Diego Ruzzarin: el futuro ha muerto | Entrevista sobre cultura pop, el sistema económico, las nuevas tecnologías y el porvenir
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Las decisiones que hemos tomado como sociedad nos enfrentan a una encrucijada: caminar hacia un callejón sin salida o replantearnos el rol que tenemos en el mundo.
Diego Ruzzarin se ha convertido en una de las figuras más controversiales de internet en los últimos años.
El discurso que promueve sobre el pensamiento crítico y la peculiaridad con la que encara las discusiones lo han catapultado a la viralidad. Videos donde reseña noticias, analiza animes, conversa sobre ideologías y sistemas económicos o participa en foros con emprendedores, influencers, comediantes... cualquiera dispuesto a charlar, a contrastar puntos de vista.
Las presentaciones más formales sobre Diego lo enuncian un como diseñador industrial con especialidad en diseño de comida y Máster en Food Design, experiencia que se encarna en Foodlofosía o Casa Nomo. Las visiones más reductivistas lo señalan como el génesis del meme “¿por qué crees lo que crees?” o el hombre que humilló a Carlos Muñoz.
Pero las personas son mucho más que una profesión, que un proyecto laboral, más que los adjetivos lanzados en la red. Y una manera de acercarnos a conocer a los demás es escuchando. Y eso haremos ahora
Esta charla ocurre durante una mañana de abril de 2021, en la Hacienda La Florida, Coahuila, donde un grupo de empresarios y empresarias se reúne para explorar nuevos horizontes en la toma de decisiones y cultura laboral. Diego les dice que es importante repensar la manera en que, como sociedad, llegamos al futuro.
¿Por qué es importante hablar del futuro?
La primera idea al respecto es que tenemos que tratar el futuro con libertad, con una idea de que sucederán muchas cosas incluso cosas fuera de nuestro control. Lo segundo es la trampa de que el futuro siempre es mejor y que avanzar representa una idea de progreso. Eso no es cierto.
El futuro es frágil, es sutil. Una pequeña cosa se puede salir de control y puede tener una repercusión enorme, muchas cosas pueden detonarse de manera impredecible. En ese sentido el futuro ha muerto.
¿Por qué dices que el futuro ha muerto?
Por ejemplo la caricatura de los Jetsons (Supersónicos). Cuando los veíamos era el estilo de vida de una familia de los 50’s, proyectada 200 años en el futuro. Muy optimistas. Pensábamos que los carros iban a volar, la comida iba a ser súper nutritiva y seguía una estructura familiar patriarcal restablecida. Pero hoy vemos que no es cierto.
Hoy la versión del futuro que se nos presenta nos las muestra Hollywood. Es Hunger Games, Elysium, Mad Max, Matrix.
Casi todas las visiones que tenemos del futuro son muy distópicas donde se habla un poco también de la muerte, de la desesperanza. Un futuro donde tenemos esta visión distópica en la que no somos capaces de pensar en alternativas y nos entregamos a nuestros destino.
Estamos caminando en línea recta, hacia un futuro que nosotros mismos nos dimos cuenta que va a acabar mal. Por sobrepoblación, por guerra, por odio, por desigualdad, violencia, falta de recursos. Entonces, parece que Hollywood nos avisa que el futuro va a ser muy complicado.
¿Y qué podemos hacer frente a este panorama desolador?
No necesitamos futuristas, necesitamos alternativas. Gente que estire nuestra situación actual al futuro. Necesitamos mentes que nos presenten alternativas viables, modelos utópicos de lo que podría ser.
¿Entonces no crees que el camino esté del todo trazado?
El futuro no es un mapa, es una brújula. Constantemente tenemos que ajustar la meta a futuro por el criterio de lo que aprendes con el tiempo. Eso lo tenemos que hacer con empresas, con instituciones, con escuelas, con cultura, con sociedad, con nuestros propios actos
Insisto con la visión caótica. ¿Estamos condenados o podemos hacer algo para enderezar el camino?
