Cata Domínguez y otros traidores de clase
COMPARTIR
El pasado fin de semana la polémica envolvió al futbolista de Cruz Azul y hasta el 2022 de la Selección Mexicana, Julio César Domínguez.
El pasado fin de semana la polémica envolvió al futbolista de Cruz Azul y hasta el 2022 de la Selección Mexicana, Julio César Domínguez luego de compartir en sus redes sociales fotografías de la fiesta que le organizó a uno de sus hijos en la que se hizo una clara y abierta apología al narcotráfico. En las imágenes que el propio jugador publicó en su cuenta de Instagram se aprecia a varios jóvenes con armas de juguete pero con la particularidad de tener gorras con la leyenda “Chapiza” -nombre con el que se le conoce a los miembros del Cártel de Sinaloa- y “JGL” iniciales del ‘Chapo’ además de pasamontañas en poses apuntando a la cámara.
En días recientes mucho se ha hablado de lo reprobable de las acciones del defensor mexicano por no tener la sensibilidad de cometer un acto de esa magnitud, además a pocos días de que la detención de Ovidio Guzmán desató la violencia en el estado de Sinaloa, aunque poco se ha analizado de dónde surge esa desconexión por parte de los futbolistas en general con la realidad del país.
Domínguez es originario del municipio de Arriaga en Chiapas y ha tenido una de las carreras más regulares del futbol mexicano luego de debutar en 2006 y desde entonces ser un habitual en el cuadro de Cruz Azul, convirtiéndose en el jugador que más veces ha vestido la camiseta celeste. Lo cierto es que como a prácticamente todos los jugadores que alcanzaron la primera división en México -y más aún con tantos años en ella-, su realidad económica claramente se vio disparada para bien gracias al futbol. Es imposible asegurar que el ‘Cata’ habría vivido en la pobreza de no haber sido futbolista pero también es cierto que para cualquier mexicano en cualquier industria es complicado ganar 24 millones de pesos anuales, cifra que reporta Salary Sport que gana Domínguez en ‘La Máquina’.
Simular o jugar a que eres parte de un grupo del crimen organizado lejos de ser un gesto de vergüenza es desde hace varios años sinónimo de poder, lujos y estatus social. La celebración de lo ostentoso sin importar de dónde viene la riqueza. Nuestros nuevos ricos olvidan que lo son casi por rebote y con muchas circunstancias fortuitas, no se dan cuenta que estuvieron más cerca de vivir la violencia y las consecuencias del narcotráfico como víctimas que como aplaudidores. Esa narcocultura está tan normalizada en la música, videojuegos y series de televisión que un mínimo de privilegio de clase que nos aparte de la misma como víctimas es suficiente para verla de lejos, como una ficción de la que incluso podemos hacer fiestas infantiles, como si se tratara de Spiderman o Peppa Pig.