La investidura presidencial
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Es cosa de revisar periódicos y noticieros para ver a la mayoría de comentaristas arrastrar por el suelo la otrora respetada investidura presidencial. Y es que había una ley no escrita de que en este País eran intocables el Presidente de la República, el Ejército y la Virgen de Guadalupe. Hoy ya no existe el respeto y a diario vemos insultos y burlas a la figura presidencial, cosa que no lastima a Andrés Manuel López Obrador, está vacunado contra ello y ha desarrollado anticuerpos. Lo que sí ya se jodió es la investidura presidencial. Es un harapo.
Aún no podemos decir qué tan bueno o malo resulte la degradación de esa investidura del Poder ejecutivo. Lo cierto es que México vivió con orden y desarrollo estabilizador durante la era del priismo autoritario. Basta recordar un sólo caso amenazante: cuando Héctor Pérez Martínez, secretario de Gobernación de Miguel Alemán, le advirtió a don Daniel Cosío Villegas que el “mismo Sócrates había sido compelido por el Estado a purgar su heterodoxia con una copa de cicuta”. Todo porque el gran intelectual publicó el tronante ensayo “La Crisis de México”, asunto que enfureció al poder. Nada que ver con el bajo perfil de los orgánicos “chayoteros” de hoy.
Porque la altura moral de los que critican a AMLO tiene muchos asegunes. Lilly Téllez, Diego Zavala, Manuel Clouthier, Diego Fernández, Vicente Fox, Felipe Calderón y Margarita Zavala son polvos de viejos lodos.
Lo acaba de decir Manuel Bartlett, un dinosaurio con mucha información que ha declarado una gran verdad: “La caída del sistema en 1988 fue un amasiato entre el Partido Acción Nacional y Salinas”. Ciertamente que las críticas de esa élite del PAN tienen el mismo peso político que el aserrín que se tira en el piso de las cantinas para recibir los escupitajos de los borrachos.
Y no es que en este espacio se defienda a Andrés Manuel, aquí se le critica por hablar demasiado, por la inseguridad, por la falta de resultados contra la corrupción, la impunidad, los homicidios, las masacres. Aquí hoy vivimos una decadencia brutal, como la que cita Baudelaire de la degradación francesa del siglo antepasado: “Es imposible leer hoy un periódico cualquiera sin tropezar en cada línea con los signos de la perversidad humana más espeluznante. Todo diario no es sino un tejido de horrores, guerras, crímenes, robos, corrupciones, una embriaguez de atrocidad. Todo en esta nación exuda crimen y no entiendo que una mano limpia pueda tocar un periódico sin sentir una convulsión de asco”.
Y esto no es de ahora, viene desde los dos sexenios fallidos del PAN. Y a pesar de que fueron doce años perdidos para una transición, ellos hablan y vociferan con más estridencia y polarización que la de AMLO, lo cual no ayuda a resolver nada. Si acaso tuvieran la seriedad y discreción de los priistas, desde Peña Nieto a Osorio Chong, desde Miguel Riquelme a Rubén
Moreira, ya estuviera avanzando este País.
Y Morena está peor con sus discordias. Aquí en Coahuila ese partido está podrido, con los panistas y priistas que se volcaron a sus filas. Nada bueno de ellos podemos esperar.