La joya del norte
Hoy es 25 de noviembre, pero de 1910. Son las doce del día. A pesar de que el sol brilla, el aire es muy frío. Vamos en un tranvía por la calle de Allende. Temblamos, pues los asientos de madera están helados. Las dos mulas muy apenas pueden con nosotros, y el conductor les pega para que apuren la marcha.
Pasamos por la plaza del Mercado. Afuera del Teatro García Carrillo hay unos hombres platicando, recargados en sus carretas. La calle de Allende luce inmensa, pues muy pocos circulan por ella.
Esto fue lo que me imaginé al ver distintas fotografías del viejo Saltillo. Es increíble cómo han cambiado las cosas. Las calles han sido pavimentadas; el medio de transporte más común ahora es el automóvil; hay negocios por todos lados; en las banquetas del centro caminan miles de personas diariamente.
Se dice que el progreso es la cuna de los problemas. En Saltillo se ha demostrado esto, pues entre más crece la ciudad, más difícil es vivir en ella.
En los últimos años han llegado importantes empresas nacionales y extranjeras que han propiciado también la llegada de más gente. Mi padre suele platicarme que en el Saltillo de antes todos se conocían. Muy lejos estamos ahora de decir lo mismo.
La presencia de fábricas como Chrysler, General Motors y Kimberly-Clark es muy positiva, pues esto genera empleo y nuestra ciudad juega un papel cada vez más importante en el desarrollo del País. Sin embargo, los problemas que acarrea este crecimiento son muchos.
Los gobernadores y presidentes municipales que se han empeñado en hacer atractiva la tierra saltillense para los inversionistas se han olvidado cada vez más de las comunidades rurales. Es triste el abandono que ha tenido el campo y, sin embargo, es lógico, pues al no tener los campesinos ni siquiera para comer, vienen a las ciudades en busca de sustento para sus familias.
Nuevos fraccionamientos surgen como plaga. Un día vemos un terreno vacío y al mes siguiente está repleto de casas. Cuando de niño iba a Lomas de Lourdes con mis padres, me imaginaba que iba a un rancho. Ahora esta colonia es céntrica en comparación con otras que están llegando casi a La Angostura.
Muchas cosas han cambiado, pero otras siguen igual. La calle de Allende, una de las más transitadas de la ciudad, tiene el mismo tamaño desde 1910. Quizás en ese tiempo era enorme, pues sólo circulaban carretas o tranvías. Ahora, no hay nada más desesperante que ir por esta calle en horas de tráfico.
Es cierto que en el terreno de la vialidad se han hecho obras muy significantes, sobre todo durante la administración de Humberto Moreira con los famosos “Puentes de la Gente”.
Un problema que suele darse con el crecimiento demográfico es el de la inseguridad pública, sin embargo, gracias al papel desempeñado en este rubro por parte del alcalde Manolo Jiménez y del gobernador Miguel Ángel Riquelme, Saltillo es una de las ciudades más seguras del País.
Es halagador que grandes inversionistas fijen su atención en Saltillo. Sin embargo, no sé si estamos preparados para crecer tan rápido como ciudad. Si las cosas siguen igual, ¿cómo estaremos dentro de 10 años? Seguramente con problemas mucho más serios con el abasto de agua, pasaremos horas atrapados en medio de un embotellamiento y con problemas graves de contaminación.
Mientras tanto, celebro que Saltillo sea, por segundo año consecutivo, la ciudad más competitiva entre aquellas cuya población oscila entre 500 mil y un millón de habitantes.
Grande es el reto para el alcalde electo José María Fraustro. El camino del progreso es complicado y no podemos sacarle la vuelta. Si cada uno de los saltillenses nos comprometemos a ofrecer lo mejor de nosotros mismos a nuestra ciudad, nuestro futuro será todavía mejor. Mucho tenemos por hacer. Pongamos todo de nuestra parte para que Saltillo siga siendo la joya del norte.
aquientrenosvanguardia@gmail.com