El niño de las nieves

Opinión
/ 19 junio 2024
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Hay situaciones de la infancia que se vuelven a vivir de manera circular

Fui a comprar un bote de nieve al súper. Cuando estuve frente al refrigerador me quedé al menos un par de minutos viendo cada uno de los envases: era difícil decidir entre tantos sabores, todos parecían atractivos y tenían un precio más o menos similar.

En estos casos me asalta la idea de que la nieve más rica es aquella que no elegí. Me fui por lo más sencillo, una de limón.

Cuando la probé me remitió a un recuerdo de la primera infancia (porque actualmente estoy viviendo la segunda, claro está): cuando salía del kínder un conero llamaba la atención de los niños con una campana. Siempre le pedía a Madre que me comprara un cono e invariablemente pedia de limón. Todos los días uno igual. Tengo la certeza de que yo era un niño feliz porque el conero tomaba las monedas y preparaba los conos sin lavarse antes las manos, y yo ni siquiera me daba cuenta de eso.

-¿No quieres probar de otro sabor?-me preguntó Madre un día.

Me sentía muy seguro pidiendo siempre lo mismo que no me había planteado experimentar con otro.

-Es que no sé si me va a gustar.

-Pruébalo, si no te gusta, mañana te compro de limón otra vez.

A partir de ese día compré un sabor diferente y, cuando al fin conseguí probarlos todos, quise regresar al de limón pero ya no pude: me quedaba varios segundos (que en tiempos infantiles eran horas) tratando de elegir el correcto para no arrepentirme una vez que me lo estuviera comiendo. La fila de niños empezaba a crecer a mis espaldas y Madre debía intervenir para decirle al conero: dele uno de limón, por favor.

Dicen que infancia es destino y ahora, que estoy viviendo mi segunda infancia oioioioi, creo que esa historia me ayudó a elegir el bote de nieve en el súper sin que tuviera que perder tanto tiempo. Cuántas cosas puede haber detrás de una nieve de limón, caray.

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