Intervenciones arquitectónicas y preservación de la memoria

Opinión
/ 16 junio 2024

“El fin de habitar es morar y el proceso del construir es levantar una morada, es decir, un lugar ene l que la vida se entretenga con las cosas y en la que este habitar constituya un germen espiritual, mora”l.

Ignasi de Solá-Morales.

La palabra intervenir proviene del latín intervenire, que significa venir a ponerse entre dos o más cosas, esto según el diccionario etimológico. Este verbo tiene diferentes usos y diversas aplicaciones según la disciplina o el área del conocimiento en la que se enfoque. Intervenir algo, en el área de las humanidades o las Bellas Artes, no siempre aplica a una sola disciplina, es decir, se puede realizar esta acción en fotografías, obras de arte, esculturas, arquitectura o espacios urbanos. Xavier Costa dice que el término intervención -aplicado a la arquitectura- se trata de un concepto generalista que engloba diversas acciones sobre las obras históricas, desde su estricta conservación hasta la transformación profunda. Es decir, la ambigüedad del término da cabida a muchas interpretaciones que pueden devenir en el conflicto o en el disenso.

Si pensamos en un edificio histórico o que tiene cierta representatividad para una comunidad o sociedad, por sus memorias o por sus métodos constructivos, al tratar de conservarlo o de restaurarlo, en términos generales, se lleva a cabo una intervención. Sin embargo, Solá-Morales, arquitecto teórico y urbanista español, concuerda con lo que se mencionó anteriormente cuando afirma que todo problema de intervención es siempre un problema de interpretación de la obra arquitectónica ya existente. Esto dada la naturaleza del edificio y el intento porque este vuelva a decir algo y su discurso esté dirigido, específicamente hacia alguien, ya sea la misma comunidad en diversos contextos como históricos, políticos, artísticos, culturales, civiles o cualquier otro.

En el devenir histórico de la arquitectura, hasta que no se tuvo esta conciencia del pasado y del presente, es que se empieza a intervenir de otra manera. Es decir, intervenir para reafirmar un pasado o hacerlo para romper con él, dependiendo precisamente de quien lo hace. Es por todo lo anterior, que es necesaria una cierta forma de estudio y análisis sobre la intervención en la arquitectura existente, que denote esta ruptura o este arraigo, acuerdo o desacuerdo con el pasado. Esta afirmación con la identidad propia de una comunidad, afirmarse en el sentido de la instauración de ciertos límites con los que nos confrontemos.

Decía en otra entrega, que cierto arquitecto en tono de reclamo afirmaba que, a partir de la década de los veintes del siglo pasado, cuando llega la modernidad, la disciplina de la arquitectura no ha incorporado a su ciclo o sumado a los métodos anteriores, sino que busca siempre esta ruptura o “innovación”, por lo que el conocimiento no suma, sino que se ve interrumpido, roto. Yo me pregunto si ¿toda la arquitectura patrimonial de un sitio debe tener un hilo conductor o no? Hasta cuándo o hasta qué punto debemos intervenir para hacer evidente una diferencia o repetir y convertir en patrones identificables para una comunidad. Lo cierto es, que la historia y nuestras memorias nos arraigan y nos hacen sentir de un lugar específico; nos identifican; la arquitectura es el testigo tridimensional de la memoria, porque además, dicen los que saben que, esta relación de la arquitectura “vieja” con la arquitectura “nueva” se encuentra en función de la cultura que se le atribuye, tanto a la primera, como a la segunda. Pienso que, las acciones que se realizan en los centros históricos y la arquitectura patrimonial debe responder al tiempo presente, pero sin dar la espalda al pasado, de ahí que las instituciones tengan normativas claras y procedimientos establecidos, pero considerando siempre la individualidad y particularidades de cada objeto arquitectónico. Es un asunto, considero complejo, pero esencial para la preservación de la memoria construida de una comunidad.

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