Agenda política (16)
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Como siempre en este país, hay más pasivos que activos. Los distractores son múltiples, alentados la mayor parte de ellos, por el Presidente de Morena, que no de los mexicanos, Andrés Manuel López Obrador. Su popularidad sigue siendo alta, para los dislates y yerros recurrentes en su administración. Pero, hartos los mexicanos del abuso del PRI y del PAN en el poder, le creen al del lenguaje trasnochado y primitivo. Sus programas de ayudas económicas (“Pensión para el bienestar”, “Pensión para niños y niñas discapacitados”)... al final de cuentas siguen siendo aquello de los años sesenta del siglo pasado, apoyos de un “Estado de bienestar”. Es decir, AMLO asume el derecho y la tutela (represión, realmente) de decidir cuánto ha de recibir en metálico cada uno de sus gobernados de acuerdo a sus necesidades.
Esta vieja teoría ya la encontramos en libros hoy fuera de foco y moda, como en las tesis de Herbert Marcuse. AMLO las ha revitalizado y las vende como un producto nuevo, recién enlatado. Le ha funcionado al día de hoy, aunque ha llevado a México al borde del precipicio. Ocupado en su cruzada mesiánica del estado bienhechor y del bienestar, se ha olvidado de lo importante: gobernar. La maldad y violencia se multiplican, mientras la milicia se dedica a labores de administración y construcción.
“Abrazos y no balazos”. Sencillamente es dejar hacer. Sin meter las manos ni manchar la (escasa) reputación. Todo para el crimen organizado. Y éstos se dedican todos los días, sin prisa y sin pausa, a eso llamado “crímenes atroces”. La brutalidad y animalidad como conducta de seres humanos entregados a la flagelación y depredación de la carne humana. ¿Dónde hurgar, dónde escarbar dentro de los mexicanos, si cualquier recodo es un pozo oscuro y la desolación de esos humanos es justamente nuestra desolación como sociedad? ¿Vale la pena seguir escribiendo de esto y recorrer dichos caminos plagados de dolor, llanto y un fuerte deseo funesto de muerte y no seguir más?
Absolutamente sí. Sigo creyendo, tal vez ingenuamente, que la belleza y lo bueno deben ganarle la partida a la maldad, a la violencia extrema y expuesta públicamente y a lo grotesco. Lo bello tiene “el valor biológico” de aquello que es “útil, benéfico, enriquecedor de la vida”. (Frederich Nietzsche). La gente buena como usted señor lector, debe de trabajar el doble para cambiar el mundo actual. Y debemos de hacerlo todos juntos y desde nuestras trincheras. Todas las tesis y teorías de AMLO han fracasado. Regalar dinero a los necesitados no los ha detenido al ser reclutados por el crimen organizado. Cada vez más jóvenes, o si no de plano, niños (460 mil niños y jóvenes, según datos estimados del REDIM y CIDH).
¿Estamos condenados a repetir perpetuamente la tragedia de la crucifixión de Jesucristo y todo ese dolor, drama, sangre y espasmos en su pasión sangrienta y fatal? Aun en dicha pasión, hay un triunfo de la belleza señor lector, el rostro bello, puro y sereno del maestro entregado a su catástrofe; pero al final de cuentas, con un canto de victoria sobre la muerte. Así debemos de proceder nosotros. Así sea.
ESQUINA-BAJAN
Punto uno: por cada individuo que intenta suicidarse y lo logra, hay al menos 8 que lo intentan y no lo logran a la primera vez. Pero lo seguirán intentando. Tengo documentados casos en la región, donde a la sexta u octava vez lo logran los tristes de alma y cuerpo. No recibieron ayuda alguna. En la morgue llamada Secretaría de Salud del lagunero Roberto Bernal no les dan seguimiento. Cuando usted intenta suicidarse y no lo logra o lo hacen desistir, llega la UNIF (no, no es la Unidad Nacional de Inteligencia Financiera al mando de Santiago Nieto o de otro lagunero, Jorge Luis Morán. A ellos les interesa la marmaja, no los humanos. Es la Unidad de Integración Familiar que para poco o para nada sirve). Lo llevan a platicar, le dan un “mejoral” para apendejarlo y luego lo mandan “tranquilo” a su casa...
Punto dos: para que usted y luego, se suicide. ¿Miento, soy tremendista? Lea lo siguiente. Da escalofrío: el pasado lunes 26 de julio ocurrió en la región el suicidio 69 (ya van 72 hoy). Un hombre de 45 años, muy joven y en plenitud de vida, pues, don Alberto Constantino padecía una enfermedad perniciosa, lenta y letal: “amor”. Enamorarse es “dañino” para la salud me ha advertido innumerables veces el abogado Gerardo Blanco. Don Alberto estaba enfermo de amor. Se iba a divorciar. Mitigaba sus penas con generosas libaciones de alcohol. Empezó a despedirse de amigos y conocidos.
Punto tres: un amigo fue inmediatamente a acompañarlo, Alberto González. Lo hizo desistir de prenderse fuego (imagine usted cuanta desesperación para hacer semejante acto; la enfermedad llamada “amor” es intolerable y no debemos juzgar. Dios nos mandó a amar, don Alberto lo hizo) y llamó a la mentada UNIF. No hicieron nada. En teoría, Constantino se había ido a dormir ya tranquilo. No, fue y se colgó. Todo esto lo sé por la documentada nota de mi compañero Ulises Martínez.
Punto cuatro: ¿lo advierte? La UNIF sirve para dos cosas: para nada y para pura chingada. La morgue de Roberto Bernal (Secretaría de Salud, pues) no tiene ni un mapeo del problema ni da seguimiento a los atiriciados de alma y cuerpo ni ofrecen un pinche paliativo. En el 2020, Coahuila fue tercer lugar nacional en suicidios (275). En este 2021 vamos en el número 72 y contando.
LETRAS MINÚSCULAS
Para un atiriciado, el suicidio es una solución, no un problema; ojo. Para ellos, desgraciadamente, la puerta siempre está abierta... tratemos de enseñarles que aquí y vivos, está la verdadera puerta de sanación.