Errores criminales

Opinión
/ 4 agosto 2022
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¿Alguna vez ha llegado a su trabajo y descubre que cientos de personas lo están esperando? A mí nunca me ha pasado, pero tengo un amigo a quien todos los días le sucede lo mismo.

El amigo del que hablo es doctor y trabaja en la Clínica 2 del Seguro Social. Cuando llega, literalmente los pendientes se le vienen encima, pues las personas que lo esperan le comienzan a dar explicaciones sobre la enfermedad que padecen.

Pocas veces veo a mi amigo y lo mismo dicen sus familiares. Su trabajo es tan agotador que lo único que hace al llegar a su casa es dormir. Pero hace algunos días me lo topé y, a pesar del poco tiempo que estuve con él, me di cuenta que había cambiado mucho. Ahora se había convertido en un fumador compulsivo y se reía menos que antes. Mientras platicábamos a cada instante veía su reloj y a leguas se veía que no encontraba la manera de cortar la conversación e irse. Pero cuando le pregunté cómo iban las cosas en el IMSS, a mi amigo se le olvidó el reloj y sus asuntos también.

En un principio me dio la impresión de que trató de evitar que las palabras se escaparan de su boca, pero fue inevitable e inmediatamente comenzó a lanzar al viento una serie de quejas en contra de la institución en la que trabaja.

Es increíble, pero mi amigo tiene tantos pacientes en un día que a cada uno sólo le puede dedicar un cuarto de hora. ¿Se imaginan qué tipo de diagnóstico puede hacer un doctor en míseros 15 minutos?

Muchos piensan que los doctores tienen la culpa y que al hacer mal su trabajo están jugando con la vida de los pacientes, pero la culpa no es de ellos, sino de las condiciones en las que tienen que ejercer su profesión. En primer lugar, no existe el número necesario de consultorios para que los pocos doctores del IMSS atiendan a los cientos de enfermos que desfilan diariamente por el hospital. Por otro lado, el material con el que cuentan es insuficiente, lo que convierte en una utopía recetar un tratamiento completo al enfermo, pues los doctores tienen la instrucción de ser cuidadosos con lo que prescriben debido a que no existen suficientes medicamentos para satisfacer las demandas de los derechohabientes. El problema de la salud no es la falta o no de médicos, sino por la carencia de medicamentos y de condiciones mínimas para ejercer la profesión. Por eso resulta tan inexplicable la llegada de médicos cubanos a nuestro País y pagar al Gobierno de la isla sumas estratosféricas por ellos.

Sumado a todo lo anterior, está la cuestión de la limpieza. Por increíble que parezca, muchas personas salen del IMSS peor que como entraron, y no por culpa de una posible negligencia médica, sino por la falta de higiene que ahí se tiene. Ahora, aparte de sida, hepatitis, gripe, coronavirus y otros males, se habla también de enfermedades “nosocomiales”, es decir, que son adquiridas en los hospitales.

Con la llegada del COVID-19, con sus cinco olas hasta ahora conocidas, se han evidenciado las carencias y defectos del sistema nacional de salud.

Aquí entre nos, el presidente Andrés Manuel ha actuado hasta ahora con una soberbia tal que muy poco le interesa ya el pueblo de México, es decir, tú y yo y todos los que vivimos en esta hermosa tierra. Esto es fácil de probar, pues sólo se acuerda de nosotros por poseer una credencial de elector.

Esta soberbia lo ha llevado a cometer errores criminales. Quizás los más grandes están en haber cancelado el Seguro Popular y haber creado el inoperante Insabi. Esta institución creada en el sexenio de Vicente Fox significaba la única esperanza para millones de mexicanos que no tenían ni Seguro Social ni contaban con los cada vez más prohibitivos seguros de gastos médicos privados. Otro error que ha costado muy caro al País es el haber recortado criminalmente los recursos para el sector Salud. Todavía hay escasez de medicinas para niños con cáncer porque cambiaron los proveedores de medicamentos, pues con los de antes supuestamente existía una enorme corrupción en las adquisiciones. Y aunque esto no ha podido comprobarse, miles de mexicanos han muerto por la carestìa de medicinas provocada por la negligencia criminal del gobierno actual. Encima de todo lo anterior, el Gobierno de la 4T ha regateado recursos para enfrentar al COVID-19. Sólo se ha preocupado por maquillar cifras letales y por mantener en su puesto a un infectólogo más preocupado por lo político que por lo médico.

¿Cuándo podrá ser eficiente el sistema nacional de salud? Se me ocurren dos alternativas. En primer lugar, cuando termine la corrupción por la cual el dinero es desviado por políticos insensibles y delegados deshonestos. En segundo lugar, cuando AMLO reconozca el problema que tiene enfrente y sepa que con o sin médicos cubanos, nada podrá borrar el daño que ha provocado en la salud de millones de mexicanos por la falta de medicamentos y de inversión
en equipo médico. La humildad franciscana no es admisible, cuando por ella se sacrifica la vida de miles de mexicanos.

Por último, el sistema nacional de salud será eficiente cuando ni un solo mexicano se enferme, así sea de un ligero resfriado. Sé que esto parece imposible, pero cuando menos se antoja más factible a pensar que en México desaparezcan la corrupción y la crueldad de los políticos.

aquientrenosvanguardia@gmail.com

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