas de llorar. Cuando falleció, mi hermano Fidel tomó su papel. De mi padre recibimos muchísimo cariño”.

Luego de que su padre falleciera, el encargado de continuar con esta tradición oral fue su hermano Fidel, quien sabía que su hermana tenía conocimiento del canto precisamente por sus padres que cantaban frente a ellos desde que eran niños.

Antes, el canto era exclusivo para los hombres, las mujeres no podíamos cantar en la calle, de noche, ni nada de eso. Pero dentro de la casa cuando mi papá cantaba, mi mamá le hacía la segunda”.

VOZ Y ALMA INTEGRADAS CON LA TIERRA

Ofelia cree que las personas que están aprendiendo a interpretar cardenche también necesitan sentir arraigo por el campo para conectar su voz con el sentimiento propio de quienes se los enseñaron. Las canciones hablan de experiencias que vivían los campesinos, de sus necesidades, “porque al momento de cantar, uno lo siente, lo vive”.

De joven, la mamá de Ofelia, Mariana García, trabajaba en la pizca de algodón.

“Iban al otro lado del cerro, allá lejos. Ella era la mayor y tenía muchos hermanos, cuando regresaba de trabajar recogía tunitas rojas en la botella del agua para llevárselas a sus hermanos. Esas vivencias son las que hacen que uno le ponga ese sentimiento al canto”.

Cuando interpreta “La redonda luna”, Ofelia recrea y siente lo que dice la canción porque habla de experiencias que le resultan conocidas.

$!Anterior alineación de Cardencheros de Sapioriz cantando en el Teatro de la Ciudad en la CDMX en 2016.

En su letra la canción dice: se fue la luna, se fue mi compañera / y luego vino el lucero / y lo vi brillar en la arena. La cardenchera vive estos versos en el medio rural y cree que quienes nunca han visitado la comunidad, no lo entenderían.

“Si tienen la oportunidad de salir de la ciudad a donde no hay energía eléctrica, verán que lo que dice la canción es tal cual. Se va la luna, oscurece, pero viene el lucero y si están en un lugar donde no hay energía eléctrica, van a darse cuenta de que la luz del lucero se arrastra en el cielo”, describe.

“Las canciones hablan de los astros, de los tiempos, por ejemplo, para cortar maíz tenían que esperar a que hubiera luna llena; para cortar un palo que sirviera para hacer un azadón o pala, también tenía que haber luna llena, porque si no el palo se apolillaba, no servía. Igual para cortar frijol, había que esperar luna llena para hacer los cortes de la cosecha”.También recuerda otra canción, “Salí de México”, que menciona las estrellas. En su letra dice que un hombre se va de su pueblo guiado por los astros: Traigo de guía / hasta llegar a mi tierra: / las cabrillas, los Tres Reyes, / esa estrella marinera.

Son cantos melancólicos por naturaleza, por la necesidad, de pensar si sus hijos se quedaron sin comer muchas noches”. Ofelia Elizalde García, primera mujer de canto cardenche.

“Era gente sin preparación académica, pero con un gran conocimiento de los tiempos: cuándo sembrar, cosechar, cuándo ponerle agua a la labor, cada cuándo trabajarla con sus animales y herramientas”.

Para Ofelia esta forma de vivir le imprime sentimiento a lo que cantan y les hace darle una intención distinta a su voz. A ella no le cabe duda de que las canciones fueron compuestas por campesinos de su comunidad en momentos de tristeza, cansancio o necesidad.

TE PUEDE INTERESAR: Canto Cardenche, tan doloroso como una espina en el corazón

“Es que, por la manera de cantarse, me los imagino diciendo: ‘vamos a meterle esto’, y así le iban agregando otros versos. Tal vez así compusieron las canciones, no sé quién ni cuándo, pero sé que fueron vivencias que recordaban en sus noches de tristeza, porque como decía mi hermano, en aquellos tiempos las personas no tenían ni siquiera el derecho de hablar, eran manejados por un capataz, se escondían hasta para cantar porque no tenían derecho a expresar lo que sentían. Son cantos melancólicos por naturaleza, por la necesidad, de pensar si sus hijos se quedaron sin comer muchas noches, imagínese qué tristeza para un padre. Cantar era su manera de expresarse y sacar lo que traían adentro”.

$!El canto cardenche se enseña de generación en generación. En la imagen, Guadalupe Salazar Vázquez (izquierda) e Higinio Chavarría, dos voces cardencheras.

En las letras de las canciones se siente lo vivido. Para la integrante de la agrupación es muy positivo que haya personas interesadas en aprender este canto.

