De todo un poco

Opinión
/ 2 octubre 2015
true

No dejan de llamar la atención las muestras de ligereza que aparecen por aquí y por allá en declaraciones. No serían tan importantes ni valdría la pena señalarlas si no fuera porque nos vienen de personas que tienen una gran importancia en la vida social, aunque no la merezcan.

Llama la atención que en los Estados Unidos, país que, de sostener un sistema racista abierto y cínico durante tanto tiempo, de repente se hizo tan delicado que ya no puede mencionarse la palabra negro si se le aplica a un ser humano, porque es ofensiva y puede llegar a juicio. Sin embargo sí puede decírsele a alguien "blanco". Bien visto deberíamos saber que, en el orden de la lógica, sería también racismo puro y duro definir a alguien por su piel o porque, automáticamente, define al no-blanco. De parte de los republicanos volvió a surgir la pregunta sobre un presidente negro, Obama.

Éste, si lo vemos con cierta perspicacia es tan negro como blanco puesto que si su padre era kenyata, de piel bastante oscura, su madre era blanca y de ojos verdes. La pregunta es ¿Por qué permitir que la piel nombre? En nuestra lengua Obama se diría mulato, pero eso no tiene importancia. En el Congreso Internacional de Investigación que acaba de tener la Universidad Autónoma de Coahuila una ponente mostró que los portorriqueños se definen a sí mismos como blancos en un 81%, como mulatos el 11% y aceptan su negritud nada más un 8%. Asómese a esa isla y verá que los datos no coinciden. ¿Auto racismo? Lo mismo sucede en Brasil. Un dato interesante es que cuando la UNESCO realizó un censo racial a nivel de las Américas al recibir los datos de Cuba advirtió que no especificaban porcentajes de negros, blancos, amarillos o mulatos. Pidieron les enviasen esos números y recibieron como respuesta que ahí sólo había cubanos. México, aunque exhibe racismo anti indio un poco larvado, se ha definido como mestizado.

La Iglesia Católica (al menos la del DF) criticó a los líderes sindicales. Éstos, envalentonados, respondieron que harían bien los curas en practicar la democracia y en pagar impuestos. Tienen razón, la Iglesia necesita cambios y es un tanto incoherente, pero los líderes tiránicos no tienen defensa alguna: son impositivos, corruptos, antidemocráticos, vendidos, traicioneros. ¡La Iglesia debe cambiar!, ¡Los sindicatos también!

Dos premios recientes a dos "grandes" literatos mostraron que en ese medio también pulula la corrupción. El primer seleccionado fue el mexicano Sealtiel Alatriste al que nadie batalló para señalarle que había plagiado a no pocos escritores copiándoles frases y más frases sin citarlos. Tuvo que regresar el premio. Luego, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara escogió al peruano Bryce Echenique para entregarle el gran premio de 150 mil dólares. No faltó quien sacara citas y más citas de sus plagios. Los directivos de la FIL, cínicos como el homenajeado, fueron hasta el Perú a entregarle el cheque porque si lo hubiese recogido en Guadalajara el público lo hubiera hecho mierda (que es lo que merecía, en vez de dólares). Veamos: el plagio es un delito federal en México, entonces ¿Cómo se atreven a premiar a un delincuente? Algo anda mal en la FIL y de tiempo atrás.

Por último, Peña Nieto decidió comprar un avión presidencial. La Presidencia tiene uno magnífico y no creo que sea como para desecharlo. Gastará una millonada en algo que ya tiene. Mal empieza el acomplejado presidente electo. El presidente de Francia, François Hollande, obligó a sus ministros y funcionarios de alto nivel a comprar sus propios automóviles; venderá los que el gobierno les prestaba. ¿No pueden nuestros políticos tener un poco de conciencia? No, evidentemente que primero está su billetera y luego la Patria.

Un problema anda en el aire: el de la abundancia de partidos políticos en Coahuila. Doce son los partidos registrados y son demasiados. Catorce iban a ser pero a dos les faltaron papeles y no dude que para el lunes los tengan a carretadas en original y cinco copias. La tentación es mucha: ganar dinero día con día sin batallar y trabajar dos meses cada cuatro o seis años, ¡Qué negociazo!

TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM