El camino para regresar del infierno

Opinión
/ 10 noviembre 2023

Las naciones que se han expresado en contra de un cese al fuego quizá piensen que están animando a Israel a obtener una victoria justa, pero el curso actual de Israel solo asegura su inestabilidad perpetua

Por Daniel Levy, The New York Times.

Cada día que pasa en la guerra entre Israel y Gaza se intensifican los riesgos de un cataclismo.

Tras la espantosa pérdida de más de 1,400 civiles y soldados israelíes el 7 de octubre, el número de víctimas civiles palestinas en Gaza es ahora asombroso. Más de 10,300 palestinos han muerto desde el comienzo de la guerra, según el Ministerio de Salud de Gaza, incluyendo a más de 4,100 niños. La situación se deteriora rápidamente en Cisjordania y Jerusalén Este, con al menos 155 palestinos muertos, más de 2150 detenidos y amenazas de limpieza étnica por parte de dirigentes políticos y colonos israelíes.

En el norte, los relativamente moderados intercambios de disparos diarios entre Israel y Hezbolá podrían estallar y devenir en un conflicto total en cualquier momento, el cual involucraría gran parte de Líbano e Israel. La intensificación del despliegue militar estadounidense en la región podría considerarse una medida preventiva, pero también indica a los dirigentes israelíes que pueden arrastrar a Estados Unidos a esta guerra, lo que supone un riesgo añadido a las estimaciones, los errores de cálculo y la imprevisibilidad en general. La conflagración regional más amplia ya está aquí. La cuestión es hasta dónde llegará.

Una gran mayoría de líderes mundiales y todos los líderes árabes han exigido un cese al fuego inmediato, reconociendo el peligro de una crisis metastásica, como han hecho los jefes de dieciocho agencias de la ONU. Las naciones que se oponen a un alto el fuego, Israel, Estados Unidos, algunos países europeos y otros más, quizá reconocen los peligros que se avecinan. Pero insisten en que, después del 7 de octubre, debe permitirse a Israel eliminar militarmente a Hamás y debe apoyársele en ese empeño, a pesar del desmesurado y creciente costo en términos de vidas civiles.

Pero hay dos ideas importantes que podrían sacarnos de esta guerra, a corto y largo plazo.

A corto plazo, debería aprovecharse una suspensión de las hostilidades como rampa de salida hacia un cese permanente.

Hasta ahora, Israel ha rechazado esta idea. Incluso los llamamientos de Estados Unidos la semana pasada a una pausa humanitaria limitada en los combates de Gaza, aunque de alcance insuficiente, fueron rápidamente rechazados por el primer ministro Benjamín Netanyahu.

Desde los primeros días de la crisis, Catar ha estado mediando entre bastidores las negociaciones con Israel, Hamás y Estados Unidos para llegar a un acuerdo que garantice la liberación de los israelíes y otras personas retenidas en Gaza. Según funcionarios actuales y anteriores de tres de las capitales regionales implicadas, el mes pasado, estuvo a punto de cerrarse un acuerdo para la liberación de todas las mujeres, niños, ancianos y enfermos civiles a cambio de un cese de las hostilidades de cinco días y de permitir la entrada de más ayuda humanitaria a Gaza. Israel echó por tierra el acuerdo al lanzar su incursión terrestre.

La liberación de más personas mediante un acuerdo podría estimular la demanda popular en Israel para que se dé prioridad a la liberación del resto de las personas retenidas en Gaza. Esto, junto con un cese limitado a cierto tiempo, podría generar un impulso internacional y presión externa para que Israel ponga fin a sus bombardeos sobre Gaza. Estados Unidos tendría que presionar para lograr ese resultado, en colaboración con Catar y los Estados de la región que tienen influencia sobre Israel. La visita del director de la CIA, Bill Burns, a Israel y Catar esta semana sugiere una renovación de las conversaciones para un acuerdo de liberación de prisioneros. Si Netanyahu sigue resistiendo, otros miembros de su gabinete de guerra o coalición de gobierno podrían ser persuadidos, incluso si eso significa que se le sustituya en favor de un liderazgo nuevo o provisional con la aprobación de la Knéset.

