Discriminar, tan fácil como parpadear...

Opinión
/ 27 febrero 2022

Tú, él, ella, nosotros discriminamos. Todos discriminamos, pues es tan fácil y habitual como parpadear. Sí, discriminamos tal como parpadeamos. Es decir, discriminamos incluso de forma involuntaria y, por ende, tal como el parpadeo de nuestros ojos, muchas de nuestras conductas y actitudes discriminatorias son pocas veces notadas tanto por nosotros como por otros. Pero, ¿cuándo tiene lugar la discriminación?

La discriminación tiene lugar cuando intencionalmente o no se coloca a unas personas por encima de otras, en atención al género, color, edad, raza, sexo, condición física y mental y demás características sociales, económicas y culturales que manifiestan la diversidad.

Como consecuencia, la discriminación es un término fundamental para comprender los problemas asociados con la diversidad. Algunos autores se refieren a la existencia de distintos niveles de discriminación, como el individual, el institucional y el estructural.

Las discriminaciones individuales e institucionales implican una intención de dañar, pero observan un nivel de comportamiento bastante diferente. Por un lado, la discriminación individual conlleva acciones de una persona o un pequeño grupo de personas que actúan contra otras debido a su pertenencia a un grupo, mientras que en la discriminación institucional el comportamiento discriminatorio está incrustado en organismos de naturaleza pública o privada que desempeñan una labor ya sea cultural, científica, política o social relevante para la comunidad.

Por otro lado, la discriminación estructural es más controvertida puesto que, si bien involucra un comportamiento neutral de los organismos públicos o privados antes mencionados, éste tiene un efecto diferencial o dañino que perjudica a grupos minoritarios. De hecho, la cuestión de la intención de tratar de manera desigual o causar daño debido a la pertenencia a un grupo es lo que distingue a la discriminación institucional y estructural.

Y es precisamente partiendo de las premisas anteriores que se hace más fácil notar que la discriminación es como parpadear. Pues es tan común que, en muchas ocasiones, pasa desapercibida como nuestros parpadeos. Sí, en ocasiones discriminamos sin darnos cuenta, sin intención.

Por tanto, una de las interrogantes que plantea la discriminación estructural es: ¿sigue siendo conveniente ser ciego ante el género, color, edad, raza, sexo, condición física y mental y demás características sociales, económicas y culturales que manifiestan la diversidad? La respuesta sin duda es: no, debemos educar la mirada.

Educar la mirada significa aprender a reconocer las acciones y actitudes particulares con las que cotidianamente discriminamos, para estar en condiciones de cambiarlas por unas incluyentes implica aprender a gestionarnos ante la diversidad y a enriquecernos con ella.

Es precisamente con este objetivo, y como parte de las actividades para la conmemoración del Día de la Cero Discriminación proclamado por la Organización de las Naciones Unidas como el 1 de marzo, que la Academia Interamericana de Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de Coahuila les invita a participar en el diplomado “Cine y grupos vulnerables” que inicia precisamente este martes 1 de marzo.

Para concluir, no me resta más que decir que al final no es relevante cómo lo hagamos, lo importante es que atendamos nuestra ceguera de taller ante las acciones y actitudes que realizamos en nuestra vida cotidiana. Pues en una comunidad globalizada como en la que vivimos, en la que la comunicación es más rápida, pero también más compleja que nunca, paradójicamente no hay arma más poderosa para la paz que una mirada incluyente.

La autora es investigadora
del Centro de Estudios Constitucionales Comparados
de la Academia IDH

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos
de VANGUARDIA
y la Academia IDH

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