Del futuro de la educación
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En una charla entre amistades sobre el futuro que van a enfrentar las nuevas generaciones, se me cuestionó sobre el rol de la educación para ese futuro.
Recientemente, en una charla entre amistades sobre el futuro que van a enfrentar las nuevas generaciones, se me cuestionó sobre el rol de la educación para ese futuro. He estado reflexionando sobre esto recientemente y me parece que, como todo en educación, resulta más complejo que simplemente una definición de prioridades que deba atender un sistema educativo.
Inicialmente, recordé y releí, un importante documento que leí hace pocos años, emitido por UNESCO y atendiendo justamente al tema de lo que debe ser la educación en el futuro, titulado Reimaginar Juntos Nuestros Futuros: Un Nuevo Contrato Social por la Educación. En él se enfatiza la importancia de entender los retos de las generaciones futuras, amenazas compartidas que enfrentarán las personas de todo el mundo.
Inicialmente, si definimos esos puntos compartidos bajo los cuales se pueden construir prioridades en común, para sobre ellas, definir el rol que deberán jugar los sistemas de educación para preparar a las infancias y juventudes, para colaborar en enfrentar y atender estas situaciones, seguramente podremos obtener una imagen de un futuro de la educación mucho más integrado a nivel global.
Posteriormente, debemos poner atención a las necesidades más importantes a las que atienden los contextos locales a través de sus sistemas de educación. Es decir, no son las mismas prioridades las que atienden las escuelas urbanas en Saltillo, que las que atienden las de zonas rurales en Oaxaca. Asimismo, no son las mismas prioridades, las que atienden los sistemas educativos en México, en su generalidad, que aquellos en Senegal, Corea, Malasia o Turquía.
En muchos lugares, como en Saltillo, el enfoque escolar mantiene prioridades relacionadas con aquellas que fueron relevantes en el siglo XX: Producir personas que puedan atender a los nuevos mercados, mediante su incorporación exitosa en industrias, enfatizando el manejo y adopción de nuevas tecnologías, el uso de distintos lenguajes como herramientas de trabajo, y un enfoque de alta competitividad para el mejoramiento individual, que propicia el mejoramiento colectivo mediante el aumento de competitividad regional, que incrementa las posibilidades de inversión.
En otros, donde el desarrollo socioeconómico es menor, los enfoques se mantienen en producir suficientes profesionales de capacidad técnica suficiente para propiciar un ingreso en los mercados y desarrollo comunitario que brinde mayor modernidad en los sistemas sociales que producen bienestar común.
En aquellos contextos de mayor desarrollo, el paradigma va migrando hacia la atención de retos de índole internacional, propiciando la cooperación, las inversiones circulares, el involucramiento comunitario en inversiones y políticas de desarrollo, y la progresividad en el desarrollo económico responsable con reducción de impacto medioambiental.
¿Cómo entonces, podemos hablar de un “nuevo contrato social”, cuando las condiciones para acordar sobre ese contrato son diametralmente distintas para comunidades en todo el mundo?
La propuesta de un nuevo enfoque debe basarse precisamente, sobre aquellos temas que son de preocupación y ocupación general en todos estos contextos. Por ejemplo, la dependencia para el desarrollo social y económico, de sistemas naturales funcionales. Las limitaciones de acceso a recursos naturales como medios primarios de transformación industrial, afectan a cualquier comunidad en cualquier parte del mundo, en mayor o menor medida.
Asimismo, los escenarios políticos de conflicto internacional y la constante amenaza de la guerra como medio último de resolución de estos, planea importantes retos sobre la interdependencia del desarrollo global.
Usando estos ejemplos, podemos comprender, que construir nuevos sistemas de educación, basados en un “nuevo contrato social”, involucra comprender primero, como sociedades, que nuestros futuros están cercanamente ligados.
Necesitamos ciertamente, la adopción de nuevos paradigmas globales sobre lo que debe ser la educación para el futuro basados en priorizar un futuro interdependiente y colectivo a nivel global. Pero necesitamos también, la sensibilidad para entender lo que esto significa en términos de retos de adopción de un nuevo contrato social, para las sociedades que han sido limitadas para alcanzar niveles de desarrollo básicos, que les permitan migrar hacia estos nuevos paradigmas desde una posición factible.