Apocalipsis: el agua versus las antiguas fuentes públicas

Opinión
/ 10 marzo 2025

El agua es un recurso que hoy en la ciudad de Saltillo está más racionado. Hay tandeos cada vez más extensos incluso en casas-habitación que no lo padecían

Una de las primeras fuentes públicas que data de la antigüedad se erigió en la ciudad de Tel Telloh, actual Irak, es decir, en la ya desaparecida Sumeria. Las fuentes tenían uso −además de ser ornamentales− y eso era lo primordial. Hasta esas fuentes, siempre distribuidas en puntos centrales, acudían los habitantes a calmar su sed y la de su hato de cabras o del ganado en cuestión. Además, eran sitios que estimulaban conversaciones y relaciones sociales.

Ahora vemos las fuentes como algo exclusivamente ornamental, carentes de agua en la generalidad de los casos y albergando basura. El agua, además, ya es un recurso que el discurso dominante de la empresa busca privatizar. Lo está logrando con base en acuerdos muy pulidos. Está logrando que el propio gobierno, que opera con el dinero de los contribuyentes, es decir, dinero de todos nosotros, se declare incompetente.

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Este, el gobierno, se ha convencido de que no puede hacer su trabajo, de que no sabe cómo hacer las cosas y, por ello, debe contratar a los expertos que se encuentran afuera del gobierno, es decir, ahora los contribuyentes, en todo el planeta, tenemos que pagar doble: el salario de los servidores públicos que no pueden hacer su trabajo y el de los contratos con empresas que sí pueden hacer ese trabajo. Poco a poco el gobierno va perdiendo su razón de ser. “Mejor que el Estado desaparezca”, parece gritar Macri desde una esquina. “Mejor que los empresarios estén al frente”, pareciera tartamudear Musk, quien gobierna un país sin haber sido votado por una sola persona.

El agua es un recurso que hoy en la ciudad de Saltillo está más racionado. Hay tandeos cada vez más extensos incluso en casas-habitación que no lo padecían. Y si a eso le sumamos la falta de medidas que multen a quienes riegan sus banquetas con manguera o sus autos, la actual crisis empeorará. No desestimo el tema de uso del agua por parte de las grandes empresas, que deberían de pagar más por usarla y regresarla contaminada (es tema de otra columna), pero el temor a la pérdida del voto mantiene a la población sin una reflexión seria, esa que sólo se logra cuando sus bolsillos se ponen en riesgo.

Aguas grises sin ser usadas porque falta la infraestructura para hacerlo, fugas de oleoductos y agua altamente tóxica, procedente de las operaciones de fracturación hidráulica −fracking−, son elementos que no se consideran porque ante todo están los números y las inversiones.

Y lo más divertido es ver cómo algunas facciones políticas defienden, por un lado, el fracking, pero condenan el uso de petróleo o viceversa. Mire usted desde dónde se habla y comprenderá más la retórica: un discurso perfectamente hilado y, también, altamente engañoso.

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Y además de esta ardiente primavera, nos enfrentamos a un riesgo mayúsculo: el tratado de aguas que fue signado en 1944 entre México y Estados Unidos de América, y el cual estableció bases para un intercambio equitativo del agua del río Colorado y del río Bravo entre ambas naciones, se enfrenta ahora al impulsivo presidente de la nación vecina. Dicho tratado estipula que cada quinquenio Estados Unidos debe entregar a México más de 9 mil millones de metros cúbicos procedentes del río Colorado. En contraparte, México le debe entregar más de 2 mil millones de metros cúbicos del río Bravo, es decir, menos de una cuarta parte de lo que recibe.

Considerando la actual sequía y nuestros adeudos intermitentes con la nación vecina, hay ingredientes altamente inflamables.

El vocablo agua proviene del latín aqua, y este a su vez del indoeuropeo akua.

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