Domínguez y Unamuno
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La grandeza de espíritu, el amor a la patria, la estatura moral, la pasión por la tierra en la que se nace, el sitio donde yacen tus ascendientes y llegarán tus descendientes, y otros sentires que te vienen de tu condición de ser humano alimentados en los valores y los principios que marcan tu esencia, son los que hacen la diferencia entre un gran hombre o un farsante. Hay dos personajes que nacieron en continentes diferentes, pero que tienen en común su calidad dignísima de personas de bien, su valentía, sus arrestos, su congruencia, y a ambos los admiro desde que me enteré de su existencia. Uno de ellos es compatriota, nació en el sur de nuestra noble patria, allá donde huele a maderas preciosas y la selva es la reina del confín, el otro es español, de la Iberia norteña, oriundo de Bilbao. Ambos poseedores de una inteligencia privilegiada y con un corazón en el que anidaban la pasión y el amor por su tierra. Y sobre todo, la conciencia del BIEN HACER.
Senador suplente por el estado de Chiapas, al morir en marzo de 1913 don Leopoldo Goult, él asume el cargo. El 16 de septiembre del mismo año, el nefasto – por decir lo menos - de Victoriano Huerta rendía su informe ante el Congreso de la Unión, y quien le respondió con toda la valentía fue el doctor Belisario Domínguez. Ya los días 23 y 29 de septiembre había resonado su voz en el recinto del Poder Legislativo, para decirle de frente y con la verdad por delante, sus crímenes y su bajeza. Denunció su traición contra Madero y Pino Suárez, la represión ordenada contra todo aquel que osara enfrentarlo, la mordaza puesta a la prensa e imponer la “paz” so pena de muerte y le restregó la ilegalidad de su régimen, su ineptitud y su maldad. Subrayó, que era muy peligroso para México el ser gobernado por un tipo sin escrúpulos y de ribete que no tenía ni la más pálida idea de concretar un proyecto político... ah... y que sus acciones enemistaban a México con otras naciones. Con este rubricó su sentencia de muerte. El 7 de octubre de 1913 lo asesinó la policía huertista. Don Belisario Domínguez nunca estará muerto, su amor por México, por la verdad, por la justicia, su congruencia, lo mantienen vivo en la historia de nuestro país, un país, que no obstante, las amargas lecciones de las que da cuenta la historia, sigue aferrado a repetir yerros y a llevar al poder individuos despreciables, que son un cáncer que pudren cuanto tocan. Transcribo un pequeño párrafo del discurso pronunciado por don Belisario Domínguez, lo pinta de cuerpo entero: “...y esa política del terror, señores senadores, la practica don Victoriano Huerta, en primer lugar, porque en su criterio estrecho de viejo soldado no cree que exista otra y, en segundo, porque en razón de como ascendió al poder y de los acontecimientos que han tenido lugar durante su gobierno, el cerebro de don Victoriano Huerta está desequilibrado, su espíritu está desorientado...” ¿Le suena? El discurso se repartió en forma de volante y fue una mujer, María Hernández Zarco, nieta de Francisco Zarco, quien los publicó. Huerta murió en el exilio, víctima de sus propios vicios.
He estado en el edificio que fue la Universidad de Salamanca, la institución académica de la fue rector don Miguel de Unamuno. Recorrí cada espacio de la misma y debo de compartirle, estimado leyente, que me emocionó hacerlo. Cuando llegue al aula en la que el maestro impartía su cátedra, casi lloro, estaba en el sitio que formó parte intrínseca de su cotidianidad, de su oficio maravilloso de transmisor de valores y de conocimientos. Como envidio a quienes fueron sus alumnos, me hubiera gustado ser uno de ellos, Por imaginación no ha quedado. Don Miguel era un rebelde, no acataba por mandato, y le costó dos veces ser echado de la rectoría. ¿Se imaginan lo que aquello significó?
El 12 de Octubre de 1936, tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, la conmemoración del Día de la Hispanidad, -para nosotros en México, el Día de la Raza o del Descubrimiento de América-, estaban presentes el obispo de Salamanca, el gobernador civil, la esposa del Generalísimo – así se hacía llamar- , doña Carmen Polo, el general Millán Astray del sequito de Franco Bahamonde, y Don Miguel de Unamuno, rector de la Universidad, apenas nombrado. Como es típico de los siervos, el general Millán, se lanzó en su perorata al cuello de quienes no se doblegaban y describió a Cataluña y a las provincias Vascas, como: “cánceres en el cuerpo de la nación, pero que el fascismo, “sanador” de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos”. Don Miguel era vasco. Se puso de pie y sin perder compostura inició su disertación. Hizo caso omiso de la ofensa. Olvidé decir que en el salón alguien grito “Viva la muerte”, que era el grito de batalla de Millán. Millán era un inválido de guerra. El rector Unamuno fue artero: “Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes – el gran escritor no tenía movimiento absoluto en su mano izquierda en razón de tres disparos que recibió en ella en la guerra de Lepanto- , es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor”. No lo hubiera dicho.
Enfurecieron los partidarios de Millán y don Miguel remató: “Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”. Don Miguel salió escoltado por el catedrático de derecho Canónigo y por la esposa de Franco, de otra suerte lo hubieran linchado. Jamás volvió a su amada universidad, murió el 31 de diciembre de 1936.
Los dictadores, y eso fueron Huerta y Franco, basan su “fuerza” dividiendo al pueblo, y se repite el desgraciado proceder por secula seculorum. Guerra entre hermanos, inquina entre los de la propia casa. El odio, como apuntó Unamuno no deja espacio para la compasión, “ese odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva, más no de inquisición”. Detestan a los pensantes, es típico de los mediocres... ¿o no?
Pensemos en México, es nuestra casa grande, los dueños somos los mexicanos. Hay que repetírnoslo a mañana, tarde y noche.