Me parece que siempre vamos tarde y nunca es suficiente para darle la vuelta. Tenemos todo en contra. Pensemos en los 80’s cuando empezamos a escuchar la palabra “reciclaje”. En los 90’s era recicla y reúsa. Para los dos miles ya eran recicla, reúsa y reduce. Y ahorita es recicla, reúsa, reduce y repiensa.
Parece que agregamos más erres y el problema no se soluciona. Seguimos acelerando el problema, sigue creciendo el cambio climático, seguimos en una crisis ambiental, y no hemos hecho cambios. Esto nos revela una verdad terrible que es que los cambios individuales no son suficientes.
El discurso oficialista nos vende la idea contraria. ¿Qué impide que estos cambios sean efectivos?
Una serie de factores. Que no hay políticas públicas eficientes, que luchamos contra empresarios que tienen su propia agenda, multinacionales realmente contra quienes no se puede tener un contrapeso real.
Hay 8 empresas que generan el 70 por ciento de la contaminación del mundo. ¿Qué haces tú dejando de consumir un popote?, ¿qué cambio estructural se genera cuando es una sola persona quien deja de consumir cuando se compara con una empresa responsable del 15 por ciento de la contaminación en los mares? Simplemente no es suficiente.
Claro que si en realidad todos hiciéramos el esfuerzo en conjunto y todos cambiamos nuestros hábitos de consumo, entonces pasaría un cambio profundo. Y ahí una frase que me parece lapidaria: “consciencia ecológica sin consciencia de clase es jardinería”. Porque el uno por ciento más rico del mundo es responsable del 50% por ciento de la contaminación.
La gente que está en pobreza extrema no contamina el mundo, lo que contamina el mundo son los estilos de vida obscenos y las diferencias obscenas de distribución de riqueza.
¿Crees que hay maneras de hacer cambios personales efectivos? Porque sino parece que estamos librando una lucha perdida.
Lo complicado aquí es que nuestra responsabilidad futura es doble. Sí, tenemos una responsabilidad individual. Lo aclaro porque es necesario. No podemos dejar de lado, pero ya es demasiado tarde. Aún así hay que hacerlo. Y al mismo tiempo tenemos que empezar a hacer presión social, involucrarnos en la política, hacer un cambio de consciencia moral, informarnos sobre dónde están los puntos de peligros, participar de discusiones con otros públicos, con gente que no piensa igual que nosotros.
Esta automatización de vida en la que estamos es culpa de esta frase: “en la mesa no se habla ni de política ni de religión”. Hicimos una población entera pasiva, que se pasa el tiempo en redes sociales y viendo Netflix mientras el mundo está en llamas.
Las redes sociales son un tema por sí mismo. Alientan las conversaciones negativas y nos dan una falsa idea de siempre tener la razón. ¿O cuál es tu perspectiva?
Mira, las redes sociales han hecho algo completamente nefasto. Primero, porque es monetario, es un negocio. Las redes sociales ganan dinero en base a los clics, al engagement.
Ellos saben que todo lo que hagan contigo que genere clics es mejor para ellos como empresa. No les importa la repercusión, no importa si esto es bueno o malo para la humanidad. Su único deber moral es ganar, no hay ética en el capitalismo. Su único compromiso es aportar ganancias a sus accionistas, aunque hacia afuera se vendan de una manera completamente diferente.
A la larga se dieron cuenta de dos cosas. Primero: si tú eres de una ideología política, y te muestro personas con una ideología política parecida, vas a estar a gusto, vas a pasar tiempo. Pero luego el razonamiento cambio. Se dieron cuenta que las personas pasan más tiempo interactuando con las cosas que odian, que con lo que les gustan. Entonces el algoritmo aprendió a generar grilla, odio, antagonismo y pensamiento radical. Y se aprovechan de ello sin que las personas se den cuenta.
