El 2 de octubre, no puede ni debe olvidarse
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El 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971 tienen un simbolismo profundo en la vida de nuestro pueblo, por eso, no se olvida. Las generaciones siguientes, y hasta el momento, nunca lo entendieron, sobre todo los jóvenes que crecimos sin entender las ideas por las que lucharon en ese tiempo y por las que dieron la vida ferrocarrileros, médicos, maestros, intelectuales y estudiantes en ese tiempo.
Siempre se vio como un desacato al statu quo del momento. Se les consideró a quienes participaron como una bola de revoltosos que reclamaban sin saber qué reclamaban. Por supuesto, que lo sabían. Digo, a menos que los que vivimos en este tiempo no seamos conscientes de la ola de violencia, de inseguridad, de cinismo de los gobiernos y de la clase política, de la corrupción y la impunidad en la que perviven los poderosos y que es la esencia de ese poder, en fin, de las plagas que sufrimos por estos días y de las que usted perfectamente se da cuenta.
Contextualicemos. Sin internet, sin redes, pero con otros medios; la televisión, la fuerza de los periódicos y la radio, que en ese tiempo fueron la fuente de comunicación y dieron cuenta de la realidad mundial en la que se vivía.
Poco antes de los asesinatos en Tlatelolco (1968), en México nos enteramos que había una lucha por la supremacía mundial y que dos potencias, como en la antigüedad, querían apoderarse del mundo (la llamada guerra fría) y que a través del armamentismo y la conquista del espacio buscaban dejar en claro quién mandaba. En el fondo estaban las políticas intervencionistas y la implantación de modelos autoritarios. En pugna, capitalistas y comunistas, y en América Latina había un río revuelto con dictadores por todas partes.
El 68 en México es parte de un todo. El existencialismo, como movimiento filosófico intelectual, preconiza por encima de todo la libertad. Las revueltas e inconformidades sociales, la indomabilidad de los jóvenes y sus críticas naturales a los dobles discursos,
los reclamos por los derechos civiles, el tema de la integración racial –en otras latitudes–, el intervencionismo de las fuerzas hegemónicas
y las injustas guerras –caso Vietnam– son algunos elementos de contexto que tendríamos que resaltar.
Protestas juveniles desde 1962 en Alemania, en Estados Unidos, en Brasil, en Argentina y en París, donde 7 millones de obreros paralizaron el gobierno francés de Charles de Gaulle, y la más importante, la Primavera de Praga donde estudiantes, profesores y escritores condenaron el retorno a los sistemas represivos y de cancelación de libertades que encabezaba Leonid Brézhnev. Este movimiento marcaría precedente pues se da un asesinato masivo de miles de jóvenes.
Es el contexto en el que los estudiantes mexicanos tomaron conciencia de la importancia de vivir en un mundo y en una sociedad donde las libertades y sus ejercicios fueran lo fundamental. El movimiento no surge por generación espontánea, es parte de un todo. En nuestro País, un todo que encabezó un modelo corporativista y presidencialista que había construido una pirámide en cuya base se encontraba un partido que aglutinaba centrales obreras, campesinos y maestros, y que descansaba en el autoritarismo de la clase gobernante.
¿Por qué “no se olvida”? ¿Por qué no debemos olvidarlo? Porque los gobiernos no deben espantarnos. No se olvida por las libertades conseguidas y por los derechos recuperados, por los desaparecidos que ofrendaron su vida y por los torturados. Por los presos políticos que pusieron el pecho para que a ti y a mí se nos respeten los derechos y para que en lo sucesivo los gobiernos se la pensaran dos veces sobre actitudes represivas y las tentaciones de golpear y lastimar a la población.
No se olvida porque es un espacio de reflexión sobre la libertad como el estado ideal en el que el ser humano puede realizarse y cumplir con su misión en la tierra. No se olvida porque los jóvenes nos ayudan a mantener la esperanza en que sí es posible una sociedad distinta. No se olvida porque la vida no es un tema de compra y venta. En concreto, no podemos ni debemos olvidar el salvajismo y la barbarie con la que las autoridades se condujeron y la dignidad con la que estudiantes, maestros e intelectuales se mantuvieron firmes haciendo la historia.
Conclusión. ¿En qué quedó la idea de la Universidad como conciencia de la sociedad? En concreto, ¿a la luz del 2 de octubre, cuál debería ser el papel de la Universidad y de la sociedad en estos tiempos? Es el Gobierno el que debe temer, servir y respetar al pueblo. Así las cosas.
fjesusb@tec.mx