Entropía: cómo el desorden se contagia
Una vez que se comienzan a desafiar las normas que mantienen la armonía en una comunidad, tanto el orden como la comunidad comienzan a deteriorarse
Álex Rovira comenta: “si permites el vicio y no lo reparas pronto, luego no te sorprendas si te encuentras en medio de un lodazal en el que tú has sido parte por activa o por pasiva. La bola de nieve del abandono, el maltrato, la injusticia, la pereza o la mentira tiende a crecer rápidamente cuando hay signos externos que lo muestran y no son reparados con celeridad (...) Entonces la entropía, el desorden, el daño, el incivismo, el abuso, el ‘mobbing’ o toda forma de infamia y degradación tenderán a propagarse rápidamente”.
CONTAGIO
En la década de 1970, el estado de Nueva Jersey puso en marcha el programa “Barrios Limpios y Seguros” con el objetivo de mejorar la calidad de vida en 28 ciudades, mayoritariamente habitadas por comunidades afroamericanas. Este programa incluía la asignación de recursos para implementar la vigilancia policiaca pedestre en estas áreas.
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Sin embargo, tras cinco años de iniciado el programa, una evaluación reveló resultados sorprendentes. A pesar de que los residentes se sentían más seguros gracias a la presencia policial, las evidencias indicaban que el índice de delincuencia no había experimentado una disminución significativa.
La realidad palpable en estos barrios presentaba un panorama de edificios abandonados, ventanas rotas, grafitis, vagabundos y borrachos deambulando, así como pandillas que ejercían control en las calles. Esta situación llevó a sospechar que el deterioro de los edificios y el abandono de las calles estaban directamente relacionados con la presencia de la delincuencia.
Aunque se había incrementado la presencia policial en las calles, los resultados no fueron los esperados en este experimento. Esto plantea la pregunta crucial: ¿existe un enfoque alternativo para reducir el índice de criminalidad en una ciudad? A pesar de la complejidad inherente al problema de la delincuencia y la ausencia de soluciones universales, aparentemente hay un enfoque que actúa como una barrera efectiva contra los actos delictivos en los barrios urbanos afectados por este problema.
La relación entre el entorno físico y la delincuencia destaca la importancia de abordar no solo la presencia policial, sino también el deterioro estructural y la falta de mantenimiento en los barrios afectados.
EXPANSIÓN
La Teoría de las Ventanas Rotas se refiere al contagio y la expansión de conductas inmorales, antisociales o incívicas que rompen con el orden y el respeto, generando un ámbito de conflicto, tensión y agravio. Esta teoría encuentra sus raíces en un experimento conducido por Philip Zimbardo, psicólogo de la Universidad de Stanford.
En la primera fase del experimento, Zimbardo abandonó un automóvil sin placas y con las puertas abiertas en las calles del desfavorecido barrio del Bronx en Nueva York, conocido por su negligencia y pobreza. Como se anticipaba, el vehículo fue rápidamente atacado por vándalos en los primeros diez minutos de su abandono. Sorprendentemente, una familia completa, compuesta por padre, madre e hijo, participó en el saqueo al llevarse el radiador y la batería. En menos de 24 horas, prácticamente todo objeto de valor fue sustraído. El vandalismo aleatorio no tardó en aparecer: ventanas rotas y tapicería arrancada. Incluso los niños del barrio transformaron el automóvil en su parque infantil. De manera llamativa, la mayoría de los adultos vándalos eran blancos y vestían de manera “bien vestida”.
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La segunda fase del experimento implicó abandonar un automóvil similar, pero esta vez en un próspero barrio de Palo Alto, California. Durante la primera semana, el vehículo permaneció intacto, como era de esperarse. Luego, Zimbardo desencadenó la señal precisa: con un martillo, rompió algunas partes de la carrocería del automóvil.
Esta acción fue el detonante para un ataque, ya que los ciudadanos “cívicos” de Palo se comportaron exactamente igual que los vándalos del Bronx. En cuestión de horas, el automóvil quedó saqueado y destrozado. Sorprendentemente, una vez más, los perpetradores fueron personas blancas aparentemente “respetables”.
Este experimento ilustra de manera impactante cómo el desorden y la degradación en el entorno pueden influir significativamente en el comportamiento de las personas, independientemente de su estatus social.
