Conciertos didácticos 2

Opinión
/ 12 febrero 2025

El francés Francis Poulenc cultivó prácticamente todos los géneros musicales de su época, desde la composición académica hasta la vanguardia dadaísta. Aunque en su vida privada elegía música melódica para acompañarse a sí mismo, y agradar a sus amigos, uno de ellos Erik Satie (1866-1925), padre del minimalismo (escúchese sus populares Gymnopédies). De carácter jovial y cariñoso, Poulenc visitaba amigos padres de niños, a diferencia de algunos solterones que los prefieren lejos. Cierta tarde del verano de 1940 Poulenc (1899-1963) disfrutaba de vacaciones en Brive-la-Gaillarde, Burdeos, jugando malabarismos dadaístas al piano para los amigos, entre ellos el padre de la pequeña Sophie. En un arranque de infantil espontaneidad la nena trepó por las piernas del compositor para colocar en el atril el libro que estaba leyendo: La historia de Babar, del francés Jean de Brunhoff (1899-1937). Metido en el espíritu dadaísta, y risueño por el gesto de Sophie, Poulenc improvisó música para el cuento, con tan buen tino que fascinó a la nena y al público adulto. Entonces pasó la ocurrencia al papel pautado y días más tarde regresó con la obra, lista y lúdica. Cinco años después la revisó, y le agregó voz para narrador. En 1962 Poulenc pidió al compositor Jean Francaix (1912-1997) una versión orquestal, que es la que conocemos ahora.

El inglés Benjamin Britten (1913-1976) era muy serio componiendo música lúdica. En sus obras se respira una atmósfera risueña, cuando no son de amarga crítica social, como ocurre en la ópera Peter Grimes (Op. 33) o abiertamente dramáticas, como la ópera La violación de Lucrecia, Op. 37. Para argumentar por lo primero señalaré que Britten es autor de la simpática Sinfonía simple Op. 4, de 1956, del concierto para violín, Op. 15, de 1939, y de Albert Herring, Op. 39, de 1947, la ópera cómica tan iconoclasta que a John Christie, propietario y fundador de Glyndebourne, sede del estreno, le pareció tan inadecuada que abrió la noche diciendo: “Esto no es propio de nosotros.” (The New Penguin Opera Guide) De ahí que Britten se lo tomara muy en serio cuando el Ministerio de Cultura inglés le encargó componer la música para la película documental “Los instrumentos de la orquesta”, en la que debía intervenir un narrador, a semejanza de Pedro y el Lobo, de Prokófiev, y Piccolo, Saxo y compañía, de André Popp.

Empezó a trabajar en lo que sería la Guía de orquesta para los jóvenes, de 1946, tomando el rondó de la música incidental que el genio barroco inglés Henry Purcell (1659-1695) escribiera para la tragedia teatral Abdelazer de la escritora inglesa Aphra Behn (1640-1689) de novelesca vida. De ahí que Britten la subtitulara “Variaciones y fuga sobre un tema de Purcell”. Arranca con el tema de Purcell interpretado por toda la orquesta. Luego, cada familia de instrumentos, desde los de viento hasta las percusiones bordan distintas piezas, hasta regresar a la melodía original, y cierra alcanzando un registro promedio de 16 minutos. Cuando hay un conductor —fuera del guion original, pero siempre útil—, el concierto didáctico alcanza su sentido más alto.

No deja de ser singular que el compositor, arreglista y director de orquesta francés André Popp (1924 –2014) fuese llamado por el sello Philips para escribir una obra sinfónica destinada a atraer al público infantil. El hecho es singular, como digo, ya que Popp era un músico pop, si se me permite el juego, autor de obras como Les Lavandières du Portugal (1955), conocida en la voz de la inmortal Astrud Gilberto; Tom Pillibi, ganadora del Festival de la Canción de Eurovisión 1960, con Jacqueline Boyer y, la archi famosa Love is blue, de 1967, en la versión de Paul Mauriat. Pero como chamba es chamba, Popp llamó al escritor-músico Jean Broussolle, expuso la idea, y quizá considerando el antecedente de La historia de Babar, y de Pedro y el lobo, en 1957 idearon una campechana obra para orquesta y narrador, en la que se conocen las familias de los instrumentos, antes aislados: Piccolo, Saxo y compañía, con un registro de 16 minutos. La aceptación entre la banda peque fue tan grande, que ese mismo año escribieron Pasaporte a Piccolo y Saxo; al siguiente Piccolo Saxo y el Cirque Jolibois, en 1972 entregaron Piccolo Saxo en Ciudad de la Música, y finalmente en 1976 Piccolo Saxo: sinfonía ecológica, obra mayor con un registro de 40 minutos.

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¡Aplauso de pie! a la Orquesta Filarmónica del Desierto por el arranque de sus #ConciertosDidacticos “Filarmónica en tu Escuela.”

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