Adaptarse a la tecnología en la educación es necesario y no admite prejuicios: entrevista con Antonio Franco, docente con 20 años de experiencia

El cambio es una constante en la educación. Ya sea en la obtención de conocimientos, en la formación de habilidades, en la aptitud de los estudiantes, en el rol de los maestros y ahora, más que nunca, en relación con la tecnología

27 julio 2024
Adaptarse a la tecnología en la educación es necesario y no admite prejuicios: entrevista con Antonio Franco, docente con 20 años de experiencia

Juan Antonio Franco Valdez es un apasionado de la educación que intercala su vocación por la docencia con su experiencia en derecho. Pero que la pasión sea el hilo conductor, no quiere decir que no existan desafíos. En particular cuando tiempos como los actuales planean cambios constantes.

Su trayectoria abarca desde la enseñanza en preparatoria hasta la maestría, y se nutre con su trabajo en investigación y administración educativa. Esas décadas de conocimiento lo que lo hace reflexionar de manera particular sobre la incorporación de nuevas tecnologías que se afianzaron a partir de la pandemia en el 2020.

Además de ser licenciado en Derecho por la Universidad de Monterrey, Franco cuenta con dos maestrías y un doctorado obtenidos en instituciones internacionales. Durante aproximadamente 20 años, ha transmitido su conocimiento a nuevas generaciones y a estudiantes que buscan avanzar académicamente, aprovechando las nuevas alternativas educativas que han surgido los últimos años, cuya adaptación ha sido un reto generalizado.

Actualmente, trabaja como Máster en la Universidad de La Rioja en España y la próxima semana impartirá clases en el Tecnológico de Monterrey.

Según Franco, uno de los cambios más notables es la democratización del acceso a la educación: la expansión de universidades y el avance tecnológico han facilitado el acceso a estudios superiores, beneficiando a aquellos que, por razones económicas o de tiempo, no pudieron estudiar antes.

En medio de sus labores educativas, Antonio Franco hace un espacio para conversar con nosotros en A La Vanguardia acerca de los cambios y desafíos en la educación.