VENTANAS
Este experimento dio origen a la “Teoría de las Ventanas Rotas”, formulada por James Q. Wilson y George L. Kelling, que fue publicada en 1982, en la revista “The Atlantic Magazine”.
La teoría sostiene que, si en un edificio hay una ventana rota y no se repara rápidamente, las demás ventanas terminarán quebrándose. ¿Por qué? Porque el abandono, simbolizado en este caso por las ventanas rotas, envía un mensaje alarmante: “aquí no hay nadie que cuide de esto, puedes hacer lo que te venga en gana”. Esta dinámica es una realidad cotidiana en nuestra ciudad. Muchas veces, lo negativo comienza con pequeñas transgresiones, con incivilidades mínimas.
Lo mismo podría aplicarse a los grafitis: si uno no se borra pronto, toda la pared terminará pintada. Lo mismo ocurre con la basura: su acumulación conlleva a una mayor acumulación. La entropía, la tendencia al caos y al desorden, se manifiesta en toda su magnitud.
El mensaje es claro: una vez que se comienzan a desafiar las normas que mantienen la armonía en una comunidad, tanto el orden como la comunidad comienzan a deteriorarse; el desinterés se propaga y se rompen los códigos de convivencia. Posteriormente, cada infracción adicional se autoafirma y se multiplica. Entonces, las ventanas rotas y sus consecuencias se vuelven incontrolables a una sorprendente velocidad.
Las conductas incivilizadas se propagan como un virus, se vulgarizan y se difunden, mientras que las personas civilizadas se retraen. El apocalipsis se vislumbra. Como observamos, el vandalismo puede surgir en cualquier parte cuando el sentido de respeto mutuo y las obligaciones de civilidad se ven socavados por acciones que proclaman que “a nadie le preocupa”.
VANDALISMO
Ceder en las palabras es ceder en los hechos, premisa que está estrechamente relacionada con la Teoría de las Ventanas Rotas: si no prestamos atención a lo que decimos y a la manera en que lo decimos, el caos puede detonarse: decir “no pasa nada”, “solamente una vez”, “nadie lo notará” puede ser el inicio de lo peor por venir.
Este fenómeno se puede extender a nuestra propia alma; existe el vandalismo del alma. Si permitimos que, entre una brisa de desaliento, un destello de maldad, un espacio de odio, un chispazo de envidia o soberbia puede significar el desencadenamiento del desasosiego, del desencuentro y de acciones moralmente negativas.
Bajo la luz de esta propuesta, es fácil comprender las razones por las cuales ha proliferado el salvajismo, la violencia y la delincuencia en el país, la manera en que el crimen lo ha invadido casi todo. Demasiadas ventanas rotas en su núcleo, en su esencia: en la familia y la educación.
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NECESARIO
Podemos transformar la realidad siendo cuidadosos con nosotros mismos: con nuestra apariencia personal y conducta, con nuestro vocabulario, con lo que decimos y lo que callamos. Requerimos ser atentos con los demás, esmerarnos en nuestro trabajo y en las responsabilidades que la vida nos ha asignado. Conservar los entornos, respetar las señales de tránsito, ser puntuales, mantener nuestros objetos personales y espacios ordenados, desde el escritorio hasta el hogar y el vehículo en el que nos desplazamos. Ahí radica el cambio real.
La resolución de muchos problemas sociales no se limita exclusivamente a las autoridades; nos concierne a nosotros como individuos. Es imperativo evitar “martillar” el carro abandonado, no cortar las rosas del jardín público y abstenernos de ofender o dividir. Necesitamos fomentar conductas cívicas y éticas en la familia, la empresa, la escuela, la ciudad y en nuestros entornos personales de convivencia.
Recordemos la máxima de Kant: “actúa siempre de modo que tu conducta pueda ser considerada una regla universal”. Aquí radica la clave para evitar tener o ser las ventanas rotas en nuestros ámbitos personales y comunidades inmediatas: todos los días enfrentamos la ineludible elección de empeorar o mejorar.
La metáfora de las Ventanas Rotas ayuda a comprender que cualquier desorden, falta de autoridad y descuido tiende a generar una entropía de proporciones insospechadas, como lamentablemente sucede hoy en día en México en innumerables contextos.
Se trata de edificar comunidades limpias, ordenadas y respetuosas de la ley y de los códigos fundamentales de la convivencia social. Este es el desafío: construir la paz y armonía que hoy en México nos hacen tanta falta.
cgutierrez@tec.mx
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