Explorando la realidad en el teatro I : Teatro documental
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Es raro – yo diría que imposible – que en la creación de un artista no haya siempre algo de sí mismo. Un punto de vista, una forma de ser, a veces inclusive una anécdota. La creación de un artista es única porque la ha hecho esa persona y no otra, a través del caleidoscopio único que es cada experiencia humana.
Dicho lo anterior, podríamos decir también que en el teatro hay diferentes grados en el que la propia experiencia del creador se introduce en la obra. El teatro tradicionalmente maneja grados de ficción que nos ubican en uno u otro lugar dentro de la cartografía de este arte. Si en algunos casos la experiencia real y propia sirve apenas de catalizador o inspiración para hablar de algo más, en otros, la inquietud del artista es hablar de su realidad o la de otros, así, sin demasiada ficción.
Pero antes de seguir, cabe aquí una confesión: Las clasificaciones son difíciles. Comencé este artículo con una cierta claridad sobre el tema. Me interesa sobretodo analizar las dos formas más comunes en las que hablar desde la experiencia personal aparece en el teatro contemporáneo, es decir, la autoficción y el biodrama. Hablar de uno y de otro, advierto, ha de tomar más de una entrega, pero es un precio que estoy dispuesta a pagar. Sin embargo, ahora que lo he pensado me doy cuenta que hay otra –y muy lógica– cuestión que puede surgir cuando hablamos de estas dos modalidades de creación: ¿y qué hay del teatro documental?
Regresemos entonces dos pasos, porque antes de entrar de lleno en lo que distingue a la autoficción del biodrama me parece necesario distinguir – o no del todo – al teatro documental de estos otros dos objetos de estudio. Todos, por cierto, están asentados en la creación a partir de lo real. Será más bien su tratamiento y fuentes lo que más o menos los distinga.
El teatro documental, como el nombre lo indica, está basado en el documento y trata a la experiencia personal y a los testimonios como tales. Entiéndase entonces que se usa una serie de evidencias para contar una historia y hablar de un tema. Destaca el tratamiento que el teatro documental le da a los fragmentos de realidad que utiliza, y que tiende a ser en pos de la reconstrucción de algún hecho o memoria y de la mirada crítica que se pueda arrojar sobre ello. Puede un biodrama encontrarse también en la clasificación de teatro documental, no así tan fácilmente la autoficción, aunque en muchos casos estas propuestas acaben siendo una especie de falsos documentales. Sin embargo, no siempre estos dos tipos de propuesta tratan a la información y al documento de la misma manera y con las mismas intenciones. Pero en eso ya profundizaremos más adelante.
El teatro documental, de cualquier forma, es diferente al gran referente que todos tenemos cuando escuchamos “documental” y que viene del cine. Aún el teatro más estrictamente apegado a la realidad y a los hechos, por su naturaleza, ha de presentar las cosas desde su propio lenguaje, y en ese sentido, distinguir lo real de lo que podría ser ficción – aun cuando muchas veces no lo sea – se vuelve más difícil que en el cine, dado que aún lo real, presentado en un escenario y ante un público, dota a la anécdota de un aura diferente a la de lo cotidiano.
Como ejemplo valga mencionar propuestas como “El rumor del incendio” de la compañía Lagartijas tiradas al sol, cuyo dispositivo escénico, entre miniaturas, video, máscaras y otro montón de objetos, es por cantidades iguales extremadamente creativo y a la vez alejado de la imagen de lo real, lo que hace olvidar por muchos momentos que se está viendo la historia de la ex guerrillera, historiadora y profesora Margarita Urías Hermosillo y las guerrillas en México en los 60 y 70.
Cerca del final del montaje los propios actores nos recordarán que todo lo que presenciamos sucedió en verdad, que fuera de ese pequeño mundo que se ha construido en la escena existe uno más grande donde todo ocurrió, aun lo que pareciera surgido de la imaginación más absurda, claro, porque así de surreal puede llegar a ser nuestro país. Ese creo, es el más grande poder y la más grande ironía del teatro documental: lo cerca que puede estar de lo que parece inventado.
Continuamos...