Edmundo Arizpe, el saltillense galán de las fotonovelas y uno de los mejores amigos de Silvia Pinal

Una conversación con Edmundo Arizpe estará llena de humor, de anécdotas sobre los que amigos que hizo en más de 6 décadas de trayectoria en el mundo del espectáculo nacional y un amor incansable por la actuación

15 febrero 2025
Edmundo Arizpe, el saltillense galán de las fotonovelas y uno de los mejores amigos de Silvia Pinal

Edmundo Arizpe tiene la presencia de alguien que, además de alto, cuenta con décadas de experiencia sobre las tablas y frente a las cámaras. Con casi 1.90 de estatura, la voz clara y el humor afilado, este actor saltillense hizo brillar su carrera en la industria de Ciudad de México, que se convirtió en colega de Irán Eory, amigo de Angélica María y fue aún más cercano con Silvia Pinal.

Nos recibió en su hogar, en el Centro Histórico de Saltillo. La sala de la antigua casa donde vive está repleta de los reconocimientos que recibió a lo largo de más de 60 años de trayectoria; el comedor, por otro lado, se encuentra decorado por su obra pictórica. Pero aunque este coahuilense estudió en la Academia de San Carlos tras terminar sus estudios de bachillerato en Monclova, lo suyo siempre fue la actuación, sin importar el formato.

“Lo único que no me gustó fue modelar ropa. No me sentía bien, me sentía como un chango, que te están viendo. Sí como modelo para prensa, para carteles, todo eso sí trabajé muchísimo: con Pepo Laudano de Italia, Paul Bartum de Nueva York, Enrique Bostelmann de aquí de México”, contó Arizpe para VANGUARDIA.

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Como pasa con quien tiene tantas memorias, una anécdota da pie a otra y así, rodeados de galardones y recuerdos, don Edmundo recordó a Javier Villarreal Lozano, quien organizó un homenaje en su honor en el Centro Cultural Vito Alessio —el cual él creyó que solo se trataba de una exposición pictórica con su obra— y de un reconocimiento por el entonces gobernador, Enrique Martínez —el único que le ha dado el Gobierno del Estado de Coahuila, porque, dice que “aquí nadie me conoce”— hasta llegar a varias fotografías abrazando a la “última diva de México”.

“Había toda la confianza del mundo (con Silvia Pinal)”, aseguró y contó sobre una de las últimas veces que la vio antes de su fallecimiento, “estaba en su recámara Silvia ‘Pastel’ —así le digo—, entré yo y (Silvia Pinal) empezó a hablar en italiano. Yo creo que dijeron, ya se le va el avión, pero no, le dije a su hija, es que Silvia y yo a veces hablamos en italiano, lo estudié y ella hizo una película con Vittorio De Sica, uno de los grandes de Italia, que se llamó ‘Pan, amor y Silvia’. Imagínate la categoría de ella para que la película llevara su nombre”.

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Regresamos al pasado, a su breve periodo en los escenarios coahuilenses, entre que terminó sus estudios en San Carlos y regresó a la capital del país a buscar oportunidades allá. No trabajó con doña Carmen Aguirre de Fuentes, una de las pioneras del teatro en Saltillo, “porque decía que era muy frívolo y me reía mucho”, pero sí con Ibsen, el grupo de teatro del legendario Eduardo Arizpe Narro, primo suyo. Además, estudió con la maestra Lourdes Valdés, otra pionera y la llenó de loas.

“A veces ella se me quedaba viendo y le preguntaba por ello. ‘Porque de todos tú eres el único que va a ser un actor’, y yo haz de cuento que se me abrió una puerta”, mencionó sobre su mentora.

Llegó a la Ciudad de México con 21 años. “Fue duro, porque nadie te recomienda”, pero su trabajo en las fotonovelas y el ser bien parecido le abrieron puertas. Tanto así que entre esto y un poco de suerte logró codearse con las estrellas.