Cada vez más te enseñan cosas que te molestan más para que radicalizan tu pensamiento. Y obviamente eso es muy malo porque deberíamos tener mayor tolerancia al discurso democrático, es decir, el hecho de que pienses diferente a mí. Eso podría enriquecernos. Si platico con alguien con experiencias diferentes, pensamientos diferentes, podríamos encontrar un punto de encuentro, un momento de reflexión, una síntesis. Podríamos discutir y llegar a un punto de acuerdo.
El problema es que las redes sociales te obligan a hacer estas discusiones en 180 caracteres, con memes, con cuentas fakes o seudónimos, escondido en una computadora. Así es muy fácil ser reactivo y radical, vulgar. Así es más fácil humillar y cancelar en vez de tener un modelo crítico donde las conversaciones nos llevan a una mejor sociedad, a una mejor persona de lo que eras antes de esa conversación.
Tener un debate es una gran oportunidad de tener una búsqueda y acercamiento a la verdad. Pero eso no ocurre.
¿Y cuál sería la principal consecuencia de todo esto?
Que creemos que tenemos la razón a priori. Y el sesgo de confirmación es peligroso. Todo el mundo tenemos esos sesgos, me incluyo. Nos gusta creer y creemos que tenemos la razón. Pero es importante mantener un nivel de prudencia, no enamorarte de tus ideas y dar un espacio para la duda.
Recordemos que el conocimiento viene de no saber. Lo realmente importante son las buenas preguntas, no las repuestas. Mientras más tengas esta postura flexible acerca de cómo acercarse a la verdad, cómo buscar un futuro digno, cómo coexistir en sociedad, cómo ser buena persona, entonces mejor te podrás adaptar.
A final de cuentas si lees tanto, si estudias tanto es para cambiar de opinión, no para reafirmar lo que ya pensabas que sabías.
¿Dónde queda, en medio de todo esto, el sistema educativo?
El problema del sistema educativo es que te prepara para ser un trabajador. El índice de éxito de las escuelas está hecho para medir la habilidad. Entonces no estamos educando a nadie, estamos preparando para ser un empleado, y no preparando mentes para que piensen, aprendan, desafíen, se adapten y cuestionen su realidad, las cosas que le rodean, que pregunten sobre lo que conocen, la moralidad y la ética.
¿Nos da miedo hacernos esas preguntas o somos flojos para pensar?
Claro que nos da miedo. Es mucho más fácil pensar que trabajar es la única manera de ganar dinero en la vida, que solo se puede ser exitoso subiendo en el mundo laboral. Y es más fácil decirle a todo el mundo que eso es lo que todos debemos buscar.
Así nos escondemos. Si fracasas dices: la culpa no es mía, pero si triunfas crees que eres un chingón que logró todo solo.
Eso refleja la gran hipocresía de la modernidad. Los ganadores sintiéndose victoriosos, los perdedores no son responsables de sus derrotas, y el dolor ajeno no es culpa nuestra. Promovemos un individualismo fantasmagórico aislado de la realidad. Por eso escapamos cada vez más a redes, a películas, a videojuegos, a la soledad. La realidad nos da cada vez más miedo.
Sin embargo estas industrias son de las que más crecen. Redes, streaming, videojuegos. Y es también donde a veces surgen algunas propuestas más innovadoras. Por ejemplo los eSports.
Tengo una liga de eSports que se llama Ace eSports. La empecé durante la pandemia como la adaptación de uno de mis modelos de negocio y hoy ya es la liga más grande de toda latinoamérica.
Es un deporte que tiene mucha relevancia contextual y tiene muchas cosas buenas que el deporte tradicional no tiene.
¿Cómo cuáles?
Es sumamente inclusiva. Tengo un hijo que tiene una discapacidad. Yo peleo mucho por los atributos y las capacidades de las personas con estas capacidades. En los eSports no importa si eres mujer, hombre, gordo, flaco, bajo, alto, usas lentes, color de piel, viejo... mientras puedas detener un control puedes jugar y mejorar.