“Nos da gusto porque si ya no va a ser aquí, será en otro lado, pero les falta el conocimiento de vivir una semana aquí en la comunidad”, expresa. “Ahorita ya no es nada, estamos bien, pero antes era por la plena necesidad, nos manejaban a su antojo, no les daban dinero, les pagaban con un vale para que fueran a las tiendas de raya por maíz, frijol, café, azúcar. ¿Y qué harían con eso?”

“Fue duro antes de que se hiciera el reparto agrario. Cuando a algunos les dieron su tierrita, la vida cambió un poco porque no tenían con qué sembrar, ¿qué hacían? No tenían dinero, herramienta, semillas, ni nada. Buscaban quién les sembrara su labor y como no sabían nada, el que sembraba les daba lo que quería. Pero como quiera, ya era otra entradita, un poco más de movimiento”.

Su padre trabajaba en los sectores, “allá lejos” y ella iba a caballo a llevarle comida.

“Me iba por la orilla de la carretera. Les digo a mis hermanas: ¿ustedes le llevaban de comer a mi papá? Por eso yo era la consentida”, cuenta riéndose.

La casa de Ofelia está enfrente del panteón de Sapioriz. “Aquí vivo pegadita a los difuntos”. La narrativa de los recuerdos de su infancia cambia de tintes en su voz. “Mi hermano Fidel siempre decía que había mucha pobreza. A mí no me gusta contar eso, todo lo recuerdo con mucho cariño y como decía mi papá: quisiera que esos tiempos volvieran”.

Entre sus memorias están las noches que dormían en el patio de la casa de sus padres, que está en la parte vieja o fundacional de Sapioriz.

“En el verano mis papás ponían lo que tenían en el patio: una cobija o lo que hallaran; éramos muchos, todos ahí en montón. Cuando uno es adulto, completa con pocas horas de sueño, recuerdo que oscura la mañana, como a las 5, mis papás despertaban y empezaban a cantar quedito, decimos que entonaban y el que iba despertando se ponía a escuchar. Por eso desde niños conocimos el cardenche”.

Sus abuelos vivían en la labor. A la orilla del rancho está el canal y ellos vivían del otro lado, su abuela tenía un surco de parras que daba muchas uvas, así como un jardín de flores. Su abuelo era ejidatario y a veces iba al cerro a cazar, casi siempre volvía con carne de venado. Tenía trampas para atrapar jabalíes y zorros. Recuerda que en la labor había árboles muy grandes.

“Mi hermano y yo nos subíamos a los mezquites y nos poníamos a cantar”, comparte.

Cuando tenía 18 años se inscribió a un curso de corte y confección en la escuela.

“Del grupo que aprendió sólo yo ejercí, como mi mamá era integrante de la Confederación Nacional Campesina (CNC), al finalizar el curso dejaron una máquina y una mesa de corte en la casa, para las que quisiera practicar”.

Como nadie siguió, Ofelia aprovechó y empezó a generar ingresos con su oficio. En esos años las escuelas cambiaban los uniformes cada año y también venían a buscarla de otras comunidades para confeccionarles vestidos.

“Luego me casé y mi suegro me regaló otra máquina que me duró añales. Me harté de coser, de tanto. Yo hice mi vestido de novia, hacía vestidos de quinceañeras, de todo”.

LAS MUJERES DE SU VIDA

Ofelia recuerda que su madre y su tía siempre andaban juntas.

“A mi mamá le gustaba mucho el campo, creo que eso lo heredé de ella, ahí está la prueba (señala un cesto con ejotes recién cortados). Me gusta mucho la labor: plantar, cosechar junto con mi esposo, andar ahí. Me gusta vender lo que cortamos, hago bolsas de chile y si no hay quien lo venda, agarro una bolsa y me voy. Bendito Dios que ahorita no tengo la necesidad de hacerlo porque mi esposo tiene un sueldo seguro, es músico, pero a mí me gusta”.

Cada vez que habla de sus recuerdos el rostro se le ilumina, recorre sus memorias como quien camina por un museo de piezas preciosísimas.

“Mi mamá era la que acarreaba leña a la casa, juntábamos dos atados de tercio, la echábamos arriba del burrito, se subía ella y después yo, o si era mucha, ella caminaba un rato y luego yo me subía otro rato.

A veces íbamos lejos, allá para el río o atrás de los cerros, a veces también iba mi tía. Si se nos hacía oscuro, no teníamos miedo porque sabíamos que alguien nos iba a encontrar, ya fuera mi papá o Fidel, teníamos un caballo y como para allá está silencio, se escuchaban las pisadas del caballo y sabíamos que ya venía uno de los dos a encontrarnos”.

