¿La militarización de la seguridad pública o de la democracia?

Opinión
/ 23 septiembre 2022

La sesión de esta semana en el Senado fue reveladora respecto a lo que está pasando internamente en el sistema político mexicano. Ya no se trata solamente sobre la permanencia (y legalidad) del Ejército en las calles y su funcionamiento como encargado de salvaguardar la seguridad pública, sino del sistema en sí. Me explico.

No es que no me preocupe lo que significa tener al Ejército en las calles con todas las de la Ley y haciendo tareas que deberían (desde mi opinión) realizar civiles. Me preocupa de sobremanera en términos de derechos humanos (ya lo hemos vivido) y también que es una solución reactiva al enorme problema de seguridad, pero que no ataca causas como desarrollo social y económico, educación, por mencionar algunas.

Si bien lo que ofreció Ricardo Monreal en una de sus últimas intervenciones, el control parlamentario de las acciones del Ejército me parece muy interesante y relevante porque plantea un contrapeso a lo que, a mi parecer, es uno de los puntos más vulnerables cuando hablamos de la militarización: los elementos no pueden ser juzgados en los mismos tribunales que cualquier otra persona. Es importante porque propone una solución (a medias porque de nada sirve un control parlamentario en un Poder Legislativo con la mayoría del partido en el gobierno).

Esto nos lleva al asunto central de esta votación. Si Morena consigue los 10 votos que le faltan (se dijo que ya tenía 8, y le faltaban dos y por eso regresó a comisiones el dictamen) básicamente podría cambiar cualquier cosa en la Constitución. Y sin temor a equivocarme, empezará con la reforma electoral y deshaciendo al INE, tan anunciado desde el inicio del sexenio de López Obrador. Esto sí le puede dar una vuelta de 180 grados al sistema política que hoy conocemos, camino hacia formalizar la centralización del poder en una sola persona: el Presidente.

No sé ustedes, pero yo siento que está película ya la había visto. Si lo ponemos en perspectiva no es lo mismo a la “dictadura perfecta” en épocas del PRI de la década de los 40 hasta los 80, porque durante ese tiempo había una “simulación” de democracia, es decir, la gente salía a las calles y votaba, existía cierta oposición. Sin embargo, sí nos acercamos a lo que está pasando en El Salvador, Nicaragua, Bolivia o Venezuela, en donde la oposición es fuertemente reprimida y se intenta desaparecerla, sin importar el costo.

En otras palabras, dentro de 10 días que se vote nuevamente el dictamen (a favor o en contra) para regularizar la presencia del Ejército en las calles, se estará votando también la posibilidad de cambiar la estructura de nuestro sistema político, de nuestra democracia.

En diferentes medios de comunicación, formales e informales, así como en conversaciones de los que dicen que saben, se habla desde hace un par de meses que es el poder del Estado el que está corrompiendo. Ya no se trata sólo de sacos con dinero, sino de extorsión de familiares, amistades con o sin información. Todo el poder que puede tener el Ejecutivo está al servicio de la persuasión. Ahora sí, nos estamos jugando el todo por el todo, como se diría coloquialmente.

Senadoras y senadores, en los próximos días no se votará cualquier dictamen, no sólo por la relevancia que tiene la militarización y la seguridad pública; se votará lo que puede ser el parteaguas de la democracia en México en los próximos años. Piénsenlo bien, ¿su carrera política vale el País completo? Asuman su rol de #CiudadanosdeTiempoCompleto.

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