¡A otro perro con ese hueso, AMLO!

Opinión
/ 10 septiembre 2024

A medias de la noche una necia paciente del doctor Calcáneo, traumatólogo, lo llamó por teléfono a su domicilio. “Venga a mi casa –le pidió en modo imperativo–. Mi hijo tiene una pierna dobladita”. “Ahora no puedo ir, señora –respondió el facultativo–. Mi esposa tiene dobladitas las dos”... El cliente del lujoso restorán halló un insecto en su sopa. Llamó al mesero y le preguntó airado: “¿Qué es esto?”. “Perdóneme, señor –se disculpó el sujeto–. Soy mesero, no entomólogo”. Difícil resultaba, es cierto, la identificación del bicho. Algunos naturalistas estiman en más de 30 millones las especies de insectos en el mundo, algunos tan irritantes como la mosca. Bordoneaban varias en torno de la cabeza de una monja. Exclamó la reverenda con enojo: “¡Cómo friegan estas malditas moscas!”. “No les diga así, hermana –la amonestó sor Bette, la madre superiora–. Trátelas amorosamente; también ellas son criaturas del Señor. Pídales con voz dulce: ‘¡Shu! ¡Shu!’ y verá que solitas se van a chingar a su madre”... El enamorado joven le rogó a su dulcinea que le diera el sí. Le suplicó: “Dime la palabra que nos unirá por toda la vida”. “Te diré dos –replicó ella–. Estoy embarazada”... “A otro perro con ese hueso”. Tal expresión se usó en pasados tiempos para mostrar escepticismo ante una afirmación dudosa. “Si me das esa prueba de tu amor, mi vida, me casaré contigo”. “¡Bah! A otro perro con ese hueso”. Con la misma frase respondo a la declaración de AMLO en el sentido de que acabado su sexenio va “a agarrar la hamaca”. A más de que el señor se ha caracterizado siempre por ser un redomado mentiroso, todo indica que seguirá ejerciendo el poder. Aseguró su dominio sobre Morena al poner a su hijo Andy en el segundo puesto de importancia en la organización. Tiene en sus manos a las fuerzas armadas. (No me refiero a los cárteles de la droga, sino a las otras fuerzas armadas: el Ejército, la Marina y la Guardia Nacional). Dispone del instrumento de la revocación de mandato para controlar a la futura Presidenta. Por eso no le ofrezco al jefe máximo la hermosa hamaca que en Tixkokob de Yucatán compré. La dejaré para mí. En ella dormiría yo la siesta de no ser porque me mantiene despierto la preocupación por el futuro de nuestro país, convertido en propiedad particular del demagogo líder. Dice López que su ciclo acabó ya. ¡A otro perro con ese hueso!... Doña Panoplia, rica dama, gustaba del arte africano, y tenía en su casa diversos objetos provenientes del antiguamente llamado Continente Negro, pero que ahora no se le puede ya nombrar de esa manera. Uno de los objetos llamó poderosamente la atención de la nueva criadita, a quien ahora tampoco se le puede designar así, y le preguntó a su ama, que tampoco puede ser descrita ahora con esa palabra: “¿Qué es esto?”. Respondió doña Panoplia: “Es un símbolo fálico”. Ponderó la mucama: “Francamente, señito, a mí me parece otra cosa”... La encargada del laboratorio de análisis clínicos le indicó a Babalucas: “Ponga un poco de orina en aquel frasquito”. Y le señaló uno que se hallaba sobre un estante. “Me va usted a perdonar –se disculpó el badulaque–, pero no creo poder llegarla hasta allá”... La señorita Peripalda, catequista, tenía en su casa dos cotorritas. Estaba muy orgullosa de ellas, pues se pasaban todo el día en oración. Rezaban, claro, el padrenuestro, el avemaría, la salve, el credo y el yo pecador, pero decían también otras oraciones menos conocidas, como la Magnífica, el Adorámoste y las Siete Verdades. Sucedió que a la señorita Peripalda le regalaron un perico, y lo puso en la jaula con las cotorritas. Una de ellas le dijo a la otra: “No reces más, Polly. Ya se nos concedió el milagro que pedíamos”... FIN.

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