Ofelia solía ir a lavar al río con su hermana mayor. Recuerda que ella trabajó limpiando casas desde los 14 años en la ciudad.

“Mi hermana me compraba lo que le pidiera, no quería que yo fuera a trabajar y sufrir como ella”, cuenta. Las dos se casaron “grandes” para la época. La mayor contrajo nupcias a los 25 y ella a los 24.

“Aquí a los 15 años se iban”.

LAS PASTORELAS ACARDENCHADAS

En la historia del canto cardenche las mujeres siempre tuvieron un papel protagónico. En Sapioriz se hacía una pastorela donde participaban mujeres. La peculiaridad es que el canto era acardenchado, así como los cantos de iglesia y del rosario.

“Aquí se hacían las posadas religiosas y los cantos eran acardenchados, ahí sí nos dejaban cantar porque íbamos a la iglesia. Mi mamá y mi tía siempre andaban, yo las acompañaba a cantar los misterios del rosario, gracias a Dios todo lo que sabía mi mamá yo lo aprendí”.

La cardenchera dice que las posadas son lo más difícil que ha cantado, sobre todo la parte de los peregrinos, le parecen incluso más difíciles que el cardenche.

“El canto cardenche tiene un grado de dificultad diferente en cada canción. Y el canto de las posadas es el mismo canto, pero a mí se me hace que tiene un mayor grado de dificultad, ese también es un canto único, nadie lo aprendió después de que mi mamá y mi tía ya no estuvieron. Había otra señora que aprendió poquito, todavía vive, sólo quedamos ella y yo. En la iglesia participo en el grupo de adoración nocturna y les propuse enseñarles las posadas, porque no quiero cantar las modernas. La letra es la misma, lo diferente es la tonada. Total, tuve que ceder a las posadas modernas porque no había quién, la otra señora se enfermó y no puede caminar. Me torcieron ahora sí, a mis hijas tampoco les ha dado por nada de esto”.

Ofelia confiesa su preocupación por que esta tradición se extinga.

“No quiero que se acabe porque nadie quiso aprender. Sería bueno si este año nos preocupáramos por esto. Éramos seis mujeres: mi tía, mi mamá, una tía de Higinio, otra señora que aún vive, pero está en silla de ruedas, una hermana de ella y yo. Mi papá era pastor, yo fui Gila unos ocho años, en ese entonces la pastorela estaba bien formada, como tenía que ser”.

INVITACIÓN A CANTAR CARDENCHE

Cuando su hermano Fidel la invitó a unirse al grupo, le dijo que su ventaja era que conocía las melodías, que era lo más importante. Como las letras están escritas, son más fáciles de aprender. Ofelia le contestó que tenía que consultarlo con su esposo y ver si estaba de acuerdo.

“Tengo un esposo muy buena persona, le dije que mi hermano me invitaba para ayudarles y me dijo que como yo me sintiera: ‘si tú crees que puedes, pues éntrale’”.

Acerca de los orígenes del canto cardenche, Ofelia dice que su abuelo materno sí cantaba, pero su abuelo paterno no.

Recuerda que su papá lo aprendió de otras personas de la comunidad, no de su abuelo. Cuando su papá ya había muerto, su mamá cantaba y ella le hacía la segunda; su tía materna, Otilia, también cantaba con ellas.

$!Cardencheros de Sapioriz: Guadalupe Salazar Vázquez, Higinio Chavarría y Ofelia Elizalde representan la tradición cardenche en los nuevos tiempos. Voces que enriquecen la canción cardenche.

“Como a las seis de la tarde, salían a la banquetita en la sombra, se sentaban y se ponían a cantar. En sus últimos días, mi mamá ya enferma en la cama todavía cantaba, de hecho, hay una canción que ella recordó: ‘La redonda luna’, esa no la tenían ellos. Mi hermano estaba sentado afuera de la casa y escuchó que estaban cantando algo que él no se sabía, las dejó que terminaran y luego le pidió a mi mamá que la cantara otra vez para aprendérsela y compartirla con los demás”.

Por ese motivo, esa canción encierra sentimientos muy fuertes para ella, ya que su mamá — que tenía 93 años cuando falleció— se las enseñó.

Nadie sabe desde cuándo existe el canto cardenche, quién compuso las canciones, ni quiénes fueron los primeros. Nosotros decimos que nuestros padres y otras personas más grandes que ellos que ya cantaban”.

