¿Lograremos realmente erradicarla? Una reflexión sobre el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza

Opinión
/ 16 octubre 2022

El 17 de octubre se conmemora el “Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza”. De igual manera, este año marcará el trigésimo aniversario de la declaración de esta conmemoración que fue declarada con la resolución de la Asamblea General de la ONU A/RES/47/196 el 22 de diciembre de 1992. Por su parte, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 enuncian como el primero de estos: “poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo”. Además, se ha escogido como tema de los años 2022 y 2023 “la dignidad para todos en la práctica”. Los anteriores hechos invitan a una necesaria reflexión sobre un tema que ha aquejado a la humanidad desde el nacimiento de la propiedad y que nos invita a preguntar ¿lograremos realmente erradicar la pobreza en el mundo?

Las personas cristianas estarán familiarizadas con el pasaje bíblico en que se reprende a una mujer por desperdiciar un aceite caro ungiendo con este a Jesucristo en la cabeza. Él mismo replica diciendo que la dejen en paz pues ha hecho una buena obra, ya que a los pobres siempre los tendrán con ellos, pero a él no siempre lo tendrían. Este pasaje ilustra perfectamente el pensamiento antiguo y medieval del mundo, la noción de que los hechos naturales suceden por voluntad divina y que las circunstancias sociales son inmutables. Hasta la Edad Media se tuvo la firme creencia de que la pobreza era una situación que algunas personas debían enfrentar lamentable y/o estoicamente. No pasaba siquiera por la mente de la gente que esta era una situación social corregible. Esto cambió con el advenimiento de la modernidad.

Así, si el pensamiento antiguo era la creencia de que el destino estaba escrito en piedra y que no había nada más por conocer; el pensamiento moderno es todo lo contrario. Se dio una revolución en la forma de ver y entender el mundo debido a que por primera vez las personas se dieron cuenta de que no se conocía todo y que el estudio y entendimiento de las cosas podían hacer que se cambiaran las cuestiones naturales, humanas y sociales. Los pensadores ilustrados entendieron que la característica más importante del ser humano era su libertad y con esta venía el potencial creador y transformador de su propia persona y del mundo.

Las utopías positivistas, liberales y capitalistas pregonaban que, con el poder de la razón humana, la perseverancia y el trabajo, las personas podían pasar de un estado de carencia a uno de prosperidad económica. Era deber de cada uno el procurarse, por todos los medios posibles, esa prosperidad y así salir del estancamiento de la pobreza. Si bien esas eran las utopías, la realidad social distó mucho de esto. Con el advenimiento de la industrialización y las corrientes políticas y económicas citadas, lo que se presenció fue un aumento de la desigualdad social y de oportunidades. La regulación propia del mercado sólo consiguió que aquellos que no tenían nada fueran esclavos de un sistema automatizado y despersonalizado donde la libertad tan promovida terminó siendo una ilusión.

Propuestas para erradicar la pobreza han habido varias, y compromisos se han hecho por parte de los Estados miembros de la ONU; sin embargo, la realidad es que con una población estimada de mil 300 millones de personas viviendo en la pobreza a nivel mundial, todo o casi todo se ha quedado en papel. Llama la atención el tema escogido para el presente y siguiente año, “la dignidad para todos en la práctica”. Este nos da a entender que la cuestión de la pobreza es, esencialmente, una cuestión de dignidad humana. Faltan menos de diez años para que se cumpla el plazo de los Objetivos de la Agenda 2030 y la realidad hace ver la meta cada vez menos posible. Tal vez la pregunta detonante de este escrito y todo lo dicho hasta el momento pueda parecer pesimista.

Al final, entre más personas se hagan conscientes de que el sistema ya no funciona y que hay gente que sufre todos los días debido a eso, dará más presencia del problema en el debate público. Tal vez aquellos que están en los puestos de toma de decisión o quienes en el futuro lo estarán lleguen a ver las fallas, crean efectivamente en la necesidad de un cambio y propongan un rumbo nuevo para la humanidad, en especial en este tema tan pernicioso que propicia otros problemas. Teniendo en cuenta todo lo dicho respondo mi propia pregunta con un “sí”, lograremos erradicar la pobreza si hacemos lo que describo en este último párrafo. Después de todo, como decía Zygmunt Bauman, “soy pesimista a corto plazo, y optimista de largo recorrido”.

El autor es investigador
del Centro de Estudios
Constitucionales Comparados de la Academia Interamericana de Derechos Humanos

Este texto es parte
del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA
y la Academia IDH

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