Navegando el Estigia

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En la mitología griega, el Estigia era una laguna, un espacio que dividía el mundo de los vivos y los muertos; el umbral hacía lo desconocido, un viaje sin retorno hacia el inframundo, el Hades. Pero atravesar el Estigia, hacía necesario encontrarse con un oscuro personaje que en su barca, debía conducirte a través de esa laguna infernal atravesando la frontera de los vivos y los muertos con la esperanza de un tiempo mejor, aunque eso era imposible saberlo. Ese personaje era Caronte, un viejo inmisericorde que se encargaba de cobrar por sus servicios a las almas que intentaban cruzar hacia la otra orilla. El precio de debían pagar las almas, era un óbolo o moneda y aquellos que no podían pagar, estaban condenados a vagar de un lado a otro sin descanso durante cien años hasta que Caronte finalmente consentía a cruzarlos.
Pero quienes conseguían navegar el Estigia, debían someterse además al juicio de Radamantis, Minos y Eaco, antiguos reyes griegos quienes no se distinguían por su misericordia. La mayoría terminaban despojados de cualquier vestigio de su cuerpo y su conciencia. Unos cuantos, los menos, lograban llegar a los Campos Elíseos, el paraíso.
Miles de años después, Dante Alighieri rescató esta leyenda y la utilizó en su Divina Comedia. Con un propósito religioso propio de la época, el florentino se refería a su obra como la posibilidad de sacar a aquellos que viven en esta vida en estado de miseria y llevarlos al estado de felicidad.
Una especie de travesía semejante a cruzar el Estigia para al final encontrarse con el infierno, es lo que todos los días deben hacer cientos, quizás miles de niños indocumentados que arriesgando su vida, su integridad y su inocencia, intentar cruzar desde Centroamérica para llegar a los Estados Unidos, su Hades y su Estigia personal que en todo caso inicia en Honduras, El Salvador y Guatemala concluyendo en el Río Bravo.
Durante todo el trayecto, las condiciones de viaje son francamente infrahumanas, pues van sin alimentos y sometidos a todo tipo de riesgos. La semana pasada, mientras nos angustiábamos viendo ganar y perder a la selección de futbol, la crisis humanitaria estalló haciendo sonar las alarmas del Gobierno Mexicano que insistía en hacer entender al de los Estados Unidos de América que estamos ante una tragedia de proporciones inimaginables. Solo entre los meses de octubre del 2013 y Mayo de 2014, la Patrulla Fronteriza ha logrado detener a 46 mil 188 menores de 17 años. En el año 2000, esta cifra no superaba los 6 mil 700 por año.
Estos miles de niños van en busca de sus padres, huyendo de la violencia y la pobreza que les hace la vida imposible en sus países. Pero una vez que estos miles de niños llegan con Caronte, no logran pagar su cuota por cruzar el Estigia y son deportados. Miles de ellos, alcanzan a ser trasladados a sus naciones por las autoridades migratorias de nuestro país; otros no corren con esa suerte y son reclutados por organizaciones criminales para que realicen tareas infames. Ahí está el caso de Meny, un jovencito de 16 años proveniente de Honduras que atravesó Honduras y México pasando por el Distrito Federal, Saltillo y Torreón para al final llegar a Chihuahua y al momento de cruzar la frontera terminar siendo recultado por una pandilla al servicio del narcotráfico.
El Gobierno Mexicano e infinidad de organizaciones de defensa de derechos humanos, han insistido en que esto sea considerado como un problema humanitario y no solo migratorio o de seguridad nacional. Hace unas semanas Barack Obama se refirió al cruce de niños sin papeles como un asunto humanitario urgente y habilitó bases militares para atenderlos. El asunto está desbordado pues la mayoría de estos niños, están viajando animados por sus padres que ya están viviendo en los Estados Unidos y que han interpretado mensajes sobre una probable reforma migratoria.
No podemos voltear la cara a esta brutal crisis humanitaria, no podemos permanecer neutrales. En nuestra propia dimensión, todos debemos hacer algo. El propio Dante Alighieri dice que los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en épocas de crisis moral. Este es una de esas crisis.
@marcosduranf