Sobre la inclusión de Ofelia, Guadalupe Salazar Vázquez —voz de arrastre—, comenta que para él nada ha cambiado.

“Me he sentido bien, he vivido tres cambios con éste. Anduve con unos y luego se acabaron; luego seguí con los otros y ya se acabaron también. Ahora ando con ellos y me siento a gusto de todos modos”, expresa.

El otro día les dije: ‘hasta que ustedes quieran, cuando no me quieran porque estoy viejo, pues ya’. Tengo 76 años. La voz de Ofelia es la misma que daban los otros. Sentir que una mujer anda con nosotros es algo diferente, pero en las voces se siente igual”. Guadalupe Salazar Vázquez, voz de arrastre en Cardencheros de Sapioriz
$!Cardencheros de Sapioriz desean que la tradición no se extinga. Que surjan nuevas voces que mantengan vivo este canto de la Comarca Lagunera.

Al respecto de este tema, Higinio Chavarría Romero —voz fundamental—, dice que para él ha sido muy práctico trabajar con Ofelia.

“Desde que entró me di cuenta de que podía acoplarme a cantar con la señora, porque no con cualquier persona te acoplas a cantar, es un poco extraño. Por ejemplo, tengo un tío con quien me resulta difícil acoplarme, él canta de una manera muy rebuscada, como los cardencheros auténticos, ya está viejito, él cantaba con el papá de Ofelia”, comenta.

“Los cardencheros originales cantaban muy difícil, les daban muchos adornos y vueltas a los cantos, los hacían más complicados, nosotros ya no conservamos mucho eso. Y con la señora Ofelia me he acoplado, cantamos muy bien y estamos contentos. Mis tías interpretan cantos religiosos que también tienen un toque acardenchado”.

LA TRANSMISIÓN ORAL

A Fidel, el hermano de Ofelia, también le encantaba cantar. Él les encargó que no dejaran de hacerlo y que trataran de que otros jóvenes se enseñaran porque si no, esto se iba a acabar.

“Hay personas que han aprendido en el taller que damos cada semana. En enero 2022 fuimos a Torreón y vinieron tres o cuatro personas no recuerdo de dónde, Puebla o México, y cantaron pastorela, porque era un evento de ese tipo de canto”.

La documentalista española Marta Ferrer comenta que “Higinio Chavarría, uno de los jóvenes aprendices de los talleres que los Cardencheros fueron impartiendo, sustituyó la voz alta y primera, cuando Genaro falleció y don Toño ya no pudo cantar más y ha sido una persona clave para la continuación de la tradición. Hace relativamente poco se incorporó también al grupo la hermana de Fidel, Ofelia, quien ya cantaba en las pastorelas haciendo la voz contra alta y requinta y se convirtió en la primera mujer en la historia que integra un grupo de canto cardenche. Ella es otra apasionada del canto, como su hermano, su mamá y su tía y nos da mucha esperanza para que rinda memoria a Fidel y siga la lucha de mantener viva la tradición”.

Ofelia es la primera mujer de su comunidad en subir al escenario a cantar cardenche. Antes, otras mujeres de su comunidad lo han cantado, pero nunca frente al público en un teatro, centro cultural o en algún otro recinto.

TAMBIÉN TE RECOMENDAMOS: Diseño de futuros: cómo las tendencias, la ciencia ficción y los datos reales construyen caminos posibles

La intérprete comparte que el taller ha servido y que actualmente tienen un grupo nutrido (alrededor de veinte personas). También puntualiza que en su mayoría son mujeres quienes lo integran.

“Son de lejos, de diferentes partes. Fuimos a México al ‘Son para Milo’ (encuentro de música tradicional mexicana) y ahí conocieron a otras personas que hace tiempo tomaron el taller y que ya aprendieron. Sí ha dado resultados, pero tristemente como dice el dicho: nadie es profeta en su tierra, ¿cómo puede ser que personas de tan lejos estén interesadas pero nuestra comunidad no?”.

La cantante puntualiza que en Sapioriz hay más personas que conocen el canto y que han participado en los talleres impartidos en la localidad, pero no quieren dedicarle tiempo a seguir aprendiendo.

“Ahora que falta mi hermano puede integrarse otro de los que saben de la comunidad, no sé qué va a pasar, si vamos a seguir los tres o si Higinio buscará a otro de los que cantan, porque sí hay”.

