No podemos dejar que lo sucedido en la elección presidencial del 2018 pase a la historia como una simple anécdota. La profundidad de la transformación que encabeza el compañero presidente López Obrador debe permanecer latente en la política del porvenir. Tampoco podemos caer en el simple hecho de referirnos a ello como un buen episodio en la historia del gobierno de México, ni decir que se trató de un sexenio bueno dentro de los 100 malos que ha vivido el pueblo mexicano. Debemos nutrir las raíces que está echando la 4T y velar por la continuidad del movimiento para cosechar como régimen político el humanismo mexicano. No debemos perdernos en las disputas personales o en los conflictos de interés, ya sea de grupos o personales, en cambio, debemos siempre recordar lo más importante, y cabe subrayarlo con la tinta más nítida; pertenecemos a un proyecto de transformación que se ha construido desde muchos años anteriores al 2018. Eso es lo que nos dará rumbo y ruta para lograr la transformación, para que no pierda fuerza.
Bien lo dijo el Presidente en su discurso para conmemorar el quinto aniversario del triunfo del pueblo: “[...] No hay que ser ingenuos, no se va a contar nunca con el respaldo de las élites y por eso es necesario, por convicción y protección política, apoyar a los de abajo, aliarse y sostenerse siempre, respaldarse con el pueblo. El no haberse hecho esta reflexión llevó al fracaso a Francisco I. Madero, un hombre bueno, el Apóstol de la Democracia, víctima de la traición de sus propios hermanos de clase y de una pandilla de rufianes.
TE PUEDE INTERESAR: No decir adiós a la esperanza
Por eso, lo más humano y eficaz es mirar siempre, atender siempre y caminar siempre acompañados de la gente, porque en ella está la bondad y la lealtad verdadera. Si nos preguntamos quién es nuestro mejor aliado, ¿qué contestamos?
–El pueblo.
¿Por quién estamos aquí?
–Por el pueblo.
¿A quién hay que servir primero?
–Al pueblo.
–¿Con quién transformar?
–Con el pueblo.
–¿En quién confiar?
–En el pueblo.
–¿Quién nos protege?
–El pueblo.
–¿Qué somos?
–Pueblo.
¡No se oye!
–Pueblo, muchas veces; pueblo, pueblo, pueblo.
Gracias, pueblo”.
Por lo tanto, la tarea fundamental que nos toca hacer es organizar al pueblo, y tener claro que la herramienta política que tenemos para esa organización es Morena, lo que nos va a hacer libres y cada vez más justos. Con esto, cada vez más sectores van a tener derechos, ya que al contrario de la oposición, lo que nosotros buscamos es defender los derechos de la ciudadanía. Mientras la oposición se caracteriza por utilizar todos sus recursos políticos y mediáticos en un esfuerzo por mantener, y en dado caso, recuperar sus privilegios, nosotros estamos reforzando la alianza, la cercanía y la única fortaleza que tenemos, que es estar con el pueblo y ser pueblo. No hay más.
Por ese motivo el pueblo debe organizarse desde un aparato institucional, sin importar quién encabece los esfuerzos de este relevo generacional cuando se vaya, tristemente, el líder máximo de nuestro movimiento. Debemos mantener en mente lo más importante, que es tener al pueblo organizado y cada vez más interesado en la vida pública para que sean ellos mismos quienes vayan tomando decisiones informadas, a consciencia. Es por eso que no nos decantamos por uno o por otro de los que puedan perfilarse para continuar con los esfuerzos de nuestro Presidente. Todos los compañeros y compañeras que están trabajando para ser los coordinadores de los comités de la defensa de la 4T, son estupendos, son grandes dirigentes. Pero no debemos olvidarnos de lo siguiente: lo que hace a un dirigente es el pueblo, la mejor corcholata es el pueblo.
¿Cómo lograremos nuestro cometido? Involucrándonos en informar, concientizar, organizar, y haciéndolo sin disputas, sin tapujos, sin cuestiones personales y desde lo más básico, que es a ras de piso; tocando puertas, comunicando, recorriendo caminos, utilizando las redes, defendiendo. Solo de esta forma vamos a lograrlo, vamos a seguir sembrando la semilla de la transformación en el pueblo, porque hemos ganado el gobierno, pero no hemos ganado el poder. Con continuidad y profundización, la cuarta transformación va a estar más fuerte que nunca.
Es por eso que invito a hacer una reflexión minuciosa. Una que nos ayude a vislumbrar cómo y hasta dónde queremos que llegue nuestro proyecto y conservar de esa forma nuestro régimen político para construir una nueva forma del quehacer político, que es trabajar en compañía de un pueblo organizado. Ese es nuestro quehacer diario; platicar, conocer, compartir ideas, generar conciencia, quitar lo obstinado y la faramalla de la política, que ya no es andar de traje robando y codeándose con la alta sociedad, siendo un farsante, negando al pueblo. La política es ser pueblo, estar con el pueblo y escuchar o dialogar con él buscando los consensos, buscando estar de acuerdo para atender y resolver las necesidades, sin perder los principios e ideales que nos mueven a hacer eso.
Vamos a moralizar la política y a darle su sentido ético para así sembrar una nueva generación de hombres y mujeres que asuma ideales y los eche por el frente en cualquier situación, ya sin nuestro líder pero sí con las enseñanzas que dejó: caminar con perseverancia, con principios, y nunca alejarnos de la moralización del quehacer político. Sin mentir, sin robar y sin traicionar.