‘Adolescencia’, cuando el silencio grita más fuerte

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En una época en la que se debate constantemente sobre los riesgos de internet, las redes sociales y la masculinidad tóxica en adolescentes, Netflix lanzó una miniserie que ha capturado la atención global: “Adolescencia”. Con tan solo cuatro episodios, esta producción británica, creada y coprotagonizada por Stephen Graham, plantea preguntas inquietantes sobre la juventud, la crianza y el acceso irrestricto a la tecnología.
Desde su estreno, la serie se ha mantenido entre las más vistas en México y varios países más, generando un debate necesario sobre los límites y la vigilancia que los padres ejercen sobre sus hijos adolescentes. La trama sigue la historia de Jamie Miller (Owen Cooper), un joven de 13 años arrestado por asesinar brutalmente a su compañera Katie Lewis (Emilia Holliday), un hecho claro desde los primeros minutos de la serie, dejando a la audiencia no con la duda sobre quién, sino sobre el porqué de tan impactante crimen.
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Uno de los aspectos más destacados de “Adolescencia” es la forma en que fue filmada: cada episodio es capturado en una sola toma continua, sin cortes ni pausas, lo que incrementa la sensación de inmersión y realidad, haciendo que el espectador viva con intensidad cada escena. Este estilo narrativo nos acerca visceralmente al mundo de Jamie, su entorno familiar y escolar, exponiendo sin filtros el dolor, la confusión y la rabia adolescente que pueden pasar desapercibidos en la vida cotidiana.
Más allá del crimen, la serie aborda la complejidad del entorno digital en el que crecen los jóvenes de hoy. A través de una investigación policial profunda, “Adolescencia” desenmascara los términos oscuros de las subculturas adolescentes en internet como “incel” o “manape”, reflejando cómo estas influencias pueden moldear personalidades vulnerables, sumergiéndolos en patrones de violencia y agresión disfrazados de aceptación y comunidad.
Precisamente, esta temática ha generado que la producción sea respaldada por figuras públicas preocupadas por el bienestar juvenil, como Gareth Southgate, entrenador de la selección inglesa de fútbol, quien se ha unido a una campaña contra la masculinidad tóxica en redes sociales, tomando la serie como referencia clave. Este tipo de alianzas reflejan cómo la ficción puede convertirse en un poderoso vehículo para la concientización social.
Pero quizás el mensaje más profundo e inquietante de “Adolescencia” está en sus silencios y preguntas sin respuesta. A lo largo de los cuatro episodios, la audiencia busca desesperadamente una razón lógica para la tragedia: ¿fue falta de límites parentales, descuido en el acceso a internet, violencia heredada o simplemente la ira contenida de un adolescente incomprendido? La serie intencionalmente evita dar respuestas fáciles, dejando al espectador sumido en una reflexión profunda sobre la crianza moderna.
El episodio final es especialmente devastador. Jamie, quien inicialmente había negado su crimen, decide repentinamente cambiar su declaración a culpable. La familia, rota emocionalmente, enfrenta la dura realidad de haber criado a un hijo capaz de cometer un acto tan violento. Esta escena lleva a la audiencia a preguntarse inevitablemente: ¿Hasta qué punto los padres pueden prevenir tragedias así? ¿Dónde acaba la responsabilidad familiar y empieza la individualidad del adolescente?
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Es poco probable que haya una continuación directa de la historia de Jamie y su familia, pero Netflix podría convertir esta producción en una serie antológica que explore otros casos juveniles. Mientras tanto, “Adolescencia” seguirá resonando en las conciencias de padres, maestros y adolescentes, obligándonos a replantear el tipo de diálogo que tenemos en nuestros hogares sobre la tecnología, las emociones y la responsabilidad moral.
Finalmente, la miniserie triunfa porque no simplifica ni juzga fácilmente, sino que expone brutalmente las contradicciones y sombras de la adolescencia actual, recordándonos que detrás de cada pantalla y perfil de redes sociales hay una historia personal compleja, que merece atención, comprensión y, sobre todo, prevención.