La búsqueda, el encuentro y el asombro, los elementos de la identidad en el nacionalismo musical

Opinión
/ 8 marzo 2024

Este año se celebra y conmemora la vida y arte de numerosos compositores que dejaron su impronta en el lienzo de la historia universal de la música.

El 2 de febrero pasado se conmemoraron 430 años de la muerte de Giovanni Pierluigi da Palestrina, (1525-1594), y el 3 de febrero de 2025 se celebrarán los 500 años de su natalicio. Muy bien podría nominarse al siguiente el “Año Palestrina”, por ser pilar indiscutible no solo del Renacimiento, sino también del desarrollo y auge del contrapunto y “purificador” de la música de su tiempo, que devino en galimatías. Sencillamente no hay compositor anterior a Bach que goce de tanto prestigio como Palestrina, ni otro cuya técnica de composición haya sido estudiada con minuciosidad.

Valga el párrafo introductorio de este Atril para rendirle un homenaje a su invaluable legado y enlazarlo con otros compositores que recibieron su influencia. 230 años después de la muerte de Palestrina, surge Bedrich Smetana (1824-1884) con la suficiente fuerza para sentar las bases de un nacionalismo que traspasó las fronteras de su natal Bohemia. Favorecido por Franz Liszt durante sus años de juventud siendo un pianista y violinista sobresaliente, éste lo recomendó para que el joven Smetana obtuviera un puesto de director de orquesta en Gotenburgo, Suecia. Al poco tiempo regresó a Praga que sufría en ese entonces, 1861, una tumultuosa situación política.

Fue niño genio, tocaba tan bien el violín a los 5 años que podía intervenir en cualquiera de los cuartetos de Haydn; a los 6 tocaba el piano en público y a los 8 ya hacía sus primeros ejercicios de composición, con todo el entramado espinoso de la armonía y el contrapunto, pero de manera intuitiva, puesto que fue hasta la edad de 19 años que recibió sus primeras lecciones formales en la teoría musical. Todo un prodigio. “Deseaba convertirme en un Mozart de la composición y un Liszt de la técnica pianística”, confesaría tiempo después.

Fue considerado un sospechoso y sedicioso para el gobierno de su país, ya que se había puesto del lado de los patriotas en los tumultos de la revolución abortada de 1848, en Praga. Dadas estas circunstancias no progresó en su país y emigró a Suecia, donde permaneció seis años. Smetana fue un individuo de carácter fogoso y determinado que sintió las flamígeras llamas del patriotismo, y gracias a ello compuso música sinfónica que exaltaba la belleza y riqueza musical de su terruño.

Hoy por hoy, Smetana sigue siendo más popular que su compatriota Dvorak, en la actual República Checa; fuera de ahí Dvorak es amo y señor de muchas salas de concierto y favorito en el repertorio sinfónico de centenares de orquestas. El final de vida de este inigualable compositor fue trágico: a semejanza de Beethoven, Smetana perdió el oído y enloqueció, como le ocurrió a Schumann veinte años atrás. En 1875, Smetana le escribió estas líneas patéticas a un amigo: “Exteriormente el oído goza de buena salud. Pero la estructura interna- ese admirable teclado de nuestro órgano interno- está dañada, fuera de tono. Los martillos se atascaron, y hasta ahora ningún afinador ha logrado reparar el daño”.

Terminó sus días en un asilo sin memoria y habla. Un triste y desolador final para un brillante, vivaz y luminoso músico. El 2 de marzo pasado se cumplieron 200 años de su nacimiento. Un justo homenaje y reconocimiento a su obra sería apreciar, al menos, dos de sus obras más escuchadas y grabadas, su poema sinfónico Ma Vlast (Mi patria), obra maestra del repertorio sinfónico descriptivo, donde la flama de la imaginación trasciende la imagen para situarla en el ámbito sonoro, y su ópera La novia vendida, un dechado de impecable arte cómico, chispeante y animoso. En esta obra Smetana recurre a la música de baile bohemia, en donde no hay transcripción, pero sí creación auténtica.

El filósofo mexicano Leopoldo Zea (1912-2004), afirmaba que -parafraseo- los nacionalismos germinaban en pueblos oprimidos, en sociedades asediadas y ultrajadas por otras potencias. Las grandes corrientes nacionalistas surgieron en países con estas características: México, Brasil, Argentina, Chile, Cuba, Venezuela, en América Latina; Rusia, España, Polonia, Rumania, Finlandia, Suecia, Ucrania, en Europa. Nuestros Carlos Chávez, Manuel M. Ponce y Silvestre Revueltas, son un referente universal de la riqueza y amplitud del genio creador en los momentos de búsqueda de identidad y afirmación de ésta. Una búsqueda sin fin.

CODA

El nacionalismo es el grito de la búsqueda, el encuentro de la esencia, el asombro de la afirmación.

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