Opinión: El problema de idealizar a las ‘supermamás’ olímpicas
COMPARTIR
Aplaudamos a estas valientes y decididas madres atletas, pero también recordemos que están triunfando a pesar de que la sociedad les ha fallado.
Por Lindsay Crouse
Felizmente, este año abundan las historias de éxito de madres que son atletas olímpicas estadounidenses: después de tener una niña en enero, Aliphine Tuliamuk representará a Estados Unidos en el maratón olímpico, junto con Sally Kipyego, que tiene dos hijas pequeñas. Cuando las velocistas Quanera Hayes y Allyson Felix clasificaron para los Juegos Olímpicos, llevaron a sus bebés de brazos a la pista para celebrar, y el momento se ha reproducido una y otra vez en pantallas de todos los tamaños.
Lo entendemos: la maternidad es motivo de celebración en los deportes de élite. Pero a veces toda esa buena voluntad empaña la realidad.
El lenguaje de empoderamiento que rodea a la maternidad puede ocultar los obstáculos a los que se enfrentan las atletas cuando intentan hacer su trabajo. Incluso cuando elogiamos a las madres deportistas diciendo que son “imparables” y “madres fuera de este mundo”, nuestro sistema actual pone en riesgo el sustento de las atletas cuando tienen hijos.
En una serie de reportajes de 2019, de la sección de Opinión de The New York Times las corredoras olímpicas Alysia Montaño, Kara Goucher y Felix denunciaron a una industria deportiva que celebraba en su mercadotecnia la decisión de las mujeres de tener hijos, pero les recortaba el sueldo cuando se perdían carreras por estar embarazadas o dar a luz (yo produje la serie.) Desde entonces, Nike ha cambiado sus contratos para incluir protecciones para las mujeres embarazadas.
Eso está muy bien. Pero el verdadero problema nunca fueron los patrocinadores corporativos ni los comités olímpicos ni los organismos rectores del deporte, sino una nación que deja que esas entidades establezcan las reglas, todo ello mientras se lamenta por la caída de los índices de natalidad y deja a las madres vulnerables a los caprichos de sus empleadores, haciendo poco por asegurarles atención médica, financiera o social.
Estados Unidos es el único país avanzado que no exige que se pague una licencia de paternidad. Los cheques para los padres del gobierno de Joe Biden son un paso en la dirección correcta, pero todavía hay demasiados padres que se quedan sin maneras viables de mantenerse a sí mismos y a sus familias.
La manera en que la sociedad trata a las madres deportistas es importante porque los deportes reflejan nuestra cultura; eso es lo que hace que los atletas sean agentes de cambio tan poderosos, ya sea un hombre negro que se arrodilla en un campo de fútbol o las jugadoras de baloncesto universitario que cuestionan por qué sus gimnasios para hacer pesas son tan raquíticos comparados con los de los hombres.
Montaño luchó contra su patrocinador para seguir cobrando su sueldo mientras se ausentaba de carreras por el embarazo y la recuperación posparto; y Estados Unidos sigue sin garantizar a las mujeres la licencia por maternidad remunerada. La estrella del tenis Serena Williams casi muere después de dar a luz; en Estados Unidos, las mujeres de color todavía son cerca de tres veces más propensas que las mujeres blancas a morir por una causa relacionada con el embarazo. Goucher volvió a la pista una semana después de dar a luz para prepararse para el Maratón de Boston y en nuestra cultura las mujeres todavía no tienen derecho a tomar el descanso por maternidad que necesitan después del parto.
Nadie dice que compaginar la maternidad con las competencias deportivas de alto nivel no sea en esencia difícil, ni que las atletas que lo logran no sean sino una inspiración. Sin embargo, las madres necesitan apoyo, no solo aplausos.
Con poderosas imágenes de atletas femeninas que logran grandes hazañas, Nike instó a las mujeres a “soñar a lo grande”, pero deberíamos soñar aún más a lo grande: lograr que este país garantice las prestaciones sanitarias, el permiso de maternidad y la atención médica igualitaria y de calidad para todas.
Después de que Felix tuvo la valentía para denunciar a Nike, se unió a Athleta, trabajó con su nuevo patrocinador para crear becas para madres que son atletas con necesidades de cuidado infantil. Fue un poderoso ejemplo de activismo y también algo de lo que no tendría por qué hacerse cargo, en particular no de manera adicional al trabajo que ya tiene, que era llegar a las finales de sus quintos Juegos Olímpicos (misión cumplida).
Los patrocinadores de calzado deportivo como Nike son fuentes de ingreso fundamentales para las corredoras profesionales y Felix no firmó contrato con otra empresa dedicada a este ramo. En cambio, hace poco fundó su propia empresa, llamada Saysh. En un comercial de su marca, aparece con sus medallas olímpicas en el cuello y muestra la cicatriz de su cesárea. La imagen es un vívido recordatorio de que, a pesar de todos los aplausos para las madres atletas, dar a luz es una experiencia que cambia tu cuerpo, y tu vida, para siempre.
Así que, sí, aplausos para Felix y todas las demás madres valientes, decididas y talentosas que desafían las limitaciones que se les imponen. Pero recuerden que están triunfando a pesar de que nosotros les hemos fallado. La innovación suele estar impulsada por la necesidad de superar barreras y nuestra sociedad creó esas barreras. Eso no ha cambiado.
c.2021 The New York Times Company