En el coloquio puede darse la aceptación, la concordancia y el acuerdo.
O puede un interlocutor disentir, discrepar y causar un desacuerdo. Así, un diálogo puede convertirse en discusión. Se hacen afirmaciones desde una variedad de actitudes. Desde la actitud dogmática que presume tener toda la verdad, sin autoridad divina, o desde la actitud polémica que ve en el interlocutor a un adversario.
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Es frecuente la actitud dilemática, que no admite puntos medios, solo extremos de no y de sí, de bueno y malo, de falso o verdadero. No deja de presentarse la actitud apologética cuando alguien, en la conversación, se defiende aunque nadie lo ataque. La actitud dialógica que escucha, distingue, comprende y concede es la única verdaderamente positiva y eficiente.
El espectáculo de las disensiones, discrepancias y desacuerdos está palpitando diariamente en las redes sociales, en las entrevistas televisadas, en las conferencias y en los rollos de desinformación. Hay epidemia de descalificaciones, condenaciones, satanizaciones. Es estridencia y desafinación en el pentagrama de la interlocución. Se acostumbra el pésimo estilo del grito y la interrupción, del improperio simultáneo y recíproco en que nadie escucha y todos vociferan.
MENÚ DE DENUESTOS
En tiempo de contiendas, son las palabrerías y las verborreas precipitadas las que convierten cualquier parloteo intersubjetivo en una algarabía salvaje e incivilizada.
El público, los radioyentes, los leeperiódicos, los televidentes,los opinadores de café están en acecho de los nuevos adjetivos hirientes, en la colección de cada personaje de la vida pública o de no pocos escriborroteadores. Los egos pendencieros presumen su desparpajo y atrevimiento para alimentar el hambre voraz de los devoradores de escándalos, profanaciones y bizarrías ridiculizadoras. Urge una pedagogía de la comprensión para humanizar los intercambios gráficos y verbales.
INCONGRUENCIAS SALPICADAS
Allá en USA se le dijo a Biden que, en asunto de migrantes, el “talk” no se quedara sin el “walk”. El hablar sin el hacer. Acá se dice que “del dicho al hecho hay mucho trecho”.
Las salpicaduras de incongruencias están en todos los ámbitos y en todos los niveles. No hay ortopraxis aunque haya ortodoxia. El rollo hablado no llega al meollo logrado. “Mucho ruido y pocas nueces”, “obras son amores y no buenas razones”, dicen en el rancho. Así el hablar se va a las nubes y el hacer queda en el sótano.
La congruencia en la vida familiar, pública espiritual, política, educativa y social es virtud comunitaria que da el fruto de la autenticidad sin falsificaciones.
SOBERBIA, AVARICIA Y LUJURIA
En la cuarentena cuaresmal el creyente da la triple batalla dentro de sí mismo. Combate la autoidolatría del afán de poder, de tener y de placer. Suelen ser tres cadenas que le quitan su libertad interior para poder amarse, amar a Dios y proyectar un amor universal. La victoria, en ese combate, es la alegría de la pascua de resurrección.
Avanza en su cuaresma sumando las pequeñas victorias de cada momento presente vivido con verdad y con amor, sin dañarse y sin dañar.
URGE LO BELLO
Echa Gloria a un lado el periódico y comenta con Jacinto: “Lo peor que puede pasarle a la juventud en estos tiempos es caer en la depresión suicida, la drogadicción viciosa o la violencia inhumana”. “Es cierto, Glori”, concede Jacinto. “Urge cultivar lo bello. Todos debemos tocar un instrumento musical o pertenecer a un grupo de danza, practicar la pintura o la escultura, hacer poemas y actuar en teatro, o producir cine... que en nuestra vida lo bello acompañe a lo bueno y a lo verdadero...”. Delante de ellos estaba, en cielo saltillense, un crepúsculo espectacular...