A largo plazo, el compromiso del gobierno israelí de destruir a Hamás corre el riesgo de convertirse en otro santo grial inalcanzable. Algo que el 7 de octubre dejó sorprendentemente claro fue que Israel no puede proporcionar seguridad a sus ciudadanos mediante el control de millones de palestinos, a los que se niegan sus derechos y libertades y que viven bajo un sistema de violencia y desigualdad estructural permanente. La multitud del “no al alto el fuego” debe desistir de animar a Israel a aferrarse a la ficción históricamente desacreditada de que la resistencia armada arraigada en un pueblo oprimido puede eliminarse mediante el despliegue de métodos militares aún más feroces.

El hecho de que Israel no ofrezca planes detallados para la Gaza de la posguerra indica el grado de disfunción del pensamiento israelí. El reiterado compromiso de los dirigentes israelíes con la destrucción de Hamás ignora la realidad de lo que es ese movimiento. Hamás es un grupo armado que utiliza el terrorismo y es un movimiento político que ha ganado elecciones y lleva más de quince años gobernando Gaza. También encarna una idea, a saber, que la resistencia forma parte de la lucha por la liberación palestina. Hamás no es un cuadro nihilista externo, al estilo del EIIL; está profundamente arraigado en el tejido de la sociedad palestina. Su popularidad aumenta no con sed de sangre, sino a medida que se cierran a los palestinos otras vías para lograr la liberación.

Además, la alternativa ofrecida por la Autoridad Palestina, sostenida a través de la cooperación en materia de seguridad con Israel, ha quedado desacreditada a los ojos de la mayoría de los palestinos por el afianzamiento y la intensificación de la ocupación israelí, incluido un aumento de más del cuádruple de los colonos israelíes ilegales en Cisjordania desde que comenzó el proceso de Oslo.

Los palestinos ya no pueden evitar enfrentarse al déficit de legitimidad de sus dirigentes, que carecen de credibilidad, representatividad y estrategia para alcanzar la libertad. Tanto la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como su filial, la Autoridad Palestina, deben renovarse y ampliarse para aumentar su inclusividad, incluida, entre otras cosas, la representación de Hamás en la OLP. La reactivación de las estructuras políticas nacionales palestinas será un componente fundamental para hacer avanzar una resolución más amplia del conflicto israelí-palestino después de esta guerra.

Esto podría parecer una quimera. ¿Cómo se puede esperar que Israel se comprometa, aunque sea de manera indirecta, con un organismo político en el que está representado Hamás? La cruda realidad es que esto es precisamente lo que pasa cuando se debe resolver un conflicto feo, violento y prolongado. Existe un camino hacia la seguridad israelí, y este implica seguridad y derechos para los palestinos. Gobiernos israelíes anteriores terminaron por hablar con la otrora vetada Organización para la Liberación de Palestina. Cualquier gobierno futuro que se tome en serio el camino a seguir tendrá que comprometerse con una OLP reformada en la que esté representada Hamás.

Las naciones que se han pronunciado en contra de un alto el fuego quizá creen que están animando a Israel hacia una victoria justa, pero el rumbo actual de Israel solo garantiza su inestabilidad perpetua. Hamás no es la amenaza existencial que Israel cree que es, pero la extralimitación y el extremismo de Israel podrían serlo. Se ha dicho muchas veces que lo que Israel necesita de sus amigos y partidarios es que le aparten del precipicio. El hecho de que Estados Unidos garantice la impunidad israelí y no esté dispuesto a atender de manera significativa el sufrimiento palestino les ha fallado a israelíes y palestinos por igual durante demasiado tiempo.

El 7 de octubre y sus consecuencias pueden ser un catalizador para lo que hasta ahora parecía impensable, para bien y para mal.

El camino de vuelta del infierno, de un “nosotros o ellos” y de suma cero, comienza con la humanización del otro. Tal vez sea un camino que nos conduzca de nuevo a una dispensa de dos Estados. O tal vez el paradigma de la partición sea parte del problema, al fomentar la separación y la idea de que deben existir muros entre palestinos e israelíes. No hay soluciones rápidas ni fáciles. Pero si nuestras pesadillas surgieron al no poder anticipar y prevenir los horrores del 7 de octubre y de cada día transcurrido desde entonces, tal vez sea hora de dar rienda suelta a nuestra imaginación política para sentar las bases de un futuro de vida y esperanza. c.2023 The New York Times Company.

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