Al respecto, Marta Ferrer comparte: “La integración de Ofelia en el grupo fue una gran noticia. El canto cardenche siempre fue una tradición de hombres. Eso no significaba que las mujeres, de alguna manera fueran partícipes, pues muchas de ellas sabían las canciones, como Mariana y Otilia García, madre y tía de Fidel. Ellas eran realmente unas apasionadas del canto, y en ellas pude ver realmente la esencia de lo que había sido el canto unos años atrás”.

La intérprete comparte que el taller ha servido y que actualmente tienen un grupo nutrido (alrededor de veinte personas). También puntualiza que en su mayoría son mujeres quienes lo integran.

“Son de lejos, de diferentes partes. Fuimos a México al ‘Son para Milo’ (encuentro de música tradicional mexicana) y ahí conocieron a otras personas que hace tiempo tomaron el taller y que ya aprendieron. Sí ha dado resultados, pero tristemente como dice el dicho: nadie es profeta en su tierra, ¿cómo puede ser que personas de tan lejos estén interesadas pero nuestra comunidad no?”.

La cantante puntualiza que en Sapioriz hay más personas que conocen el canto y que han participado en los talleres impartidos en la localidad, pero no quieren dedicarle tiempo a seguir aprendiendo.

“Ahora que falta mi hermano puede integrarse otro de los que saben de la comunidad, no sé qué va a pasar, si vamos a seguir los tres o si Higinio buscará a otro de los que cantan, porque sí hay”.

Al respecto, Marta Ferrer comparte: “La integración de Ofelia en el grupo fue una gran noticia. El canto cardenche siempre fue una tradición de hombres. Eso no significaba que las mujeres, de alguna manera fueran partícipes, pues muchas de ellas sabían las canciones, como Mariana y Otilia García, madre y tía de Fidel. Ellas eran realmente unas apasionadas del canto, y en ellas pude ver realmente la esencia de lo que había sido el canto unos años atrás”.

$!Ofelia es la primera mujer de su comunidad en subir al escenario a cantar cardenche.

“Pero anteriormente las mujeres no cantaban en los grupos de Cardenche porque ‘era una cosa de hombres’ y nos contaban que fueron aprendiendo las canciones desde el encierro en sus casas, mientras los hombres cantaban en el exterior. También nos contaban que aprovechaban para cantar entre ellas mientras salían a buscar leña en el cerro o en la intimidad de sus recámaras”.

“La música refleja la cosmovisión de una comunidad y las propias letras de la canción cardenche reflejan esta sociedad machista y patriarcal, que era muy común en los pueblos de México y diría que de la mayor parte del mundo”, explica.

“Afortunadamente esto ha ido evolucionando y los propios Cardencheros han experimentado un cambio de paradigma al ir saliendo del pueblo para dar conciertos, viajar. Ellos mismos siempre decían que hasta ahora no se habían dado cuenta de lo machistas que podían ser algunas de las canciones que cantaban, y que las preguntas y debates que se generaban en los conciertos les hizo reflexionar muchísimo sobre sus dinámicas en el pueblo y su relación con las mujeres de su propia familia. Quizá eso también propició que invitaran a Ofelia a formar parte de los Cardencheros de Sapioriz, valorando por encima de todo su capacidad de canto, así como su voz contralta y requinta, que no se escuchaba desde Genaro Chavarría”.

$!Ofelia Elizalde García, Guadalupe Salazar Vázquez e Higinio Chavarría, historia

“El canto cardenche ha dado un paso evolutivo muy importante con Ofelia. Y mi opinión es que una tradición está viva cuando es orgánica, se transforma y se adapta al mundo que le rodea, pues finalmente la cultura y las tradiciones son como los documentales, que reflejan y nos hablan del mundo en el que habitan. Seguramente Ofelia aportará cosas muy interesantes al canto. Y estoy segura de que su aportación será un hilo de esperanza para la supervivencia de esta tradición única y maravillosa”.

La canción cardenche favorita de Ofelia es “No hay como Dios”. Y también “La redonda luna”, que le trae el recuerdo de su madre. Ofelia recuerda su pasado con alegría.

“En mi mente no quiero recuerdos tristes de mi niñez, aunque haya sido la más pobre de la comunidad”, cuando lo dice hay firmeza en su voz.

“Así ha sido mi vida en Sapioriz. Pues aquí estamos, yo también ya estoy grande y no iré a aguantar tanto, ¿verdad? Pero hasta donde pueda los seguiré ayudando, ojalá mientras haya más personas que canten. Hay uno que canta bien y le gusta, le dijo a Higinio que va a venir. Él vende gorditas, pero canta bien. Aquí seguimos con el canto cardenche”.

COMENTARIOS