$!Antonio Franco es de esos docentes que vive la educación dentro y fuera del aula, con los alumnos, sí, pero también con sus colegas. Docentes que además de enfocarse en sus materias, reflexiona sobre los cambios, las generaciones, la tecnología y cómo estos factores definen el presente educativo y nos ayudan a vislumbrar un futuro.
¿Cuál ha sido tu experiencia impartiendo clases en línea y haciendo uso de las nuevas tecnologías?
Desde hace mucho he trabajado de esta manera a nivel preparatoria, licenciatura y maestría. Me ha tocado usar plataformas casi desde que empezaron a surgir a inicios de los 2000. También con la pandemia empezamos con los formatos sincrónicos y con las aulas virtuales.
Entonces yo estaba dando clases en la Universidad Iberoamericana (en Torreón), pero estaba aquí en Saltillo. Entonces empecé a dar clases en línea. Por eso tuve la oportunidad de practicar un poquito antes de la llegada del Covid-19, cuando ya tuvimos que pasar todas las clases a formato en línea.
Esperábamos que cuando las cosas se empezaran a normalizar iba a bajar mucho el uso de las aulas virtuales, pero fue al revés: sí regresaron las clases presenciales, pero notamos que a los estudiantes de nivel posgrado le gustó y lo pedían.
Luego ya empezamos con los formatos híbridos: debías tener todos tus salones con equipo para transmitir por si la gente quería estar presencial o por si querían tomarla en línea.
Por lo menos, en mi experiencia en maestría, como muchos alumnos estaban ocupados en sus trabajos o con sus familias, comenzaron a preferir las clases virtuales. Este modelo se disparó y permaneció sobre todo por los que son trabajadores.
¿Cuánto tiempo tienes empleando nueva tecnología y las clases sincrónicas?
Desde hace unos 20 años. Empecé a trabajar como docente en el Tecnológico de Monterrey y en aquel tiempo usaban plataformas que ahorita son comunes o que ya han desaparecido para dar paso a nuevas.
Por ejemplo, en aquel entonces utilizaban el Blackboard que no todas las escuelas la tenían y se utilizaba como un complemento. No era la forma de dar la clase, sino que era una herramienta de apoyo.
Me tocó el tiempo en que eran nuevas y la verdad es que sí había mucha resistencia.
En alrededor de 20 años hasta la actualidad, ya todas esas plataformas se han vuelto casi obligatorias, en muchas universidades.
Ahora no solo las conocen, sino que de cierta manera las exigen porque ya están acostumbrados a tener esa herramienta. Ya es común que todos los profesores las tengan y también ya nos gustan. La mayoría la usan sin problema.
¿Consideras que este cambio ha sido una ventaja para la educación?
Sí. En la pandemia hasta los que no estaban familiarizados con la tecnología se adaptaron y después a muchos les gustó.
En ese momento yo trabajaba en la Dirección de Ibero Saltillo y teníamos muchos maestros que venían de otras partes de la República y a veces resultaba más práctico también para ellos transmitir la clase en línea. Antes de la pandemia esta opción era reservada para situaciones excepcionales.
La democratización del acceso a la educación ha sido uno de los cambios más notables.
¿Las plataformas y nuevas tecnologías revolucionaron la manera de educar?
En algunos aspectos, sí. Se ha vuelto mucho más organizada la manera de estructurar una clase, porque la plataforma te obliga a considerar con mucha anticipación fechas, trabajos y materiales de lectura. Ha sido muy una herramienta valiosa en el sentido de la planeación.
Es muy acertado decir que han evolucionado. Al principio las plataformas eran accesorios a la clase, pero con el tiempo también se han vuelto “las clases”.
Ya hay programas que son completamente en línea y ahí se revirtió el rol.
Yo creo que lo mejor es el autoaprendizaje, pero también creo que no puedes prescindir de los maestros. Entonces ahí es donde puede haber cierto riesgo, si se abusa si no están bien planeados los contenidos y la forma de impartir las actividades. Ahí puede llegar a haber ciertos riesgos.
Hay quienes consideran que las clases en línea suponen un riesgo para el aprendizaje. ¿Compartes esta idea?
Yo creo que como en todo modelo educativo, puede haber áreas de oportunidad, pero si está bien planeado, puede llegar a ser tan provechoso como una clase presencial.
Antes de que se comenzaran a popularizar había cierto estigma. Por ejemplo, si llegaba alguien con una maestría en línea se pensaba que este no tenía el mismo valor que una presencial.
Al principio eso tenía que ver más con la novedad del formato, ahora es al revés.
Como usuario, como alumno y como profesor, en las clases en línea ha habido cosas que considero que son mejores o más enriquecedoras.
Por ejemplo, en el caso de este trabajo que estoy realizando con España tengo la oportunidad de tener alumnos de todas partes del mundo, lo cual a mí como maestro me resulta muy enriquecedor y mis alumnos igual. Ellos tienen profesores de todas partes del mundo cosa que antes solo podías hacer presencialmente en un puñado de universidades.
¿Hemos perdido algunas cosas importantes en esta transición al mudar la educación a formatos en línea?
