11 años después, víctimas de caso Atenco tienen esperanza de alcanzar la verdad

Nacional
/ 3 mayo 2017

Las historias de estas mujeres serán ahora escuchadas en la CorteIDH, que acogerá la audiencia del caso previsiblemente en la segunda mitad del año.

Nuestra lógica fue como 'vomitar', gritar lo que nos había pasado, nunca fue una actitud pasiva; confrontamos muchos tabús, muchos roles de género"...

Once años después, las mujeres que sufrieron tortura sexual en una dura represión policial en el Estado de México ponen sus esperanzas en la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que por fin se "reconozca la verdad", tras un camino en el que han sufrido la marca de la estigmatización.

"Podría parecer que no ha pasado nada desde que pasó hasta ahora que estamos en la CorteIDH, pero ha pasado muchísimo por nuestras vidas, ha cambiado la forma que éramos", afirma en una entrevista con Efe Norma Jiménez, una de las once mujeres que denunciaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) los abusos ocurridos en San Salvador Atenco y Texcoco.

Desde el 3 y 4 de mayo de 2006, cuando se registraron los hechos -que dejaron dos muertos y 217 detenidos, entre ellos medio centenar de mujeres-, la lucha por alcanzar justicia les ha costado "tiempo y la vida misma”.

Una batalla "a contracorriente" contra la apuesta de las autoridades a jugar "al olvido y al desgaste", afirma Jiménez, quien acudió a la protesta a documentar lo ocurrido porque pensó que con su presencia "sería difícil que pudiera ocurrir justamente lo que ocurrió”.

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Tras ser detenida, torturada sexual, física y psicológicamente y pasar un año en prisión, Jiménez, entonces con 23 años, regresó a sus clases de Artes Plásticas en la universidad.

"No sé cómo logré ir un año más a la escuela; todo el mundo lo sabía, todos me trataban distinto, hablaban de mí, de lo que pasó", señala, recordando que durante meses tuvo que soportar los comentarios y miradas a sus espaldas.

Entonces se dio cuenta de lo normalizada que está la estigmatización hacia las víctimas, y de cómo estas acaban cargando con la culpa de lo ocurrido: "Nos ha tocado repetir el testimonio ante autoridades que te ignoran, que te cuestionan, que no les importa”.

Italia Méndez recuerda que inicialmente tuvieron una posición "estoica" y "muy contestataria", lo que causó el rechazo de muchas personas que creían que no actuaban como “víctimas".

"Nuestra lógica fue como 'vomitar', gritar lo que nos había pasado, nunca fue una actitud pasiva; confrontamos muchos tabús, muchos roles de género", reflexiona.

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Las historias de estas mujeres serán ahora escuchadas en la CorteIDH, que acogerá la audiencia del caso previsiblemente en la segunda mitad del año.

Patricia Torres, otras de las víctimas de Atenco, reconoce a Efe que llega a la cita "un poco cansada", pero esperando que en la Corte "se diga realmente lo que pasó el 4 de mayo", por la multiplicidad de versiones sobre lo ocurrido ese día.

Presentarse ante la CorteIDH significa exigir que se reconozca que hubo "un uso de la fuerza público excesivo", que se "esclarezca la verdad" y que se haga justicia.

Y además, sembrar un precedente para que algo así "no se vuelva a repetir", agrega Torres, quien tenía 22 años en 2006.

Jiménez dice que quieren que las responsabilidades sobre lo ocurrido -cuando el hoy presidente Enrique Peña Nieto era gobernador del Estado de México- lleguen a todos los niveles de la cadena de mando, ya que "hay autores materiales y un montón de autores intelectuales que esconden la mano y ahora están en cargos súper importantes”.

Su camino les ha llevado a conocer el testimonio de otras víctimas de tortura sexual, gracias a iniciativas como la campaña "Romper el Silencio", lo cual les ha dado empuje para su causa, apunta Méndez.

La intención de seguir dando la cara en el caso Atenco continúa, no es hacer visible su propio nombre, sino "evidenciar la violencia machista, la violencia estructural del Estado, que es misógino y tiene formas y prácticas bien claras contra las mujeres”.

Todo ello "nos lleva a las mujeres a hermanarnos y a luchar", concluye Méndez, quien defiende que, en casos como este, "la fuerza propia no alcanza”.

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