Bienal de Autorretrato IMCS: la disolución del criterio

Opinión
/ 11 diciembre 2021

La reciente muestra en el Museo Rubén Herrera con la obra seleccionada de la tercera edición de la Bienal Nacional de Autorretrato, dotada con 200 mil pesos y organizada por el Instituto Municipal de Cultura de Saltillo, da pie para examinar las ambigüedades en los juicios de una convocatoria que desde su primera edición ha mantenido el sino de la polémica

¿Qué tratamientos o abordajes abarca el género del autorretrato? Entre los jurados de las últimas tres ediciones de la Bienal parece no haber un consenso: mientras Erik Castillo -quien ha repetido tres dictámenes consecutivos- afirma que la convocatoria busca “activar una esfera pública para una producción visual concreta, la autorrepresentación artística de la persona”, Francisco Soriano, en la misma hoja de sala, replica que “no debe el espectador alarmarse si en algunas ocasiones no puede reconocer el rostro del autor detrás de la obra”, mientras pregunta porque “un autorretrato no puede ser la misma ausencia de un rostro”. Por supuesto que el género admite un amplísimo rango en la propia autointerpretación y la hípersubjetividad, pero como ahora mismo pasa en ciertos sectores de la academia, el periodismo, criterios curatoriales y otras convocatorias, la irresolución teórica deriva en ambiguedades, omisiones y propuestas erráticas. ¿Por qué es tan difícil para los miembros de las instituciones de la otrora Atenas de México definir (al menos para una convocatoria) desde qué implica la palabra cultura, qué comprenden determinados territorios de las artes visuales o cuáles son los linderos de un género pictórico? Este hueco conceptual muchas veces ha sido el refugio de las populosas mediocridades, del cálculo advenedizo: sin discurso, técnica o una obra medianamente consistente, hoy cualquier autoestima hipertrofiada se presenta como depositari@ de talento artístico: baste recordar aquel bochorno nacional de la que orinó sobre una piedra y sus enardecidos defensores.

$!Primer lugar de este año y la polémica obra ganadora en una edición anterior, con su previo referente intertextual.

Preguntas sin respuesta

Entonces, si todo vale -sobre todo la transgresión de agarrar un titulito coyuntural sobre la agenda LGBT, la manoseada virtualidad, o recientemente, la moda pandémica- ¿Cómo juzgar autorretratos donde un autor buscó “verse y reproducirse a sí mismo” contra otro donde el pintor se percibe como un zapato? ¿Qué tan válido es entonces que en una edición anterior el propio presidente jurado dijera que la obra ganadora era un “anti autorretrato”? ... Y si entonces NO lo era ¿Por qué premiarlo como la mejor obra en un certamen nacional dedicado al género?

$!¿Qué sí puede ser un autorretrato? Algunas obras de la selección.

No es la primera vez que señalo el abuso de galimatías en el arte local; la ocurrencia o el cantinfleo retórico para justificar cualquier barrabasada (Véase “Curadurías sin cabeza”, Vanguardia, abril 3 de 2021), por lo mismo cabe señalar cómo en esta reciente edición el jurado premió de forma unánime una pieza que aparece como una regular glosa a la obra de Lucien Freud, en detrimento de obras infinitamente más potentes -técnica y conceptualmente- como la pieza del joven pintor coahuilense Pedro García de la Torre; curioso criterio o consigna repetida: como si reconocer artistas locales o estatales rebajara la dimensión “nacional” de la convocatoria. Así, el resultado de esta muestra es una selección floja, con obras que lindan apenas el nivel de ejercicio, autorrepresentaciones con tratamientos e iconologías anacrónicas: muchas de ellas derivadas de estilos anclados en los 90. Claro que al artista le cabe cierta interpretación subjetiva de las bases de un concurso. Pero no así al jurado. Se establecen dos raseros: uno, para los atenidos al carácter clásico del personaje homenajeado en la Bienal, y otro (sobre entendido), para quienes aprovechando la escasa claridad deciden saltar estas convenciones y son premiados sólo por el mérito de su “transgresión”. La pregunta final es ¿honra este concurso que lleva su nombre, a Rubén Herrera? Luego de ya tres ediciones, la ambiguedad, la endogamia, la opacidad y la incompetencia teórica por parte del Instituto Municipal de Cultura de Saltillo nos reafirman que no.

$!La notable obra del coahuilense Pedro García de la Torre, ni para una mención alcanzó.

alejandroperezcervantes@hotmail.com

Twitter: @perezcervantes7

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