Los eSports son mucho de lo que quisieran ser los deportes.
Ve lo complicado del tema de género en los deportes tradicionales. Está siendo un gran conflicto para la humanidad replantearnos el rol de los géneros en los deportes tradicionales, mientras los eSports nacen como una plataforma de competencia que no tiene ese sesgo, global.
No quiere decir que todo el progreso sea malo. Muchas cosas del progreso se han logrado en nombre de atrocidades: el zipper se inventó en la Segunda Guerra Mundial. El velcro también. Los satélites que hoy favorecen las comunicaciones se usaron primero para espiar. Tenían fines militares.
Muchas de las cosas que los humanos desarrollan con malas intenciones, terminan siendo provechosas y con buenas aplicaciones. El tema aquí es no ser autómatas en la toma de decisiones y ser conscientes.
El dilema: ¿el fin justifica los medios? Y tomemos como punto de partida a Elon Musk.
Para nada. Ese es un tipo de utilitarismo muy grave. Elon Musk dijo que el destino de la humanidad es ser una especie interplanetaria. ¿Y por eso está acaparando todos los recursos del planeta?, ¿quién es él para juzgar si las vidas de los africanos valen menos que otras?, ¿cómo sabe él que uno de los niños que está matando en las minas de cobalto no es el siguiente Einstein o el niño que iba a desarrollar la cura del cáncer?
Por eso las deudas estatales son enormes y las individuales gigantescas.
La única manera en que se sostiene hoy la economía es el endeudamiento: eso es que el dinero se va y no genera riqueza, mientras que al mismo tiempo automatizamos las empresas, que generan más profit, reducen gastos, bajan sueldos y entonces... pues nadie tiene con qué comprar.
¿Hacia dónde tenemos que ir entonces?
Ese es el tema. Esa es la pregunta. Qué tipo de sociedad queremos, qué tipo de personas somos. Mínimo, si queremos llegar a un lugar rápido, al menos tenemos que saber dónde. ¿Cuál es la meta? No tengo nada contra el progreso, siempre y cuando sea prudente.
Esta idea de la aceleración por la aceleración, de solucionar todo cuanto antes, genera muchas barbaridades.
¿Tendríamos que ir en contra de lo más obvio?
Nos hace falta el pensamiento lento. Hay que pensar con calma, analizar y decidir. La eficiencia, la rapidez no siempre son las mejores opciones. No siempre es mejor ser práctico. Eso nos lo dice hoy el capitalismo. Pero a veces hay que desaprender para aprender.
¿Desde las empresas cómo se hace esto?
Mira, los CEO’s están cavando su propia tumba. Las empresas quieren tener lo máximo de profit, con el mínimo de gastos. Pero eso nos tiene con los bajos salarios, y quienes tiene dinero no consumen lo suficiente.
Ellos mismos tienen que ser lentos y replantear su proceso.
¿Para qué quieren tanto capital? Sabemos que el dinero no está vinculado con la felicidad después de cierto punto. Después de que cumples tus necesidades básicas, que son 40 mil dólares al año según la ONU (más de 60 mil pesos al mes aproximadamente), el nivel de felicidad es muy bajo.
Tenemos una pandemia y al mismo tiempo un exceso de producción con hambruna. Las cuatro enfermedades que más matan tienen que ver con la comida: 1) obesidad; 2) diabetes; 3) problemas cardiovasculares; 4) cáncer. ¿Cómo es que al mismo tiempo tengamos un billón de personas con problemas alimenticios? Nos estamos muriendo por comer de más, mientras una buena parte de la población no tiene acceso a alimento.
En ese sentido, ¿la sustentabilidad es un camino esperanzador?
