Acciones afirmativas en admisión universitaria
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Es válido y necesario preguntarnos si los mecanismos de acceso a las universidades están favoreciendo a grupos más privilegiados
En un país como México, la conversación de la movilidad social está frecuentemente asociada al acceso a educación de calidad, particularmente la educación superior. Las historias de personas de entornos empobrecidos cambiando su realidad de manera drástica mediante su acceso a estudios universitarios son frecuentes. Sin embargo, es válido y necesario preguntarnos si los mecanismos de acceso a las universidades están favoreciendo a grupos más privilegiados y dejando fuera a quienes más requieren de estas oportunidades.
Recientemente, Ana Paula Melo (2022) llevó a cabo un estudio en una de las más importantes universidades de Brasil, la intervención consistió en un programa que incorporó una política de admisiones por acción afirmativa enfocada en personas de escasos recursos económicos. Melo pudo demostrar que la selección dirigida de estas personas efectivamente logró incrementar su representación en espacios universitarios, especialmente en carreras de alta demanda y selección muy exclusiva; al mismo tiempo, esta ganancia en la diversidad del estudiantado representó solamente una reducción marginal en los resultados de aprendizaje de la cohorte generacional entrante. El programa también redujo la brecha en aplicaciones a carreras de alta demanda entre personas de alto y bajo nivel socioeconómico en más del 50%.
Este estudio, como muchos otros similares que se han hecho antes, ayuda a aclarar el panorama de lo que significan las acciones afirmativas para equilibrar el suelo en las oportunidades para el acceso a la educación superior. En general, estas acciones, dirigidas a incorporar mayores números de personas en situaciones de vulnerabilidad por condiciones de pobreza, racialización, identidad sexual, orientación sexual, entre otras, significan poderosas herramientas para la promoción de espacios diversos e incluyentes que reflejen una aproximación más cercana a nuestras sociedades.
Los programas de acciones afirmativas en las universidades siempre han sido vistos por los reaccionarios y conservadores como “pases gratis”. Un atentado a una falsa idea de meritocracia, en el que se le permite a una persona, ocupar un lugar reservado para otra persona que “se lo ha ganado”. Poco consideran estas personas al emitir esos juicios, que quienes se “ganan” ese lugar con base en su “mérito” (como puede ser una puntuación de un examen de admisión) en su vasta mayoría han podido hacerlo con base en el acceso a mejores oportunidades educativas y mejores entornos familiares para el desarrollo que sus pares de contextos desfavorecidos. Y que, además, lo más probable es que no hayan tenido que enfrentar discriminación institucional o exclusión con base en sus rasgos identitarios.
Difícilmente podremos hablar de “meritocracia” al conseguir algo mediante el esfuerzo, cuando se parte desde condiciones desiguales para conseguirlo. Si las infancias de entornos empobrecidos tuvieran acceso a los ecosistemas de educación privilegiados a los que sí tienen acceso las infancias de contextos urbanos privilegiados, especialmente aquellas en familias con mayor acceso a recursos económicos, seguramente se vería reflejado en una mayor tasa de admisión de personas de entornos desfavorecidos en los procesos de admisión universitaria.
Hemos diseñado procesos de admisión universitaria basados en falsas meritocracias, que requieren de muy poco trabajo en el proceso de evaluación de una aplicación de admisión —por ejemplo, un examen estandarizado con evaluación automática—. Los diseñamos, entonces, para favorecer a personas con acceso a mayores recursos.
Por ello seguimos requiriendo programas de acciones afirmativas para admisión de estudiantes de entornos desventajados. Porque como cualquier programa de acciones afirmativas, no son una solución permanente. Las acciones afirmativas son remedios temporales para balancear sistemas desiguales, mientras que implementamos modelos de solución permanentes para poder alcanzar condiciones para una igualdad sustantiva y entonces sí, prescindir de los programas de acciones afirmativas.
El elemento clave de estos programas es el contrafactual, es decir ¿Qué pasaría en ausencia del programa? Y es muy fácil saberlo, porque ha sido lo normalizado durante décadas: Las personas con mayores privilegios, seguirán ocupando la mayoría de los espacios destinados a concurso, y las personas de entornos desventajados seguirán mayormente sin acceso a estos espacios, alimentando así un ciclo interminable de desigualdad.