Cuando comienza la filmación del programa “Mujer, casos de la vida real”, en los 80’s, Arizpe buscó un papel en la serie. “Pero cuando tú no eres de ese gremio ¿quién te va a meter ahí? Con esa mujer inalcanzable. Uno creía eso pero cuando la conocías era un amor de mujer, sencilla. Y cuando vi el programa yo dije, tengo que buscar a esa señora y quiero salir en ese programa”.

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“Un día me fui a Televicentro, se llamaba, me arreglé con mi mejor traje y tuve suerte, porque una muchacha que me habían presentado hace poco, novia de un amigo, era recepcionista. Le dije que estaba buscando las oficinas de la señora Pinal, ella me dejó pasar. Llego al estudio donde están grabando los programas de Silvia. Estaba todo oscuro, solo una señora con su lamparita. La saludé, volteó, le vi su cara, sonrió y se me quedó viendo. ‘Soy Edmundo Arizpe’, le dije y ella se presentó como Laura Ortega, gerente de producción, y le conté que estaba buscando sus oficinas. ‘No tenemos oficinas, aquí estamos atendiendo’, le traía unas fotografías mías para presentarme y me dijo que no había necesidad ‘lo que usted no sabe es que soy su fan, de sus fotonovelas’. Al otro día me estaban dando llamado para el programa”, recordó.

Tal era su carisma, presencia y atractivo que incluso cuando el primer llamado se empalmaba con la boda de una hermana en Parras, le esperaron y en cuanto regresó de la boda grabó su primer programa en “Mujer, casos de la vida real”.

No obstante, pasó un año antes de conocer a Silvia.

“Nunca he sido de excesos, pero sí me gustaba ir a la disco, y una mañana, desvelado de haber salido con unos amigos, me llega una llamada. Contesto: ¿quién habla? ‘Habla Silvia Pinal’ y yo respondí ‘Ay, no mames’. Luego le dio risa, me disculpé y le expliqué, me marcó para invitarme a estar en ‘Mamá nos quita los novios’ de gira”.

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A esta primera invitación siguieron otras, incluyendo la que le permitió inaugurar el Teatro Silvia Pinal —el que se ubicó en el antiguo Cine Estado—, con el musical “Mame”, mítica producción que la diva protagonizó mucho tiempo.

“Ya habíamos ensayado mucho, como dos meses, se ensaya aparte el ballet y los actores. Yo me acuerdo de ese día todo. Hubo un brindis a las once de la mañana y yo llevé un San Judas a Silvia como regalo, para la taquilla”, dijo sobre aquella noche, a la que acudió el entonces Presidente de la República, Miguel de la Madrid.

La describió como una mujer sencilla. Llegaron a presentarse en teatros humildes, sin camerinos, con ella maquillándose sentada sobre una cobija en posición de loto en el suelo. “Una vez salió con un zapato de uno y otro de otro”, compartió entre risas.

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“Hay muchas anécdotas con Silvia. Quizá sean muy simples, pero ¿quién tuvo acceso a ella? Nadie”, sentenció.

También fue ejecutivo nacional en la ANDA y administró el Teatro Jorge Negrete y también dirigió el Teatro del Pueblo, sobre la calle de Venezuela en Ciudad de México: “Un teatro art decó, cuando lo tomamos era un cine de barrio y con un donativo de una fábrica pusimos bancas nuevas para el debut”.

Conoció a Carlos Monsiváis y a otras estrellas de la época.

“A María Félix la vi dos veces en mi vida y me quedé paralizado”, aseguró.

Pero son tantos los recuerdos y tan valioso lo que resguardan que ya está trabajando en un libro de memorias, una autobiografía con apoyo de la escritora Diana Esther Martínez, donde asegura que conoceremos más anécdotas con Silvia, con María Félix, con Irán Eory; sus inicios en las fotonovelas, su trabajo en el teatro y en la televisión y la vida de un hombre que se dedicó a encarnar otras vidas y en el trayecto cambió muchas más.

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