Tal vez sí. Una puede ser el papel de maestro como orientador o como mentor porque inevitablemente cuando tú estás enfrente de un grupo por una cantidad de tiempo importante, digamos un semestre, llega a haber cierta conexión o vínculos. Es muy común que los alumnos se te acerquen y tengan alguna pregunta o busquen una guía. No es que eso no se pueda dar en línea, pero hay menos oportunidades porque esas son, finalmente, interacciones que luego se dan de pasillo o después de clase.
Hay profesores más abiertos al respecto: se termina la clase y dicen “aquí me voy a quedar conectado para quien tenga alguna duda o si alguien quiere comentar algo” y surgen este tipo de interacciones.
Otro riesgo que he notado es la indiferencia sobre todo con jóvenes que están estudiando la licenciatura por primera vez o el bachillerato. Caen en una apatía. Por ejemplo, cuando estás en una clase de maestría, la mayoría de los alumnos tienen la cámara encendida voluntariamente y cuando estás en una clase de licenciatura, te sientes en una sesión espiritista. “¿Hay alguien ahí?”. Y nadie contesta.
¿Es una barrera para la educación la falta de interacción social?
No una barrera, pero sí tiene repercusión porque hay una parte de la educación que es formativa.
Si se puede perder esa idea de que socialicen con sus compañeros, que es muy importante, porque el debate también es parte de su proceso formativo.
Cuando estás en una clase de maestría, la mayoría de los alumnos tienen la cámara encendida voluntariamente y cuando estás en una clase de licenciatura, te sientes en una sesión espiritista. “¿Hay alguien ahí?”. Y nadie contesta.
Dicho esto ¿considerarías que se puede igualar la calidad de la educación en línea y la presencial?
No es que se iguale, sino que pueden ser modelos que también sean muy beneficiosos juntos.
Hay áreas del conocimiento que son más propicias que otras y también leales. Yo no he manejado grupos más abajo de preparatoria, pero la intuición me dice que ese tipo de alumnos se beneficiarían más de un modelo presencial. Por supuesto no un 100% presencial, ya que deben tener acceso a la tecnología, porque así es el mundo en el en el que viven y estarían en desventaja de no hacerlo.
Pero en el caso de una maestría, pienso que sí se puede, porque en grados de educación superior, hablando de especializaciones como maestrías y doctorados, cuenta muchísimo el autoaprendizaje aun cuando estás de forma presencial.
Junto con las tecnologías han cambiado los modelos educativos. Cuando yo estudiaba todavía era una educación que le llamaban centrada en el maestro, era “lo que el maestro diga eso es”. Y llegábamos solo a escuchar la clase y ahora con la tecnología empezaron a cambiar los enfoques de centrar la educación en el alumno.
En estos nuevos modelos el maestro se convierte en un facilitador: es el alumno quien va a adquirir el conocimiento y tú como maestro nada más lo vas a orientar.
Esto está bien, fomenta el autoaprendizaje y el pensamiento crítico que son habilidades importantes, pero también no debe caer en un extremo o en otro. Porque hay maestros brillantes con 50 años de experiencia que por más autoaprendizaje que yo haga, por mejor investigador que sea, debo tener cierta humildad y reconocer a una persona que ya tiene tantos años estudiando, practicando y haciendo sus propias conexiones del conocimiento. Eso también es valioso.
¿Qué pasa con estos maestros que cuentan con una amplia experiencia y conocimiento, pero no manejan las nuevas tectologías?, ¿es necesario que se adapten?
Sí se tienen que adaptar. Y no tiene que ver con la generación o con la edad. A veces podemos caer en ese prejuicio. Yo conozco maestros de bases de datos que son muy hábiles en el manejo de plataformas. A mí me costó porque yo doy materias de ciencias sociales y la mayoría de mis clases es hablar. Eso ya venía siendo un problema para mí.
Los smartphones también nos vinieron a poner otro reto: tú como maestro llegas queriendo exponer un nuevo dato, pero ellos ya tienen todos los datos en la mano, no se van a impresionar.
Entonces sí se tienen que adaptar y sí cuesta.
Afortunadamente, muchas escuelas capacitan, pero luego para uno como profesor puede ser retador capacitarte en cosas que no conoces o que incluso no tomas en serio.
Ahora hay muchas técnicas de didáctica como una llamada gamificación que es enseñar por medio del juego. Para los que tenemos una formación muy ortodoxa nos daba mucha desconfianza, sin embargo, luego también se aprende de los colegas.
Te tienes que adaptar porque también debes tener esa conciencia de que los alumnos que tienes, sobre todo cuando ya pasas de cierta edad, como en mi caso, ya crecieron de una forma muy diferente a ti y van a un mundo laboral muy diferente al que tú conoces. Si tú no haces ese esfuerzo por adaptarte, vas a seguir chocando con ellos y a lo mejor hasta les puedes causar cierta desventaja en su formación.
