No se fijan en.
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Mi querido amigo Pedro Sors, además de ser el principal promotor de la pesca deportiva en México, de tener un programa en Televisa intitulado Con Caña y Carrete, es un excelente sembrador de amigos; cuando yo trabajaba con mi compadre Gustavo Rivera en la publicación del libro Entre cazadores y pescadores te veas me contó la siguiente historia:
"En una ocasión, sobre la playa al norte de La Pesca, en el Municipio de Soto la Marina, Tamaulipas, nos detuvimos a visitar a una familia de pescadores del lugar: Don Emilio Tamez, su esposa María y varios de sus hijos, ya grandes. Tenían un montón de corvinas; no se trataba de pesca deportiva, sino netamente comercial.
Cuando Don Emilio veía que el día se prestaba para una buena pesca, toda la familia se iba a la playa, tiraba con un montón de varas y luego, lógico, vendían el pescado.
En el momento en que pasábamos nos detuvimos, porque María -ya de edad avanzada en esa época- estaba trenzada en una lucha con un bull (corvina de más de 75 cm. de largo). Era un verdadero espectáculo ver su combate con el bull y la habilidad que tenía para ello. Ligera, delgadita, no muy alta, corría hacia delante y hacia atrás en perfecto acorde con el bull. Todos nos quedamos admirados. Don Emilio Tamez, su esposo, le gritó:
- ¡Pero María! ¿Qué haces tú luchando con tamaño animal? ¡Deja que lo peleen tus hijos! -Â ¡Hummm! -respondió María, sin dejar de luchar con la corvina- ¿Y quién crees tú que le enseñó a pescar a estos pendejos?"
La lección de esta historia es muy simple: usted como yo, querido lector, somos lo que aprendimos de nuestra santa madre; somos el barro que sus manos benditas modelaron, porque la educación, la alegría, la felicidad, ser un hombre de bien. se maman en casa, se aprenden de la mujer más maravillosa del mundo: MAMA.
Una madre tiene la virtud y la alquímica pedagogía de enseñarnos que "lo común se ve con los ojos, lo esencial se percibe con el alma", de conectarnos con la magia de la vida, educándonos que "creer es crear", y así vamos por el mundo, como creación de su grandeza, construyendo nuestro universo mental, y con ello, nuestra historia a cada paso del camino.
Es de nuestra actitud mental de donde emanan los pesares, las tristezas, la depresión, las lamentaciones o las alegrías, el deleite, la armonía, la plenitud y la felicidad, es desde ahí de donde surge el conocimiento de nosotros mismos y la consecuente sabiduría.
Está comprobado que la influencia de una madre en la vida del ser humano es vital; en mi caso, además fue total, porque soy hijo de madre soltera -una lectora me corrigió y me dijo que lo correcto es: "Madre con responsabilidad completa"- pues ese ser maravilloso con sus lecciones y enseñanzas nos lleva a ser el protagonista de nuestra grandeza.
Las madres nos revelan con sus enseñanzas, la transitoriedad de la vida, abriendo los ojos de nuestro espíritu a sus sabios consejos, a creer en lo hermoso que somos, experimentando la conciencia de nuestra grandeza, porque al estar hechos a semejanza del Señor, somos fuentes de bienestar.
Una madre enseña a sus hijos a transformar el momento a momento, en una fuente inagotable de bienandanza, los lleva a reencontrarse en el camino de la humildad y del trabajo, a tener la mente abierta al aprendizaje diario y el corazón dispuesto a la sana alegría, sabiendo que éste es el camino de su bienestar.
Una madre te enseña que el poder está en el aquí y el ahora, educándote para que dejes ir tus miedos, los temores, los pesares, las angustias, las penas, los resentimientos; ayudándote a sanar tus heridas a través de la oración, el perdón, el amor y el generoso sentido del humor, una madre. es una maestra de vida. En éste sentido conocedor de la amplia sabiduría de las mamás mexicanas, el filósofo de Güémez dice: - "Los buenos políticos son como las madres. no se fijan en `ingaderas"
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