Peligroso fundamentalismo en Pumas
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Pumas divierte mucho, pero sus aficionados ya están crispados y hartos de no sumar de a tres
Cuando era niño, estaba obsesionado con las casas con techo a dos aguas. La verdad, no entendía cómo es que existían viviendas con otro tipo de cubierta.
Un día, mientras acompañaba a mi papá a la inspección de un terreno en donde debía construir una casa, después de aburrirme un buen rato, le pregunté lo siguiente: “¿Le vas a poner techo a dos aguas, verdad?”
Él, a sabiendas de mi fijación con ese estilo de casas, me observó pacientemente y me explicó que —en ese momento— eso era lo menos relevante y que antes de lo estético, había que determinar lo técnico.
Evidentemente, puse cara de menso, y al percatarse se explayó y me expuso que lo primero que debía hacer era analizar el tipo de suelo para decidir cómo cimentar la casa, y que eso era más relevante, porque “de qué te sirve una casa hermosa si se va a caer”. A mí, todo eso me dio igual y seguí imaginando que ahí se edificaría una casa con techo a dos aguas, como Dios manda.
En el futbol, indudablemente, todos soñamos con que nuestro equipo juegue como el Barcelona de Josep Guardiola o el Arsenal de Arsene Wenger.
Pero, hasta esos conjuntos, que llegaron al culmen de la estética, estaban bien cimentados. Y los cimientos en el futbol se encuentran en la zona baja.
Lo menos atractivo del juego es defender, pero es tan importante como atacar. Tan es así, que Italia convirtió en un arte la defensa y así ganó cuatro Mundiales.
Rafael Puente del Río no puede seguir obviando esa fase del juego. Su propuesta es atractiva, divertida y espectacular; de eso no hay duda, pero también es un hecho que, sin resultados, su proyecto tiene los días contados. Contra Puebla jugaron con 10 desde el minuto 20 y así lograron el empate, ¿no era suficiente? Para Puente, no. Y así le fue.
Una cosa es el discurso que se vierte desde los medios de comunicación (nosotros jamás perdemos un partido) y otra cosa es la realidad en la cancha. A Puente, le está ganando el fundamentalismo ofensivo, y eso le puede costar el trabajo. El domingo, un empate era bueno, pero decidió buscar un triunfo y terminó goleado.
Insisto, una cosa es lo que Rafa Puente exponía como analista y otra, diametralmente opuesta, es lo que debe hacer como entrenador. Él entiende el juego así, pero necesita de resultados para ganarse el crédito suficiente para soportar una derrota como la de anteayer.
Porque Pumas divierte mucho, pero sus aficionados ya están crispados y hartos de no sumar de a tres. El juego bonito obsesiona a Rafa Puente, pero deberá convertirse en un arquitecto y preocuparse más por los cimientos que por lo demás, si es que pretende hacer huesos viejos como DT.
Adendum. “Odio al Cruz Azul”, me escribió Knut cuando cayó el tercero del Mazatlán.