El secreto del éxito

Opinión
/ 7 septiembre 2024

Don Rómulo Garza fue uno de los grandes capitanes de la industria en Monterrey. Estaba relacionado principalmente con el vidrio, pero tuvo además otros negocios de importancia como Troqueles y Esmaltes. Contribuyó a formar aquella filosofía de los empresarios regiomontanos, filosofía que se fincaba en tres palabras: Trabajo y Ahorro. Quien ejerciera esas dos virtudes seguramente prosperaría.

En cierta ocasión un hombre joven le pidió a don Rómulo unos minutos de su tiempo.

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-¿En qué te puedo servir? -le preguntó, afable, el señor Garza.

-Don Rómulo -le dijo el muchacho-. Quiero que me haga usted el favor de decirme cómo triunfó; cuál es la fórmula de su éxito como empresario.

-Te daré esa receta -le respondió de inmediato don Rómulo-. Existe en verdad una fórmula secreta para el éxito. Fue la que me hizo rico. Es, además, una receta muy sencilla.

-¿De veras? -se entusiasmó el muchacho-. Dígamela, por favor, don Rómulo.

-Mira -contestó bajando la voz el señor Garza-. Para triunfar yo hacía esto: todos los días me levantaba a las 5 de la mañana y echaba una meadita. Esa es la receta para el triunfo.

-¿Una meadita mañanera lleva al triunfo? -se sorprendió el muchacho-. ¡Fantástico! Si yo hago eso mismo ¿triunfaré también?

-Indiscutiblemente -le aseguró don Rómulo-. Yo te lo garantizo.

Se fue el muchacho feliz: llevaba consigo la fórmula infalible para el éxito. Pasaron meses, sin embargo, y el joven empresario buscó de nuevo al señor Garza.

-Don Rómulo -le dijo desolado-. Seguí al pie de la letra su receta y no me ha dado resultado. Estoy como estaba antes de que usted me diera la fórmula del éxito.

-No entiendo –respondió desconcertado el industrial-. ¿Estás seguro de que has seguido al pie de la letra la receta que te di?, ¿te levantas todos los días a las 5 de la mañana a echar una meadita?

-Todos los días hago eso, sin fallar -replicó el joven-. Y sin embargo no veo los resultados.

-Qué raro -se rascó dubitativamente la barbilla el buen don Rómulo-. Pero, dime: ¿qué haces después de echar esa meadita?

-¿Qué hago? -respondió con extrañeza el muchacho-. Pues me vuelvo a acostar, naturalmente.

-¡Ah! -exclamó don Rómulo-. Ya entiendo por qué la fórmula no te ha dado resultado. Yo después de echar la meadita me iba a trabajar.

En el sexenio de Echeverría fue asesinado don Eugenio Garza Sada. Por estos días se cumplen 51 años de su muerte. El crimen tuvo lugar a primera hora de la mañana. Años después los jóvenes de la nueva generación preguntaban muy intrigados qué andaba haciendo aquel señor tan rico en la calle a las 7 de la mañana. No conocían la respuesta: iba a su trabajo.

Al escribir todo esto recordé una cuarteta que venía en mi libro de lectura de segundo año de primaria, el “Poco a poco”. Decían así aquellos versitos:

De la suerte nunca esperes

ni dinero ni ventura.

Trabaja, niño, si quieres

ser dueño de una fortuna.

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