Instrucciones para matar un caballo

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Hay poetas que alumbran los derrumbes, que le cantan a la belleza caníbal y a las piernas largas de una mujer en Japón o a los caballos. Que escriben en la espalda de la melancolía como si el aliento de Kawabata respirase por allí. Que centran el tenso arco con su flecha en la pasión, ese líquido que cuece el cuerpo como la ginebra.
He encontrado un poeta así, uno de apellido mamífero, que como una becerra, se prende de las musas y los mapas, acaso ambas causas de igual importancia. Y en este alimento de sangre y coordenadas crece Manuel Becerra Salazar.
En su trayecto, el poeta ha cortado su larga cabellera pero sigue ardiendo su presencia de meteoro en los bares y en los paisajes nativos o remotos. Es el poeta que amanece con los zapatos en los andenes del metro rumbo a la oficina, que ama a una ninfa para siempre: su hija, una bailarina con el nombre de un país que ama: Grecia.
Lectores, Manuel Becerra es alguien a quien debería leer todo a aquel que ame la poesía que se escribe en este país. Por eso, les entrego aquí algunos versos de su más reciente poemario "Instrucciones para Matar un Caballo", del "Proyecto Y: Avanzada del Desencanto" bajo el cuidado del ya legendario poeta norteño Margarito Cuéllar y con el auspicio de la Universidad Autónoma de Nuevo León y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Dice Manuel: "Tiene el caballo la cualidad para detenerse el corazón cuando viaja a la velocidad del sonido. El hombre, por su parte, desconoce esta virtud cuando va hacia el desamor a la velocidad de los caballos".
El trayecto literario de Manuel Becerra es de trofeos pese a su juventud. 30 años cumplidos, Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2010, Premio Nacional Enrique González Rojo 2010 y hace unos días, el Premio Nacional José Francisco Conde Ortega 2013 por un poema único y certero. Fue también becario de la Fundación para las Letras Mexicanas, entre otras distinciones.
Aquí un fragmento del poema Gion, del mismo libro: "(.) nadie sale ileso de la nieve. La nieve es una categoría de la luz. / Su castidad cae sobre las manos de los jubilados. Una columna encorvada los hace caminar en fila como una peregrinación de animales exóticos. / (.) / Mi alma se hace de sombras en torno a los árboles de flores / y se erige como una casa mientras ciñe sus faldas un río consanguíneo / y hoy al evocar la prefectura, toda la legión de hormigas me corre por la nuca. / Baja por mi columna detenida sobre la superficie de un río. / Los árboles del verano son una extensión del árbol de mi sangre. / Mis brazos son parte de la reproducción de las serpientes. / Lo que sueño está sucediendo en el país del viejo Yoshii Isamu. / La memoria que duele se acompaña por el sonoro río de Gion que aún fluye hermoso bajo su almohada".
Manuel Becerra Salazar sigue escribiendo. Siempre vuelve de la fábula dionisiaca que son los encuentros literarios y sabe que su lugar está frente a ese fondo blanco, donde imprime su único combate posible: trazos de palabras uvas y palabras hígado.
claudiadesierto@gmail.com