Clelia, un ejemplo de resiliencia e inteligencia para afrontar la vida

Opinión
/ 27 septiembre 2024

Clelia Mancha López nació en Viesca el 18 de marzo de 1924. Fue hija de Ascensión Mancha López y María Issa López. Quedó huérfana de madre en su niñez y pasó al cuidado de su abuela paterna, Dolores López (viuda de Mancha), quien la cuidó con mucho amor y cariño, aunque el destino la enfrentó también al fallecimiento de su abuela y quedó, por segunda vez, en la orfandad. Luego su papá se casó con Eduviges Guerrero, con quien tuvo cinco hijos. Falleció en el parto del último de sus hijos. A los 12 años, Clelia se convirtió en la “mamá” de sus hermanos: Faustino (ocho años), Francisco (cinco), Jesús María (cuatro), Hermila (tres), y el recién nacido Juan Leobardo.

Contaba que iba al monte a juntar ramas para hacer la lumbre y calentar los tés para el recién nacido. Buscaba a señoras que parieron en esas fechas para que le ayudaran a alimentar a su hermanito. Para sus otros hermanos, su papá le daba una moneda de 10 centavos y compraba cinco centavos de azúcar y cinco de café. Con poco dinero les hacía la cena. Fueron tiempos difíciles para su familia, pero sus hermanos crecieron y se convirtieron en buenos trabajadores. Siempre le profesaron un profundo respeto a su hermana mayor. Trabajó en su adolescencia enrollando tabaco en hojas de maíz. Con lo que ganaba compraba pan y cocas, que luego vendía, dinero con el que les compraba a sus hermanos lo esencial para comer. Diario les lavaba y planchaba su ropa.

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Clelia terminó sus estudios de primaria. Era muy buena para las matemáticas y la lectura, por ello le dieron la oportunidad de trabajar como auxiliar de profesora en otra comunidad. Rechazó la oferta de trabajo porque no podía dejar solos a sus hermanos, la necesitaban. Los educó con los principios y valores sólidos de la época. Los hizo además de trabajadores, honorables y responsables. Les inculcó la unión y la bondad, y ellos como padres de familia también la fomentaron.

Se enamoró de Inés Chavarría Hernández, originario de la Hacienda de Hornos. Se casaron en 1949. Tuvieron siete hijos: Chuy (finado), Evelia (finada), Consuelo, Silvia, Gloria, Alma y Tere. Les dio estudios y los formó como buenas personas. Clelia fue una mujer de palabra, su palabra era ley. Fue reconocida y respetada por los viesquenses. Se dedicó al pastoreo junto a su marido y llegaron a tener un gran hato de cabras. Vendían cabritos al negocio “El Rey del Cabrito” de Monterrey y surtían carne a las carnicerías de Matamoros. Ella era muy hábil con el dinero y las ventas.

Otro de sus negocios fue la venta de leche, la ofrecía por la calle en Viesca; desde el tinaco hasta la tapatía y de regreso por la orilla de agua. La transportaba en garrafones lecheros en un carretón que ella misma estiraba. También le surtía leche a la empresa Chilchota de Gómez Palacio de don Carlos Herrera. Eran tiempos de mucha prosperidad y mucho trabajo. Invirtió sus ganancias en su tienda de abarrotes, donde vendía mercería, cocas y pan. Solía compartirlos con los que la visitaban.

Fue una gran conversadora, le gustaba contar anécdotas del pueblo de Viesca. Entre ellas platicaba que el entonces presidente municipal, Enrique Madariaga Ruíz, en una ocasión le hizo la compra del día: le compró refrescos y pan, entre otros productos, para los trabajadores que construían el edificio de la escuela primaria sobre la calle Morelos. Además de ser el pilar de su familia, aprovechó su inteligencia y su gusto para leer y escribir. Participó en un concurso convocado por el gobierno de Coahuila, titulado “Mi vida, una historia”. Obtuvo una mención honorífica y el premio en la capital del Estado. Cumplió otro sueño: estudiar la secundaria. A sus 80 años estudió en el INEA, y aunque ya sabía casi todo, solo le faltaba certificarse. Aunque demoró unos años, no perdió el objetivo y lo logró.

Al final de sus días, la señora Clelia fue cuidada con mucho amor por sus hijas en Viesca. Falleció en su domicilio el 27 de junio del 2022 a la edad de 98 años. Clelia es un gran personaje de Viesca. Logró salir adelante pese a las duras pruebas de la vida. Nunca se echó para atrás ni se conformó. Con amor, paciencia e inteligencia desde chica cobijó a su familia, a sus negocios y a su comunidad. Su historia nos muestra que nunca es tarde para cumplir nuestros sueños y que las adversidades no son limitantes para crecer y triunfar.

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