La lealtad, las deudas, los compromisos, la reciprocidad, y el gusto de dar y recibir sin mayor peso que el gozo del cariño
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No digo que nadie haya hecho lo mismo por mí. Solo estoy sintiendo hoy que, como es natural y normal, la balanza no está pareja
Ya te ha pasado, ¿verdad? Que una persona te pide asistir a y compartir un evento que beneficia a algún familiar suyo y bien sabes que durante años no puso pie en ningún evento tuyo ni de tu familia. ¿Andaré amargada? Tal vez. O tal vez estoy atrapada en mi ciclo sin fin de necesitar de los demás y no pedir directamente la ayuda, suponiendo que los demás deberían darse cuenta de lo que necesito. Es obvio, ¿no? Entonces, compartí la información, pero me quedé con la incógnita de cómo funcionará la lealtad y la reciprocidad en grupos; naturales de trabajo, de amigos, familiares. Me resuena en los oídos aquello que dice que, si un amigo vende algo, cómprale. Si un amigo es actor, ve a verlo al teatro. Si un amigo es músico, asiste a sus presentaciones. Si un amigo es fotógrafo, contrátalo y compra sus fotografías. Estoy consciente que no siempre se puede. Pero aparte de todo eso, también he promovido, ayudado, conectado, hecho favores, prestado espacios, regalado cosas... No digo que nadie haya hecho lo mismo por mí. Solo estoy sintiendo hoy que, como es natural y normal, la balanza no está pareja.
Nunca lo está, pero hoy me cala. No encuentro una razón particularmente “compelling” por poner tanta atención a un equilibrio frágil en el mejor de los casos, y no existente en una realidad más amplia.
Tal vez mi sensibilidad se ha visto teñida por una experiencia que tuve anoche. Una persona a quien no había visto en más de 15 años (estimaría) me dio la bienvenida a un espacio especial para podernos saludar y abrazar mucho, recreando el cariño de lo compartido hace años. Supuse que él estaría atendiendo a muchas personas a la vez, pero no, él estaba esperándome a mí, para darme unos minutos de su tiempo, y tal vez tomar lo que yo ofrecía, lo mismo, los deseos de tocarnos a través de recuerdos de hace mucho, y ahora nuevos recuerdos.
No me debía ni le debía nada. Ni queda ningún compromiso más allá de habernos dado el gusto de saludarnos. Tal vez el secreto está allí, en no sentir que debo ni que me deben. Así el disfrute es total.