Mencionaste que la aparición de los smartphones ha sido un reto para ustedes como maestros, recientemente también se introdujo la inteligencia artificial, ¿qué opinas de esta herramienta en el ámbito educativo? ¿Ha sabido manejarse o también supone un reto para los docentes?
Yo no la he utilizado todavía, pero sí me parece un reto muy grande, porque tiene muchas cosas complejas. Estoy seguro de que tiene muchos usos positivos que yo aún no conozco.
Por ejemplo, en temas de investigación ya se está utilizando y no es que esté mal, porque a lo mejor vas a encontrar muchas cosas con mayor rapidez.
Para una investigación documental en Ciencias Sociales, en cambio, para una tesis de licenciatura hace 60 años ibas a la biblioteca a recopilar libros, si no lo tenían, había que pedir un préstamo a otra biblioteca.
De repente todo se digitaliza. Al principio era súper secreto y solo unos cuantos tenían acceso a la información. Por supuesto los que venían del sistema anterior tenían resistencia al cambio, porque no es lo mismo que oler el libro e irlo a buscar en las páginas.
Para mí, que hago investigación, los sistemas digitalizados con las bases de datos son una maravilla. Tengo acceso a libros que a lo mejor la única copia está en Nueva York y yo aquí lo veo en Saltillo y puedo enriquecer mi tesis.
¿Crees que con la aparición y el uso de las tecnologías se ha perdido e interés de los alumnos por aprender? ¿Podría perjudicar esto a la educación?
Si se hace un mal uso de la tecnología, yo creo que sí es puede ser perjudicial. Alguien que estudia matemáticas y física a alto nivel, pues obviamente no puede hacer los descubrimientos del tipo de investigación que se hace ahora sin la tecnología. Pero también si esa persona no hizo su “talacha”, pues será una persona con conocimiento limitado.
Igual ocurre con las ciencias sociales. Tú puedes tener acceso a muchísima información, pero si no la sabes procesar, si no la sabes discernir, se pierde mucho.
Todos nos estamos acostumbrando a que nos den la información regurgitada sin tener que buscar y pesar que sobre un mismo tema hay “N” posturas. Nos estamos polarizando y nos estamos peleando porque no hacemos eso ese trabajo de investigación, “de talacha”, de equivocarte.
¿Cómo se podría revivir el interés de los alumnos de querer investigar, consumir y aprender?
Yo creo que hay que presentárselos de una manera con la que se puedan relacionar, a veces creen que no les afecta o que no importa, pero eso tampoco es nada más de ahorita. Por ejemplo, a mí me tocaba dar clases de historia desde hace mucho tiempo y siempre tienes un puñado de alumnos que les gusta porque se les hace interesante, pero la mayoría es “¿yo para qué quiero saber eso?”.
Hay que saber conectar con ellos y ahí sí tiene que ser uno muy muy creativo, pero una forma es relacionar el mundo actual.
Una cosa que sí tienen las nuevas generaciones es conciencia global, algo que antes no teníamos tan desarrollada. Se podrían crear enfoques y hacerles ver que no viven en un vacío y un tema no surgió de la nada. Por ejemplo, el feminismo, es muy positivo que muchas mujeres jóvenes estén enfocadas en este tema, cosa que antes no sucedía. Ya que tienen ese interés podríamos enseñarles que el feminismo ya existía antes: atrás había toda esta escuela, toda esta evolución, de esta manera llegamos aquí.
Eso es muy importante porque es pensamiento crítico y si no desarrollamos pensamiento crítico caemos en esta trampa de la narrativa simple de “bueno o malo”, “derecha o izquierda”.
Los smartphones también nos vinieron a poner otro reto: tú como maestro llegas queriendo exponer un nuevo dato, pero ellos ya tienen todos los datos en la mano, no se van a impresionar.
Si se sigue perdiendo este interés de explorar todos estos ámbitos sociales, ¿Qué consecuencias ves?
Veo un futuro en donde se les pueden reducir sus opciones para planes de vida.
Es una paradoja. Mientras van a crecer con muchas opciones de elecciones de consumo, pues van a tener menos elecciones de vida, van a tener menos elecciones de donde estudiar, en qué trabajar, cómo formar una familia o no formarla.
Se van cerrando los espacios a veces por situaciones económicas, políticas, gubernamentales, etcétera. Y ellos pueden caer en una situación en donde no vean este panorama como algo conectado en factores, sino como algo, simplemente que así es y no se puede cambiar.
También pueden caer, como les empezó a pasar a los millennials y se ha empeorado con las generaciones más jóvenes, en una apatía: piensan “pues ustedes ya echaron a perder todo”.
Se puede perder ese espíritu de cambio de buscar mejores opciones y no es sano que una sociedad sea así, o sea este que se vuelva mayormente apática.
Antonio Franco
$!Adaptarse a la tecnología en la educación es necesario y no admite prejuicios: entrevista con Antonio Franco, docente con 20 años de experiencia
Docente con 20 años de experiencia.
Ha impartido clases en preparatoria, licenciatura y maestría.
Abogado por la Universidad de Monterrey.
Maestría en Leyes por la Universidad de Sussex
Doctor en Filosofía por la Universidad de Madrid.
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