¿Iniciará la tendencia a reducir la tasa de interés?

Opinión
/ 22 julio 2024
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Hace tres años, la pandemia de COVID-19 provocó la desarticulación de las cadenas de producción y distribución en el mundo, lo que, inicialmente, generó incremento de precios a nivel global: Lo anterior se agravó con la guerra entre la OTAN y Rusia en Ucrania, sobre todo en energéticos y en alimentos.

Aunque el problema fue de oferta, para reducir la demanda de bienes intermedios para la producción y de bienes finales, aumentaron las tasas de interés al ahorro -y por consecuencia al crédito-, así los precios tenderían a su reducción, lo que, en términos generales, sucedió.

México fue uno de los países donde se elevó más la tasa de interés, de 4.25% en el año 2021, a 11.25% en 2023, lo cual inhibió la demanda de dinero bancario y de otras fuentes; además, en mayo de 2022 el Gobierno Federal instrumentó el Paquete contra la Inflación y la Carestía, lo cual, con incremento de importaciones y otras estrategias, contribuyó a la contención de precios y que permanezca en niveles de un dígito.

Aunque en alimentos y energéticos los precios son volátiles, el nivel inflacionario no se ha disparado de manera drástica, lo cual puede considerarse una contribución de la política monetaria del Banco de México a la reducción de liquidez en la economía y, por tanto, a la contención de la carestía, o por lo menos a que esta no se ubique en dos dígitos, ubicándose en casi 5% anualizada a junio pasado.

Aun con altas tasas de interés -y contrario a las perspectivas de la derecha académica, mediática y política-, las variables económicas se han desarrollado de manera favorable: inversión pública y privada nacional y extranjera al alza -sobre todo la segunda-, con efecto positivo en proveedores; aumento del empleo formal e informal -el segundo indica consumo-; balanza comercial dinámica (exportaciones-importaciones), mayormente con Estados Unidos; programas sociales, aumento salarial real y remesas que impulsan ingreso agregado, consumo y, por tanto, demanda agregada; aumento sostenible de recaudación fiscal, entre otras.

Ahora cabe preguntarse si, en el corto plazo, las autoridades de Banxico reducirán la tasa referencial a efecto de que la economía no se estanque y continúe la ruta del crecimiento, porque, al menos en las condiciones actuales, el Producto Interno Bruto se proyecta en alrededor del 2% a finales de este año; además, el 2025 será inicio de sexenio con relativas incertidumbres.

En la próxima junta del banco central para decidir respecto al nivel de tasa referencial (28 de agosto), son dos variables a considerar: inflación no subyacente, es decir, la de productos con precios más volátiles o cambiantes en corto plazo, mantiene esta variable con tendencia moderada al alza, lo cual requiere seguimiento puntual. Por otra parte, ante la situación política y de cambio de Gobierno Federal, el tipo de cambio se sitúa en alrededor de 18 pesos por dólar, y aunque por estabilidad de finanzas públicas y de variables económicas el peso no tendrá depreciación drástica, la paridad también requiere atención precisa, porque una disminución acentuada de los rendimientos financieros provocaría, eventualmente, salida de capitales y depreciación.

Por lo anterior, es previsible que la decisión será cautelosa respecto a la tasa de interés preferencial, con estrategia de recortes suaves y paulatinos, para continuar el objetivo de reducir la inflación a niveles de 3 a 4% y para estabilizar la paridad peso-dólar. Así, la tasa de interés se podría ubicar inicialmente entre 10 y 10.50%, iniciándose así la directriz de mediano plazo para contraer rendimientos al ahorro y los costos crediticios del dinero.

Aun con la tendencia a disminuir, la tasa de interés continuará relativamente elevada. Los próximos meses serán definitorios para que permanezca la estabilidad macroeconómica en el país y siga la construcción del estado de bienestar con responsabilidad social.

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