La arquitectura del no-habitar
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“Vivir es pasar de un espacio a otro sin golpearse”.- George Perec.
Es irónico pensar en un espacio expresamente creado para no usarlo. Toda arquitectura implica límites, estos se muestran por medio de muros principalmente, hay algunos que dividen la recámara del baño, o mi casa de la calle, el área social del área privada, sin embargo, éstas fronteras también pueden estar dadas por diversos materiales, cambios de nivel en el piso, texturas, vallas, cristales y demás elementos que se utilizan para diferenciarlos y no siempre son tangibles
La conformación de un lugar también depende de su uso, para qué se creó, quién lo utilizará o cómo. Estos elementos que delimitan y crean fronteras a su vez establecen espacios. Pero ¿cómo es que se vuelve hostil un espacio?.
Existen (no) lugares creados para (no) habitarse, esta es la ironía a la que me refería al inicio de estas líneas, pero existen otros que se vuelven -en el tiempo- imposibles de usar, de habitar. Esto se puede abordar de dos grandes maneras: desde el punto de vista del propietario de un predio, terreno, fachada, escalinata, barda; y la otra es desde la perspectiva del usuario del espacio público, este espacio que pertenece a todos pero no es de nadie.
Existe ya una definición, incluso hay un término: “arquitectura hostil”; según Víctor Betriu, resulta difícil pensar en un espacio público en el cual aparecer libremente, sin miedo, que sea en realidad carente de dueño, improductivo y gratuito. Es decir, un lugar por el cual no solamente nos desplacemos, sino que sea utilizado precisamente para no hacer nada, para convivir, descansar, contemplar, jugar, estar o habitar. La arquitectura hostil nace como respuesta hacia las personas sin hogar, paradójicamente.
Para explicar un poco más este término, el autor se refiere a ella como “a la provisión de elementos restrictivos como a la sustracción de elementos esenciales”. Es decir, agregar objetos que limiten el acceso o el uso y eliminar otros objetos que invitan al usuario o lo hacen sentirse cómodo.
Sin embargo, la arquitectura también se vuelve hostil cuando sus materiales, formas o elementos físicos no dan la bienvenida a las personas, sino que se convierten en lugares difíciles de transitar o de utilizar, donde se puede tropezar, caer o herir. En otro sentido, analistas del big data han expresado que cuanto más se permite que el espacio público sea flexible, más integrador es.
Pero ¿qué pasa cuando por accidente o por alguna razón desconocida, estos espacios que en teoría son para utilizarse de manera cómoda se vuelven hostiles? ¿el resultado será el mismo? La segregación espacial se da tanto en núcleos urbanos como espacios públicos, muchas razones habrá, pero también influye que los mismos materiales u objetos que se instalan en un lugar lo conviertan en no habitable, ni siquiera transitable de manera segura o cómoda.
La arquitectura tiene una función fundamental: dar cobijo, expandir la creatividad humana, impulsar las actividades y formas de habitar de las personas, favorecer su calidad de vida. Así pues, transcurrir como seres humanos en tiempo y espacio en lugares tanto públicos como privados; construir identidad, memorias significativas, comunidades integradas, inclusivas, equitativas, también tiene que ver con el uso de los materiales. La construcción de espacios -más allá de lo físico- influye en estos desde su uso, desde el habitar.
La Real Academia de la Lengua define esta acción como vivir o morar, sin embargo, se sabe que recurrir a la etimología de las palabras resulta alumbrador para poder entenderlas, por lo tanto etimológicamente, habitar proviene del latín habitare que es un frecuentativo de habere que significa tener de forma reiterada.
Tener implica posesión y poseer implica apropiarse de algo, entonces ofrecer la posibilidad de que un espacio público sea de los usuarios, implica a su vez que estos lugares se carguen de identidad, de vida; nadie cuida lo que no aprecia, esta apropiación implica esta apreciación y cuidado, rescatando que el espacio -tanto arquitectónico como público- debe cumplir cabalmente con la función que le es inherente: que es para el ser humano.
Encuesta Vanguardia
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