El rugido de un guerrero: Santos desafió al líder y lo hizo caer

Opinión
/ 12 marzo 2025

Santos resistió, luchó y, cuando el árbitro pitó el final, el estadio era un estallido de júbilo. No fue sólo una victoria, fue una declaración de intenciones: este equipo está de vuelta

El sol se encontraba radiante, pero acompañado de un aire fresco que hacía que algunos tuvieran frío. El viento levantaba el polvo de las calles, como si la ciudad supiera que algo importante estaba por suceder. En las inmediaciones del Territorio Santos Modelo, familias, amigos y parejas caminaban con las playeras verdiblancas bien puestas, como si fuera un amuleto de suerte. El ritual del domingo estaba en marcha: Lonches de adobada, olor a cerveza fría, pasto recién cortado y el sonido inconfundible de la batucada, así como del audio del estadio, anunciaban las alineaciones.

Desde las tribunas, el panorama era electrizante. Más de 24 mil personas llenaban el estadio con una energía que no se sentía desde hacía tiempo. Había un murmullo constante, mezcla de emoción y nerviosismo, como si la afición presintiera que esta tarde podía ser distinta. La llegada de James Rodríguez había cambiado la conversación de la semana, pero más allá del morbo mediático, el foco estaba en lo que el Santos podría hacer. ¿Este equipo tenía todavía el espíritu que lo hace grande?

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El silbatazo inicial marcó el arranque de una batalla que pocos esperaban que fuera tan pareja. Desde los primeros minutos, el Santos mostró una actitud distinta. Se defendió con orden, presionó en bloque y, sobre todo, jugó con el hambre de quien se sabe en deuda con su gente. El equipo no sólo corría, también pensaba. Y cuando se combinan esas dos cosas en el fútbol, todo es posible.

James tocaba la pelota con elegancia, pero el Santos le respondía con intensidad. Cada balón dividido se disputaba con la ferocidad de un equipo que entiende que su fortaleza está en la entrega. La afición comenzó a percibirlo y, como en los mejores tiempos, se convirtió en ese jugador número 12 que presiona, empuja y contagia. Cuando cayó el primer gol, la explosión en las gradas fue una prueba de que la pasión por el Santos sigue intacta. No importa cuántas temporadas difíciles hayamos vivido, este equipo siempre encuentra la manera de renacer.

En los minutos finales, el dramatismo alcanzó su punto máximo. El rival, acostumbrado a resolver partidos con la jerarquía de sus figuras, se encontró con un equipo que no le tenía miedo. Santos resistió, luchó y, cuando el árbitro pitó el final, el estadio era un estallido de júbilo. No fue sólo una victoria, fue una declaración de intenciones: este equipo está de vuelta.

La recomposición del Santos no es obra de la casualidad. Hay un proyecto detrás encabezado por Alejandro Irarragorri, que entiende que el fútbol no sólo es un negocio, sino una identidad. La conexión con la afición es clave y, por momentos como este, se entiende por qué el Club sigue siendo un referente en el norte del país. La victoria no sólo sumó puntos en la tabla, también renovó la fe de una afición que estaba necesitada de tardes así.

En la historia, muchos jóvenes han asumido grandes responsabilidades. Alejandro Magno y Octavio Augusto son ejemplos de cómo la juventud puede liderar cambios trascendentales.

Alejandro Irarragorri, al frente del Club Santos, sigue esa tradición de jóvenes líderes. Su compromiso con la comunidad lagunera y su presencia permanente en Torreón refuerzan la confianza en su liderazgo.

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A pesar de los desafíos, Aleco ha demostrado que entiende el ADN de la Laguna, consolidándose como un visionario que apuesta por el crecimiento del club y su impacto en la región. Su liderazgo no sólo se refleja en los resultados dentro del campo, sino en la construcción de un proyecto institucional. Santos Laguna no es sólo un equipo de fútbol, es un símbolo de resiliencia y unión en una ciudad que siempre ha sabido levantarse ante las adversidades.

La afición salió del estadio con esa sensación única que sólo el fútbol puede dar. Se hablaba del partido en cada rincón de la ciudad, desde el estacionamiento hasta en los trabajos. “Así tiene que jugar el Santos”, decían algunos con la voz ronca de tanto gritar. En el fútbol, los momentos así pueden ser el inicio de algo grande o sólo un destello efímero. Pero esa noche, en Torreón, quedó claro que la mística sigue viva. Y eso, en un equipo como el Santos, lo cambia todo.

¡Un guerrero nunca muere!

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