En México hay un pueblo que se llama X'Box... y no, no tienen una sola consola de Xbox
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La localidad, ubicada en el sur de Yucatán en el municipio de Chacsinkín, cuenta con apenas unas cuatro calles que cruzan su avenida principal y es habitada por unas 200 personas
Yucatán tiene un pueblo que se llama X’Box. Sí, casi como el nombre de la consola de videojuegos de Microsoft. Pero este es un nombre maya, y nada tiene que ver con el dispositivo.
Para empezar no se pronuncian igual. Por su origen maya, el pueblo ubicado al sur de Yucatán se dice ‘shbosh’ (en esa lengua, las ‘x’ se leen como el ‘sh’ que sueltas para pedir que guarden silencio). Según sus habitantes, esa palabra significa negro y tiene su origen en una leyenda asociada con el pozo que está en el centro de la comunidad.
“Dicen que una vez en la noche ahí cerca del pozo se apareció una mujer, así toda vestida de negro”, relata Federico Piña May, comisario municipal de X’Box y uno de sus cerca de 200 habitantes.
X’Box es una de las 10 comisarías del municipio de Chacsinkín, en la parte sur de Yucatán, a unos 90 minutos en auto desde la ciudad de Mérida. Está rodeado por los municipios de Peto, Cantamayec, Tzucacab, Tahdziú y Tixméuac.
Cahcsinkín, con 90.1 por ciento, es el sexto municipio con mayor porcentaje de población en condición de pobreza en Yucatán, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) al 2015.
“Aquí estamos, jodidos pero felices”, comenta uno de los habitantes antes de salir de su casa. “No puedo platicar ahorita porque voy a trabajar y mi jefa no entiende palabra en español, pues”, sostiene antes de alejarse por la bajada de su casa hacia la avenida principal, la única de la localidad. El municipio cuenta con una población total de 2 mil 422 personas mayahablantes, según el último censo del Inegi. Casi 200 están en X’Box.
De las 639 casas que registró entonces el Inegi, unas 70 son las que conforman esta comunidad, a unos 3 kilómetros y medio al norte de la cabecera. Apenas un par de años atrás se construyó una carretera de dos carriles para conectar ambos puntos.
La gente se suele transportar en mototaxi, que los lleva a Chacsinkín por unos 30 pesos; o bien, en el interior de la comunidad la mayoría de los habitantes suelen tener bicicleta. Apenas hay algunos autos, apenas tres, según se pudo observar en un recorrido por las calles de la comunidad.
El centro es el punto de encuentro para la mayoría de los pobladores. A las 11:00, un grupo de hombres se reúne frente a la puerta de una pequeña iglesia, la de San Martín de Porres, patrono de la comunidad y al que celebran cada 3 de noviembre.
“Hacen un pequeño convivio. Hacen procesión, hacen gremio, matan cochino”, comenta Piña conciso. También hacen vaquería y un novenario para el santo".
Pasan las horas en el pueblo y apenas hay movimiento. La gente suele salir a trabajar y la que se queda trabaja en el campo. Francisco, por ejemplo, salió a las 5:00 de la mañana para ir a fumigar su milpa. “Ahorita no está lloviendo, entonces tenemos que fumigar, porque la tierra se cansa”, relata. Francisco siembra 25 variedades de semillas distintas en sus 3.5 hectáreas de terreno en el ejido de Chacsinkín.
-¿Qué hay para hoy?- se le pregunta.
-Pues ya, las frías, ¿verdad?-contesta con una sonrisa Francisco, sentado bajo la sombra de un árbol de naranja agria a la entrada de su casa.
Al mediodía el hombre ya acabó su jornada y ahora sólo espera la tarde mientras da un largo trago a su caguama, dorada como la luz que se filtra por las hojas de los árboles.
“Pero acá no hay. Hay que bajar para traerlas, pero ahí mandas a un mototaxista y te las trae”, comenta sobre la cerveza.
En X’Box apenas hay dos tiendas: una de Diconsa que se encarga de la distribución de los insumos básicos para cada una de las 70 familias; mientras que hay otra, una miscelánea un par de casas después de la escuela, una primaria bilingüe multigrado de unos 25 alumnos. A ellos se suman otros 10 que cursan preescolar y unos 14 más en la escuela inicial. Son cerca de medio centenar de niños en total.
“Para secundaria, hay que ir a Chacsinkín; para bachiller hay que ir a Chacsinkín”, reitera Federico. La comunidad no ofrece más educación en sus inmediaciones, por lo que los jóvenes que quieran estudiar algo más tienen que salir de su lugar de origen.
En X´Box hay un molino de maíz. Es público, cualquiera de sus habitantes lo puede utilizar. “No más que ya está medio viejo”, dice Noemí, mientras muele los granos frescos para obtener masa. “Debe tener unos 35 años por lo menos. Lo trajeron los antiguos, se lo pidieron al presidente (municipal), no más que ya nos falta otro”, afirma mientras los pedazos de grano salen del molino apenas masticados por el aparato, aún en fragmentos algo grandes para hacer masa.
En X’Box no hay médicos. La localidad apenas cuenta con servicio móvil ocasional que viene de la cabecera para llevarse a los pacientes o atender a algunos en el lugar. “Para cosas mayores, como diabetes, hay que ir hasta Ticul. Allá tienen a mi suegra”, refiere Noemí. Ese municipio está a más de una hora de camino desde la comunidad. “Pero la enfermedad no avisa, te puede dar en la noche, o en la madrugada o en la mañana y acá no más no hay doctor de planta, que esté aquí a cualquier hora”, insiste.
Y por si tenías la duda, no, en X’Box no hay una X-Box. Pero sí hay videojuegos. Las dos tiendas de abarrotes tienen además un espacio para un par de maquinitas cada una donde niños y jóvenes se dirimen títulos imaginarios como ‘el rey jonronero’. Hablando una mezcla poco clara entre maya y español, los jóvenes se retan constantemente mientras juegan un simulador de béisbol en lo fresco de la tienda. “Excelente batazo”, asegura uno de ellos luego de alzarse de su asiento, formado por una pila de cartones de huevo de la tienda. Es el centro de reunión de los pequeños.
En la tienda apenas hay algunos productos: galletas, frituras, un refrigerador con algunos refrescos, huevos, sopas y algunos productos de limpieza. En X’Box tampoco se vende comida preparada.
-¿Y si falta algo?
-Aquí los que no migran para trabajar viven del campo. Ellos tienen su propia comida. Aquí hay calabaza, hay aguacate, hay chaya, hay pollo, hay cerdo, hay huevos. Y si no bajas al mercado en la tarde y te traes carne o pollo o lo que necesites. Desde la noche ya tienes seguro algo en tu casa para comer al otro día- asegura Francisco.
“Está todo bien tranquilo. La vida es bien rica aquí”, celebra.