El dilema de la financiación del teatro en México (I)
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México es un país en el que un artista depende de becas e iniciativas institucionales para subsistir. En muchas ocasiones la actividad artística no es suficientemente redituable en ganancias y frecuencia como para permitir la existencia de artistas independientes a tiempo completo. Sí, a todos nos gustan las becas y subsidios, pero no se trata sólo de preferencias, es que a veces no se puede de otra manera.
Antes de pensar en artistas que vivan 100% del arte, se tiene que pensar en formación de públicos, educación de ese público y maneras de estimular la inversión privada. Sí, iniciativas existen, pero sería necesario que estas fueran más y estuvieran mejor estructuradas si pretendiésemos llegar a tal resultado en la realidad que se vive.
Mi círculo es limitado y formado casi en su totalidad de artistas escénicos, pero me atrevo a afirmar que cualquiera – si le dieran la opción – preferiría poder generar modelos autosustentables de creación que, además – porque se vale soñar – dignificasen la actividad y permitieran pagos y condiciones justas de trabajo. Esto en lugar de andar persiguiendo becas e instituciones para apoyos, que, así como ayudan mucho, limitan también los tiempos de creación, formatos y generan otro montón de obligaciones propias de la burocracia que implícitamente se acepta al aceptar la beca.
Buscar apoyos a diestra y siniestra no se hace tanto por gusto o porque uno sienta que es la obligación del gobierno mantenernos; sólo que de vez en cuando es bonito no tener que preocuparse – tanto – por financiamiento y presupuestos. Los artistas somos humanos, a veces también nos cansamos de pensar cómo costear proyectos de la nada.
Quizás por todo lo anterior resulta frustrante cuando las iniciativas que dicen apoyar al arte acaban “solucionando” un problema para generar otro. Una buena idea no necesariamente genera buenos resultados.
Ejemplos hay en cantidad, pero esta vez me voy a limitar a mencionar uno solamente. El espacio no me alcanza y hay que quitar primero del camino la cuestión de si hay o no incentivos a la iniciativa privada que permitan migrar a otros modelos de producción. Quedará pendiente hablar de las tradicionales becas y festivales, porque definitivamente vale la pena que los abordemos, y porque cada iniciativa aborda diferentes maneras de intentar apoyar a las producciones artísticas y acaba generando diferentes problemas que al final impiden que se logre lo que debería ser prioridad: ofrecer una oferta cultural de calidad a la población en general sin precarizar la actividad de los artistas en el intento.
“Nunca apliques para EFITEATRO sin tener primero inversores”. Ese consejo me lo dio una persona muy sabia cuyo sufrimiento me ha salvado a mí de tales penurias. Para contextualizar, el programa EFIARTES al cual EFITEATRO pertenece, funciona a través de estímulos fiscales otorgados a la inversión privada en diferentes áreas artísticas. Ésto permite que personas físicas o morales que invierten en ciertos proyectos artísticos seleccionados puedan deducir impuestos a través de un crédito fiscal correspondiente al monto aportado aplicable sobre el ISR. Éste es el intento del gobierno federal de estimular la inversión privada en el arte, y aunque es una buena idea, se sabe que el proceso de aplicación y aprobación es difícil, tedioso e implica de entrada que existan esas personas interesadas en apoyar el proyecto.
A los inversores el artista los tiene que conseguir, o en su defecto, contratar brókers que sirvan de puente. El problema es que ese tipo de servicio es caro e implica pagos que llegan a exceder el costo de la propia producción del proyecto. El problema es que la mayoría de los artistas no contamos con mecenas millonarios, si lo hiciéramos, no andaríamos persiguiendo becas.
El resultado final – y triste – de muchos proyectos es que se puede estar “apoyado” por el EFIARTES y no tener inversores, lo que termina en trabajo de papeleo y documentación tirado a la basura. Ni hablar de los muchos proyectos que vuelven al archivero. Y es que para que la inversión privada apoye al arte, primero tendría que tener un cierto gusto e interés por la misma.