La sustentabilidad es algo engañosa. Dependen del contexto y que definición le des. Habla de un sistema que puede sostenerse por sí mismo perpetuamente. Entonces sustentable nada es. Se trata de algo muy fantasioso. Lo que buscamos es la longevidad, una manera de reducir los impactos.
Lo que tenemos que hacer es cuestionar urgentemente nuestra relación con la naturaleza. Nuestro modelo de consumo no puede basarse en aprovecharnos de todo lo que se puede consumir. La naturaleza no está ahí para darnos de comer. Nuestra conexión es mucho más íntima de lo que entendemos.
Por ejemplo cuando se explica el sistema respiratorio, no solo es nuestro cuerpo y cómo funciona, sino que dependemos absolutamente de los árboles. ¿Por qué estos se encuentran aislados del sistema respiratorio si de no ser por ellos morimos todos, sin excepción.
Pero esta visión antropocentrista es muy conveniente para ciertas cosas como nuestro consumismo desmedido, pero no para que prolonguemos nuestra permanencia en el planeta. El mundo es un sistema y nosotros somos una variable. Desgraciadamente en algún momento de la historia cambiamos la narrativa y preferimos contar la historia al revés.
Una de las cosas que se aceleraron con la pandemia, fue el emprendimiento. ¿Consideras que es algo atípico o iba a ocurrir tarde o temprano?
La pandemia es un trauma, un evento que te deja cicatrices. Es decir, sí, tiene un efecto físico directo, pero hay repercusiones de otra índole.
Cuando el Sida se desató en los ochentas, a la gente le daba pavor tener relaciones sexuales con desconocidos por miedo a contagiarse. La consecuencia a nivel de consumo es la industria de la pornografía. El porno abastece esa necesidad humana de sexo sin el contacto físico. Todo a partir de un evento traumático.
Ahora la pregunta es cuáles serán las nuevas industrias que vendrán a sustituir las necesidades humanas en vista de las restricciones. Sin duda habrá un crecimiento muy importante de las industrias humanas.
La pandemia nos duele mucho en lo emocional y sentimental. No estábamos preparados para estar encerrados y separados. ¿A dónde nos llevó eso? A niveles increíbles de depresión, ansiedad, violencia y suicidios.
Las industrias humanas tienen que venir, pero no cualquier cosa que venga es buena. Hay que cuestionarnos qué tan legítimo es esto. ¿Ahora vamos a rentar amigos?, ¿vamos a rentar por cuidado afectivos?, ¿vamos a monetizar las relaciones humanas? Las redes sociales ya lo hacen y estamos vislumbrando los peligros. Pero cualquier consecuencia de este tipo es difícil de anticipar.
Y no vayamos tan lejos. ¿Lo correcto ahora es quedarnos para siempre con el cubrebocas y olvidar como son los rostros normales?, ¿es correcto ya no darnos la mano para saludarnos?, ¿ya no debemos abrazar a las personas que queremos por miedo a una enfermedad? Eso nos va a permitir sobrevivir un poco más, pero a qué costo. ¿Qué tan humano es eso?, ¿estamos dispuestos a aceptarlo?
Somos un animal lento en su adaptación comparado con el crecimiento de la tecnología, pero eso se nos olvida porque ahora creemos que vamos de la mano. Pero no es cierto. La tecnología avanza mucho más rápido de lo que nos podemos adaptar a ella.
Parece fácil: quédate en casa, haz homeoffice, pide por Amazon, da un like en Facebook, consume por Netflix. Cuando volteas a tu alrededor ya no tienes nadie. Y entonces estás deprimido, ansioso, violento, con ganas de suicidarte. Te sientes vacío.
Este es un recordatorio importante: lo que es mejor para el mercado raramente es mejor para las personas. Pero hoy la moneda es el centro de nuestras acciones.
Por eso tenemos que parar un momento. El futuro que nos imaginábamos antes ha muerto, qué queremos construir ahora y cómo queremos llegar a ese momento.